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Los caballeros del Congreso contra el impúdico Bill

La sesión en la que se decidió el inicio del proceso de destitución contra Clinton estuvo lleno de cortesías y formalidades.

Henry Hyde, líder del Comité Judicial del Congreso.
Es uno de los caballeros del hemiciclo inquisidor.

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Por Martin Kettle desde Washington

t.gif (67 bytes) Mientras el presentador de la Cámara baja del Congreso norteamericano se levantaba para leer la resolución histórica, un número apareció en la esquina superior derecha de la pantalla. Este hombre de traje gris, llamado Paul Hays, recitó la resolución 581. Después de atravesar por una maraña de subsecciones y subcláusulas, la resolución llegó a su parte verdaderamente seria, donde se llamaba a investigar “si existen suficientes motivos para que la Cámara de Representantes ejercite su derecho constitucional para destituir (impeach) a William Jefferson Clinton, presidente de los Estados Unidos”. El número en la pantalla mostraba que el índice Dow Jones de Wall Street había bajado 92 puntos, y eran sólo las 11 de la mañana.
En el asiento del presidente, con una enorme bandera estadounidense suspendida detrás suyo, el presidente de la Cámara baja, Newt Gingrich, golpeó con su martillo y llamó al “caballero de Illinois” al estrado: el republicano Henry Hyde, presidente del Comité Judicial de la cámara. También llamó al equivalente del otro lado, John Conyers, y a los voceros de ambos, para que expusieran sus argumentos.
Había aquí un buen elemento simbólico. En el proceso que podría llevar a la destitución de Clinton, Gingrich dice poco; pero está omnipresente y maneja todos los hilos importantes. Como Hyde comentó recientemente, las decisiones mayores están hechas “por encima de mi categoría de sueldo”. Quiso decir que están hechas por Gingrich. “Estamos hoy por votar sobre una resolución histórica,” dijo Hyde al comienzo del debate de dos horas que fija la etapa más reciente en un proceso que podría eliminar los resultados de las elecciones de 1996. “Permitamos siempre que la cortesía sea nuestro lema.”
Las antiguas formalidades del Congreso de los Estados Unidos suenan aún más extrañas que las del Parlamento inglés. El Congreso se siente moderno, pero sus procedimientos formales parecen rígidos y desubicados. “Es un gusto para mí conceder tres minutos al distinguido caballero de Pennsylvania”, dijo Hyde llamando a Paul McHale, un demócrata que dejó en claro que votaría con los republicanos a favor de la destitución, basada en el supuesto perjurio cometido por Clinton cuando intentaba esconder su romance con la ex pasante de la Casa Blanca, Monica Lewinsky. El señor McHale recompensó al señor Hyde por su generosidad. “Cuando uno toma un juramento, debe respetarlo,” dijo. Las acciones de Clinton habían sido “depredadoras, inconscientes y de una arrogancia avasallante”, dijo el señor McHale, y concluyó: “Pido un voto afirmativo”.
Luego el que se expidió a los gritos fue Robert Wexler, uno de los demócratas más fieles a Clinton. Wexler llamó a las investigaciones “una inquisición ajena a los valores estadounidenses” y dijo lo que refleja la opinión pública: “La economía global se está derrumbando, y nosotros estamos hablando de Monica Lewinsky. Hay genocidio en Kosovo, y nosotros hablamos de Monica Lewinsky”. El diputado agregó que “el presidente traicionó a su esposa, pero no al país. Que Dios ayude a esta nación si no podemos ver la diferencia”. Hubo una ronda de aplausos desde la banca de Wexler. El Dow Jones ya había bajado 167 puntos, según informaba la pantalla silenciosamente.
William Delahunt, de Massachusetts, se quejó de que nadie en la Cámara había leído los documentos relevantes al tema. El señor Hyde se levantó para darle una reprimenda. El equipo de los miembros republicanos ya los había leído, dijo Hyde, mientras que varios demócratas no se habían molestado en enviar a sus empleados a buscar los documentos. “Es parte de nuestro trabajo como legisladores diagnosticar amenazas a la democracia y eliminarlas,” dijo Bob Barr, un representante por Georgia que ha estadotratando de destruir a Clinton hace más de un año y que fue el primer legislador en pedir la destitución de Clinton, tres meses antes de que cualquier persona en el Congreso hiciera mención de Monica Lewinsky.
“Este es el albor de una nueva era en el gobierno americano,” anunció. Podría estar en lo cierto. Un voto a favor de la destitución se consideraba seguro. En la pantalla, el Dow Jones ya había bajado 270 puntos.

 

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