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Campeón de las ilusiones
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Por Juan José Panno![]() La escala Platense del recorrido boquense se superó sin demasiados sobresaltos. Casi podría decirse que a los 5 minutos de juego, cuando Basualdo marcó el primero (derechazo desde la medialuna, contra un palo, tras un rechazo de Irusta) se acabó todo. Es que los planes trazados por el verborrágico profesor Córdoba, que apuntaban a un ideal y redondito cero a cero, se quemaron con el remate de Basualdo. Boca debió esperar un tiempo entero para aplicar el golpe de gracia (toque sutil de Riquelme, luego de un rebote, 2 a 0) y a partir de ahí, el trámite incluyó lujos, toques y varias jugadas para el recuerdo.
En algunos pasajes del primer tiempo, frente a un Boca desorientado que recurría excesivamente al pelotazo de Córdoba para Palermo o Guillermo, Platense, sin olvidar las marcas personales de Pereyra a Palermo y Vattimos a Barros Schelotto, se animó, manejó la pelota y hasta se arrimó al arquero boquense. Pero las buenas intenciones de Chatruc y Walter Jiménez se diluyeron ante una línea de fondo que no cometía errores y un arquero que esta vez nunca transmitió inseguridad. Por la tozudez de Boca y la anemia de Platense, ese primer tiempo fue un plomazo. Cuando Riquelme, desde el arranque del segundo tiempo borró a Mandrini (en el primero lo había marcado Lenguita) Boca comenzó a girar al compás de su toque y se olvidó del pelotazo. Entonces llegó el fútbol, la pelota puesta contra el piso, el ole delirante de la tribuna, que exige algo más que "huevo...huevo..." . Lo mejor de Boca y del partido ocurrió a los 24 minutos de ese segundo tiempo, cuando Palermo estrelló un cañonazo en la base del palo, después de 15 toques seguidos, casi todos de primera. Tic, Cagna, tic, Pereda, tic, Basualdo, tic, Guillermo, tic, Riquelme, tic, Palermo, pum!. Pudo ser el cuarto gol, era el mejor de la jornada. Antes, Samuel había convertido su primer gol oficial en primera división, al conectar un centro bajo de Guillermo Barros Schelotto.
Boca, consciente de las posibilidades ofensivas que maneja con la dupla
Palermo-Guillermo a veces exagera en la búsqueda directa de sus dos puntas a través del
pelotazo y agranda a los contrarios que esperan mejor parados para rechazar y armar sus
ataques. En cambio, cuando calma la ansiedad y teje pacientemente a través de Riquelme,
Cagna y Arruabarrena, despegándose del lateral, las vías de llegadas se multiplican y
los dos de arriba mejoran su rendimiento. Boca, en definitiva, cuando pone la pelota
contra el piso toca el cielo con las manos. Como ayer.
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