Recién
ahora podemos decir que los ricos y poderosos no siempre tienen razón, dice la
abogada Adela de la Arena de Viani. El hombre rico al que se refiere es Uber Ricciardi,
que en el 84 dejó de pagar las cuotas alimentarias a su mujer, María Cristina de
la Arena, y a su hijo Alejo Uber. Dueño de una de las más prestigiosas joyerías de
Buenos Aires, decía que no tenía plata y que había trocado su puesto de patrón por el
de empleado. Para demostrarlo nombró testaferros en inmuebles y trasfirió la parte
mayoritaria de su Joyería Ricciardi SACIA a dos sociedades off-shore y a su
mujer actual. Ahora la Sala I de la Cámara Criminal condenó a Ricciardi a dos años de
prisión en suspenso por el delito de insolvencia fraudulenta y a pagar 30 mil dólares
por daño moral a su hijo Alejo. El joyero se volvió así síntoma de una conducta
reiterada en el país tras una separación.
No queremos desprestigiar su imagen como empresario, sólo terminar de una vez con
todo esto. Viani, abogada y hermana de María Cristina, está conforme con el fallo
pero aún más porque, dice, ahora puede pensarse que la Justicia hace su cometido. La
familia está cansada de dar batalla en tribunales. Mi hermana está destruida,
tiene cuatro chicos, lleva una vida trágica y ahora queremos sólo un poco de paz.
Esa paz llega tras 14 años de batalla judicial. En setiembre de 1976, María Cristina de
la Arena y Ricciardi formalizaron en Nueva York un protocolo: a través de un convenio
extrajudicial de alimentos el joyero quedaba obligado a pagar 7000 dólares mensuales a su
ex esposa y a su hijo, Alejo Uber entonces de dos años. Siete años después el joyero
suspendió su compromiso, y con él la cuota. También en setiembre, pero esta vez del
84, Cristina promovió la ejecución judicial.
Ese fue el momento en que Ricciardi comenzó a forjar su alter ego plebeyo con el que
combatiría a su mujer a lo largo de estos años: negó ante la Justicia la existencia de
aquel protocolo del 76. Pruebas caligráficas confirmaron sin embargo que la firma
era suya. Se ordenó una intimación de pago por los meses en que la cuota se ausentó: de
mayo a diciembre. El total eran 56 mil dólares. Nunca pagó. En diciembre del 87 el
tribunal decidió una nueva ejecución y orden de remate para satisfacer en forma íntegra
la demanda de Cristina. La deuda del joyero llegaba a 308 mil dólares. Un nuevo número
se sumó después: 35 mil dólares por las cuotas impagas desde enero a mayo del 88.
Para conseguir el dinero necesario se ordenaron tres remates a propiedades del joyero.
Sólo consiguieron subastar dos: ambas en Marcelo T. de Alvear, con los números 508 y
686. La Justicia intentó idéntica operación con una casa en San Martín 984, pero
casualmente la propiedad ya no pertenecía a Ricciardi porque había sido
enajenada, indica el fallo. Lo recaudado no fue suficiente. Pero Ricciardi parecía
no dispuesto a seguir endeudándose: inició una causa para suspender provisionalmente la
cuota alimentaria. El 13 de diciembre del 95, el Juzgado Civil 7 le concedió
parcialmente el pedido: Ricciardi dejaba de pagarle a María Cristina y reducía la cuota
de Alejo.
Mientras las órdenes y contraórdenes judiciales continuaban, Ricciardi le adjudicaba su
mala fortuna a causas ajenas. Este fue el argumento que usó para explicar el traspaso de
su empresa. La joyería se transfirió en forma mayoritaria a manos de su actual esposa y
de dos off-shore, la International Valores SA, del Uruguay, y Parisan Investments SA, de
Panamá. Ante las preguntas de la Justicia, Ricciardi siempre respondía lo mismo:
indigencia económica. La Cámara dudó de su duro pasar porque no se
compatibiliza con su elevado modo de vida. Un rastreo de testigos indicó que seis
fundaciones recibieron donaciones de objetos preciosos de la joyería. En la causa
también el síndico Francisco Bosch habló de simulación enfatizando el traspaso
sospechoso de la joyería. En la saga del desprendimiento hubo también un
caballo, Lord de Grey, un pura raza que Ricciardi dijo comprar por encargo de un amigo.
Para la Justicia esa explicación fue poco creíble y buscó en definitiva
eludir elcumplimiento de las sentencias civiles. Nunca justificó además el
destino de esas supuestas ventas. Ahora es el fallo de la Cámara que explica todos
aquellos silencios: La inverosímil postura ensayada por el imputado, pretende
presentar un cuadro de insolvencia patrimonial originada por motivos ajenos a su voluntad,
producto de los diversos juicios entablados por su ex cónyuge. Además de los dos
años de prisión en suspenso, Alejo Uber recibirá de su padre 30 mil dólares por daño
moral. El resarcimiento económico seguirá su curso en un juicio civil.
LOS EX MARIDOS QUE BUSCAN ZAFAR DE SU
RESPONSABILIDAD
Siete de cada diez no pagan
Por Mariana Carbajal
La insolvencia
fraudulenta es un artilugio al que recurren con frecuencia los padres
divorciados para no pagar la cuota alimentaria, según coincidieron varias especialistas
en Derecho de Familia consultados por Página/12. No son pocos los que, como Uber
Ricciardi, tratan de evadir por cualquier medio el pago de alimentos: siete de cada diez
mujeres separadas que inician juicios contra sus ex maridos no consiguen cobrar la cuota
fijada por el tribunal, según datos de la Cámara Civil. Para la abogada Carmen
González, estas cifras y el caso del joyero evidencian las fallas de una
legislación que deja en franca desprotección a las madres. El problema es de tal
magnitud en el país que mujeres de distintas ciudades se han agrupado para reclamar la
sanción de una ley y periódicamente escrachan públicamente a los deudores. Como ocurre
en Mar del Plata, donde muestran fotos de los padres incumplidores en la céntrica plaza
San Martín, o en la sureña Caleta Olivia, donde los denuncian en los medios de
comunicación locales.
Es frecuente que los padres pobres que trabajan en negro cambien de empleo y los
ricos se insolventen, precisó González, presidenta de la Comisión de la Mujer de
la Asociación de Abogados de Buenos Aires, aunque aclaró que también hay padres que
pagan sin la imposición judicial. Van sacando los bienes de su patrimonio como el
vaciamiento de una empresa, detalló la abogada Leonor Vain, profesora de la UBA.
En el país, la ley 13.949 pena con un mes a dos años de prisión a los padres que no
cumplen. Pero habitualmente hay pocas condenas. En general, muchos jueces consideran
que si el demandado paga una cuota mínima no hay delito. Sin embargo, últimamente se
observa una nueva actitud jurisprudencial en tribunales de primera instancia que están
condenando a los deudores aunque el incumplimiento sea parcial, a penas privativas de la
libertad o a cumplir tareas comunitarias aplicando la probation, señaló González.
No soy partidaria de las penas de prisión efectiva pero a veces sirven para
presionar al deudor, ante la falta de otra herramienta legal para obligarlo a pagar,
agregó la abogada. En Inglaterra, Francia y varios estados de EE.UU., el Estado paga a la
mujer la cuota mientras no la percibe de su ex marido y persigue al moroso.
El vacío legal en la Argentina podría cubrirse si se aprueba un proyecto de ley con
media sanción de Diputados que impulsa la creación de un Registro Nacional de Morosos de
la Cuota Alimentaria. La idea es que los padres que se atrasen en el pago tengan
dificultades para iniciar cualquier tipo de operación comercial. La iniciativa, sin
embargo, duerme hace dos años en el Senado. Apoyamos la creación del
registro, señaló a este diario Patricia Adoricio, fundadora del Movimiento
Solidario en Defensa de los Derechos de la Infancia (Mosddi), de la ciudad santacruceña
de Caleta Olivia, que agrupa a casi un centenar de mujeres que no consiguen cobrar la
cuota. Adoricio logró que la Justicia embargue parte del sueldo de su ex marido, empleado
de una empresa petrolera, después de hacer una huelga de hambre. También propician la
creación del registro las integrantes del movimiento marplatense en Lucha por el
Cumplimiento de la Cuota Alimentaria, formado el 7 de junio del 97 en la parroquia
San Carlos Borromeo a partir de una convocatoria comunitaria. El primer día
vinieron 77 mujeres. Hoy ya pasaron por nuestro grupo más de 470, precisó Mónica
Roldán. Periódicamente realizan un escrache público con las fotos de los deudores en la
plaza San Martín.
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