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La décima fecha del Apertura comenzó con un partido entretenido, que mantuvo la incertidumbre hasta el final. Sólo hubo dos goles pero podrían haber sido más. A la gente de Vélez le quedó el sabor a desencanto del penúltimo remate: Cordone cortó hacia adentro y desde la izquierda y con derecha, la puso a colocar y fue travesaño cuando el manotazo de Castellano no había llegado. Pero los de Gimnasia pueden decir que el último tiro, el del final que no les salió, fue de ellos: la volearon en el fondo, la corrió Juárez, que madrugó a Méndez y De Lafuente que no salió y, solo, le pegó mal. Hubiera sido un desastre, porque, injustamente, había gente de Vélez en las tribunas, muy enojada. Un par de malos resultados hacen olvidar a algunos cinco años, se quejó Pandolfi. Y tiene razón. Pudo haber ganado Vélez porque llegó más que Gimnasia: ocho oportunidades contra tres o cuatro. Pero nunca hubo avasallamiento; los de Manfredi fueron ordenados, prolijos y, cuando se inspiró Morales Santos, peligrosos para una defensa que dudó varias veces. El primer gol fue un golazo haya habido o no offside de Juárez, y hubo otras jugadas limpias en el segundo: taco del paraguayo y zurdazo de Boasso; centro de Piro y cabezazo de Lobo, que pudieron haber sido. Claro que Vélez lo había tenido reiteradamente, sobre todo por la movilidad del Turquito Husain, muy incisivo y autor del gol. Así, antes del empate, Pandolfi la puso una vez en el travesaño, Cubero (antes y después) definió mal en último toque dos veces, y Camps no anduvo derecho a la hora de definir. Porque pareció que el embudo que colocó Vélez enfocado contra el arco jujeño estaba tapado, obstruido. Hay veces que pasa, como anoche. ¿El Lobo? Está.
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