Tarde de película en
el conurbano
Entre balazos y choques múltiples, dos ladrones persiguieron a su
víctima, pero terminaron seguidos ellos por la policía.
Por Horacio Cecchi
Oscar Loustannau tiene 45
años, pero nació de nuevo. Se dio cuenta el martes pasado, a las 14.50, en Almirante
Brown y Triunvirato, Temperley, cuando se apoyó contra su Renault 19 para filosofar por
unos segundos, masticando la adrenalina que le subía y le bajaba desde la boca del
estómago. Hacía apenas un instante, su auto había chocado contra una camioneta y un
colectivo, después de que dos tipos lo persiguieran a los tiros en un Fiat Uno a lo largo
de 30 cuadras, para robarle el dinero retirado del banco, e hirieran de dos disparos a un
amigo que lo acompañaba. Después del choque, los dos tipos intentaron consumar el robo,
pero apareció un patrullero y se reinició la carrera, sin Loustannau. Todo terminó a
las diez cuadras, con los delincuentes detenidos, después de que también chocaran contra
un Renault 11, e hirieran gravemente a un bebé.
Eran las 14.30 cuando Loustannau, comerciante en su vida anterior, salió de la sucursal
Adrogué, del Galicia. En su bolsillo llevaba una suma chica de dinero. Lo acompañaba un
amigo, el oficial de la Fuerza Aérea Roberto Bevilaqua, de 40 años, que llevaba un
attaché con papeles personales. También Bevilaqua, en cuestión de minutos, iba a nacer
de nuevo, aunque con dos marcas de nacimiento: dos agujeros de bala, uno en un brazo y
otro en un hombro.
Pero nada de esto imaginaban Loustannau y su amigo. Tampoco que a 50 metros los seguía un
Fiat Uno blanco, con dos hombres en su interior. Recién lo comprendieron cuando, al tomar
por la avenida Espora, desde el mismo Fiat que chirriaba sus gomas, les empezaron a llover
las balas. Loustannau apretó el acelerador y Bevilaqua supo que le habían dado.
La continuación de Espora, en el partido de Temperley, pasa a llamarse Almirante Brown.
Tres minutos después, también por Almirante Brown, vieron pasar como dos bólidos a un
Fiat Uno detrás de un Renault 19. A casi cien por hora, Loustannau no vio ningún
semáforo en rojo o no se detuvo a analizar colores. El único rojo que veía era la
sangre de su amigo. Lo único que quería era que les pasara algo confesó
Loustannau a Página/12, que no nos persiguieran más. Intentaba maniobrar para que no se
nos pusieran al lado. Uno de los tipos se sentó en la ventanilla y disparaba desde ahí.
La prueba de las maniobras es que le pegó dos tiros al capot de su auto.
La persecución se prolongó a lo largo de unas treinta cuadras. En la esquina de
Almirante Brown y Triunvirato, Loustannau intentó esquivar dos autos detenidos en el
semáforo. En la maniobra perdió el control y chocó primero contra un colectivo y una
camioneta Ford Courier, conducida por Gabriel Santorufo. El golpe fue contundente.
Loustannau quedó shockeado en su asiento; Bevilaqua se apretaba las heridas y el
maletín, al que los delincuentes imaginaban lleno de dinero, estaba por pasar de manos:
los dos asaltantes, armados con una 11.25 y una Bersa de 9 milímetros, se apearon
paladeándose. Sólo debían tomar el maletín y escapar. Pero, en la misma esquina había
una camioneta de la seccional 3 de Temperley, con tres policías. No hizo falta mucho para
que a los de la Bonaerense se les dibujara la escena. Tampoco a los dos sujetos, que
abandonaron la idea del dinero y corrieron al Fiat, que de perseguidor trastrocó a
perseguido.
Aunque la carrera que siguió, a lo largo de diez cuadras de calles internas por el barrio
La Perla, aparece devaluada frente a la anterior, no estuvo exenta de chirriar de gomas y
disparos. Finalmente, el Fiat Uno chocó contra un Renault 11, conducido por Daniel
Fanisa, en el que viajaba su hijo de un año y medio, que resultó gravemente herido.
Después del choque, según el subcomisario Jorge Oquendo, Carlos Gorosito y Roberto
Encina intentaron resistirse pero no tuvieron tiempo. Recién entonces, todo empezó a
volver a la normalidad.
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