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Para Japón ayer empezó de nuevo el subibaja del yen y de la Bolsa

La alegría por el alza bursátil se fue en un día. Y con la suba del yen respiran los bancos pero se afecta a las exportaciones.

 

Las acciones japonesas volvieron ayer al primer casillero en la marea descendente de la Bolsa.

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t.gif (67 bytes)  La Bolsa de Tokio perdió ayer todo lo que había ganado el día anterior. Cerró con un descenso del 5,8 por ciento, a causa de la caída del dólar durante la noche. La advertencia a los mercados del presidente de la Reserva Federal estadounidense Alan Greenspan sobre los peligros de un debilitamiento de la economía de Estados Unidos provocó la recuperación de la divisa japonesa frente al dólar, la más importante registrada en 25 años. Pero lo que es una buena noticia para los bancos, es un duro golpe para las industrias japonesas que viven de las exportaciones, de las que dependen para mantener los puestos de trabajo en sus fábricas. Y los tres principales bancos japoneses de crédito anunciaron que a partir de hoy reducirán su tasa de interés en 0,2 puntos a 2,3 por ciento anuales por primera vez en cuatro meses. El debilitamiento del dólar repercutió en las monedas europeas.
El fortalecimiento del yen suaviza el peso de los préstamos acordados por las filiales extranjeras de los bancos japoneses. Pero los grandes exportadores fueron duramente atacados. El constructor automovilístico Honda, que vende más autos en Estados Unidos que en Japón, cayó 12,9 por ciento y su rival Nissan 11,7 por ciento. El grupo electrónico Sony perdió 8,7 por ciento, Fuji Film 10,9 por ciento a 4100 yenes y el grupo de óptica Minolta 13,4 por ciento.
“A mediano plazo, un yen fuerte debería afectar a las empresas japonesas, acelerar la caída de la economía hacia la deflación y tendrá por consecuencia el incremento de la deuda en los bancos”, estimó Andrew Shipley, economista en el banco Shroders Japan. “Lo que ocurrió está en función de la economía estadounidense: la percepción de riesgo en torno del sector financiero y la dirección de la política monetaria”, dijo Russell Jones, jefe economista en Lehman Brothers Japan. Los cambistas consideran que el dólar puede caer aún más, y algunos creen que puede llegar a 113 yenes.
Fue el anunciado plan de inyectar dinero estatal en el debilitado sistema bancario japonés lo que ayudó a impulsar los precios de las acciones que habían subido un 6 por ciento el miércoles. La pregunta es ahora hasta qué punto los políticos aportarán las altas sumas necesarias para evitar un desplome financiero. “Se necesitaría canalizar al menos 30.000 billones de yenes hacia el sector bancario, pero sospecho que los políticos no estén dispuestos a comprometerse a utilizar tanto dinero de los contribuyentes”, afirmó Koyo Ozeki, vicepresidente de Merrill Lynch Japan. El país había caído el sábado bajo fuertes presiones del Grupo de los Siete países más industrializados del mundo para que reforme el sector financiero con inyecciones de fondos públicos.
Las monedas europeas sintieron el golpe del debilitamiento del dólar. La divisa norteamericana cruzó el límite psicológico de 1,60 marcos, el más bajo desde enero de 1997. La caída actual no hace más que acentuar el debilitamiento iniciado en agosto a raíz de la crisis rusa, que rápidamente contaminó a los mercados emergentes y terminó amenazando a la economía norteamericana. Las declaraciones del miércoles de Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal norteamericana, lo único que consiguieron fue exacerbar el pesimismo del mercado.

 


 

EL FRACASO COMUNISTA FAVORECE A LA CENTROIZQUIERDA
Candidato rosa a la presidencia rusa

t.gif (862 bytes) Todos los diarios rusos coincidieron ayer al decir que en la jornada de protesta del miércoles, preparada desde hacía más de medio año, sólo logró movilizar a los seguidores más tradicionales de los sindicatos y los comunistas. La crisis financiera sin precedentes que atraviesa el país, con una moneda que perdió el 60 por ciento de su valor desde agosto y una inflación que alcanzó más del 40 por ciento en septiembre, no hizo salir a la calle a más gente de lo habitual. El día en que el líder comunista, Guennadi Ziuganov, debía saborear un triunfo tantas veces anticipado, fue el carismático alcalde moscovita Yuri Luzhkov quien sacó el mayor provecho del descontento de la población y fue proclamado candidato presidencial para el 2000.
Los comunistas se tuvieron que enfrentar ayer con las acusaciones de que, como en anteriores jornadas de movilización nacional, no fueron capaces de congregar, ni siquiera con ayuda de los sindicatos, a una mínima parte de los 40 millones de personas que prometieron que se iban a unir a las protestas, ya fuera en la calle o en los centros de trabajo. Las reivindicaciones no eran nuevas: pago de las pensiones y los salarios atrasados y la renuncia del presidente Boris Yeltsin. Luzhkov, sin tener que rendir cuentas porque las masas no respondieron como se esperaba, se encontró con que Mijaíl Nagaitsev, presidente de la federación sindical de Moscú, anunciase que los sindicatos apoyarán su futura candidatura a la presidencia .
El dirigente ultranacionalista Vladimir Zhirinovski aseguró, por su parte, que Luzhkov “puede ser un líder del centro-izquierda más fuerte que Ziuganov”. Según Zhirinovski, en el año 2000 –que es para cuando están previstos los comicios presidenciales–, “sería más fácil batir a Lébed, el gobernador de Krasnoyarsk, o a Yavlinski, el líder del partido liberal Yábloko, que a Luzhkov”. Precisamente, Lébed es el principal rival del alcalde de Moscú para esa cita presidencial, que podría adelantarse si Yeltsin fuera incapaz de mantenerse en el Kremlin hasta el fin de su mandato. Ambos están en la órbita nacionalista y ofrecen una imagen de energía que muchos rusos creen que necesita su país en estos tiempos difíciles que corren. El general retirado Lébed, que contó durante su campaña con la ayuda económica del maquiavélico magnate Borís Berezovski, criticó también que Luzhkov haya lanzado la idea de un bloque de centroizquierda. “Hay que preocuparse por toda la nación”, señaló, “y no sólo por la izquierda, la derecha o el centro”.
La tranquilidad fue otro de los balances de la protesta. Según el politólogo Alexandr Tsipkó, “nadie quiere morir por la justicia o una bella causa”, y “el temor a perder la vida o la familia es más fuerte que el odio hacia el poder político”. Pero, si las cosas no cambian, añade, los “peores escenarios pueden hacerse realidad”. “Y que Dios nos asista entonces”, concluye. Pero no parece que la situación esté madura para una revuelta social.

 

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