![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
|
![]() "En el clima actual, paralizar el campeonato por seis meses sería una medida adecuada", dijo Campana aunque una medida de fuerza de semejante calibre parece poco viable por los intereses en juego. La Liga italiana es la más poderosa del mundo y lesionaría gravemente los intereses comerciales. Aparece, sí, como una amenaza seria a la dirigencia. Es en síntesis, una defensa corporativa. Campana ha dicho que "la vida privada de los jugadores ha sido increíblemente violada, a pesar de que a principios de temporada se acordó que no se iban a hacer públicas las posibles lesiones de los jugadores. Ahora estamos enfrentados a un tipo de difamación que merece sanciones apropiadas". Para los futbolistas resultó intolerable que la prensa, citando una fuente judicial, publicara que los análisis de 24 jugadores del Parma efectuados durante la pretemporada en la alta montaña, en julio, presentaban niveles de hematocrito (glóbulos rojos en sangre) anormalmente elevados. Los índices descubiertos hacen sospechar que el plantel consume EPO, la sustancia que aumenta los glóbulos rojos y permite una mayor oxigenación de las células, por consiguiente, un mayor rendimiento. En Parma juegan los argentinos Hernán Crespo, Roberto Sensini, Abel Balbo y Juan Verón. El escándalo surgió cuando Zdenek Zeman, técnico de Roma, denunció que "el fútbol italiano debe salir de las farmacias" y sospechó de la fuerza muscular de varios jugadores de Juventus. La investigación llegó al Comité Olímpico Italiano y a la dimisión de su presidente, Mario Pescante, uno de los dirigentes deportivos de mayor peso del país. El mes pasado se comprobó el doping de Cristiano Pavone, del Lecce que juega en segunda división y ahora surgió la sospecha sobre el Parma. El domingo, furiosos hinchas de Juventus desalojaron a golpes el palco de prensa del estadio Delle Alpi donde su equipo venció al Piacenza, en defensa de sus jugadores y contra los periodistas.
|