Campeón de las ilusiones
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Por Juan José Panno "Porque este año/ desde la Boca/ desde la Boca/ saldrá el nuevo campeón" terminaron cantando los hinchas que llenaron la Bombonera y produjeron una recaudación cercana al medio millón de dólares. El antiguo himno, muchas veces entonado por puro formulismo, sonó esta vez intenso, potente, sincero. Bianchi les prohibió a los jugadores mencionar la palabra campeón (ver recuadro) pero no puede frenar la viva ilusión del hincha. Los números cantan que Boca les sacó cinco puntos de ventaja a sus escoltas; que es el único invicto; que con 25 goles en 9 partidos es el equipo más goleador del campeonato y que ayer, por primera vez en el torneo, ganó sin que le hicieran goles. Una mirada superficial sobre el juego canta que no cumplió una actuación deslumbrante, estuvo perdido en el primer tiempo y aun así, ganó merecidamente por 3 a 0 y dispuso de ocasiones como para incrementar la cifra. Es comprensible, entonces, que a mitad de campeonato, mirando por el espejito retrovisor a sus rivales, los hinchas sientan que circulan sobre una autopista libre que conduce al título. La escala Platense del recorrido boquense se superó sin demasiados sobresaltos. Casi podría decirse que a los 5 minutos de juego, cuando Basualdo marcó el primero (derechazo desde la medialuna, contra un palo, tras un rechazo de Irusta) se acabó todo. Es que los planes trazados por el verborrágico profesor Córdoba, que apuntaban a un ideal y redondito cero a cero, se quemaron con el remate de Basualdo. Boca debió esperar un tiempo entero para aplicar el golpe de gracia (toque sutil de Riquelme, luego de un rebote, 2 a 0) y a partir de ahí, el trámite incluyó lujos, toques y varias jugadas para el recuerdo.
En algunos pasajes del primer tiempo, frente a un Boca desorientado que recurría excesivamente al pelotazo de Córdoba para Palermo o Guillermo, Platense, sin olvidar las marcas personales de Pereyra a Palermo y Vattimos a Barros Schelotto, se animó, manejó la pelota y hasta se arrimó al arquero boquense. Pero las buenas intenciones de Chatruc y Walter Jiménez se diluyeron ante una línea de fondo que no cometía errores y un arquero que esta vez nunca transmitió inseguridad. Por la tozudez de Boca y la anemia de Platense, ese primer tiempo fue un plomazo. Cuando Riquelme, desde el arranque del segundo tiempo borró a Mandrini (en el primero lo había marcado Lenguita) Boca comenzó a girar al compás de su toque y se olvidó del pelotazo. Entonces llegó el fútbol, la pelota puesta contra el piso, el ole delirante de la tribuna, que exige algo más que "huevo...huevo..." . Lo mejor de Boca y del partido ocurrió a los 24 minutos de ese segundo tiempo, cuando Palermo estrelló un cañonazo en la base del palo, después de 15 toques seguidos, casi todos de primera. Tic, Cagna, tic, Pereda, tic, Basualdo, tic, Guillermo, tic, Riquelme, tic, Palermo, pum!. Pudo ser el cuarto gol, era el mejor de la jornada. Antes, Samuel había convertido su primer gol oficial en primera división, al conectar un centro bajo de Guillermo Barros Schelotto.
Boca, consciente de las posibilidades ofensivas que maneja con la dupla
Palermo-Guillermo a veces exagera en la búsqueda directa de sus dos puntas a través del
pelotazo y agranda a los contrarios que esperan mejor parados para rechazar y armar sus
ataques. En cambio, cuando calma la ansiedad y teje pacientemente a través de Riquelme,
Cagna y Arruabarrena, despegándose del lateral, las vías de llegadas se multiplican y
los dos de arriba mejoran su rendimiento. Boca, en definitiva, cuando pone la pelota
contra el piso toca el cielo con las manos. Como ayer.
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