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Por Pablo Plotkin Para muchos no es más que el trompetista-payaso del programa de Roberto Pettinato, escondido bajo el apodo de Gillespi. En el ambiente televisivo, muchos saben que, además, era el Aníbal Hugo que entregaba informes incoherentes y delirados sobre partidos de fútbol en "Orsai a medianoche", aquel programa que mezclaba las químicas dispares de Pettinato y Gonzalo Bonadeo. Para aquellos que conocen medianamente el paño del rock, Marcelo Rodríguez es, en cambio, el trompetista que tocó en Sumo, Divididos, Las Pelotas, Willy Crook, Caballeros de la Quema y Charly García, entre otros. Por eso, después de tanto participar en proyectos ajenos, este artista impredecible está enfervorizado por la edición de Ultradeforme, su debut solista, un compact que mezcla su devoción por el jazz cool al estilo de Miles Davis con su costado más pop. "El disco tiene un sonido muy laburado", dice, mordisqueando un puro. "Si escuchás bien, hay audio digital, ruidos de animales, minas en bolas... Es una demencia, una madeja de instrumentos interesantes". El martes intentará demostrarlo en La Trastienda, mientras se repone de la decepción por la suspensión del show que el lunes iba a concretar la Dave Matthews Band, suspendido a último momento: iba a ser el músico soporte. Gillespi habla de todo esto, además de anunciar, envalentonado, que ya en noviembre volverá a los estudios para registrar su segunda producción como solista. --¿Cómo fue que derivó en humorista? --Yo siempre fui un buen payaso. Hacer bromas, buscar cosas medio grotescas, eso siempre lo hice en los grupos, en camarines. Petti lo vio y me dijo que lo tenía que hacer en tele. En ese sentido tuvo visión, porque tan mal no me fue. --¿Se considera más un músico o un humorista? --La música es una necesidad espiritual que tengo; el humor, no. La música es una cosa más elevada; el humor es el dialéctico vulgar de todos los días. --Pero la mayoría de la gente lo conoce por su trabajo en TV... --Sí, lo lamento por la gente, y por mí también. Ahora prefiero que me conozcan por el disco. --¿Cómo es que llega al rock? --Lo más grosso que me pasó fue cuando lo conocí a Luca (Prodan, líder de Sumo). Me impresionó mucho. Yo tenía 20 años y él era un personaje muy extraño. Le conté que tocaba la trompeta y me dijo que hablara con Pettinato. Hubo afinidad y me convertí en una especie de clásico: había ciertos temas en los que tocaba siempre. Después murió Luca, a fines del '87, y eso se terminó. --¿En qué quedó su relación con las bandas que ha integrado? --Quedó muy bien, pero me llegó el momento de hacer mi fiestita. De tanto ir con la botellita bajo el brazo a los asaltos dije "bueno, ahora lo hago yo". Hace quince años que estoy tocando con un grupo y con otro, me dije: "¿Cuándo lo voy a hacer, cuando tenga cincuenta años y no lo pueda tocar en vivo?". --¿Qué le pareció su disco cuando lo escuchó terminado? --Dije ¿y este monstruo qué es?. Realmente tomó una forma indomable. Es un disco muy variado, en cuanto a onda y a músicos. Participan 16 músicos de ondas muy distintas: Germán Daffunchio (Las Pelotas), Pedro Aznar, Andrea Prodan (hermano de Luca), el Mono Fontana, etc. --Usted cantó en un par de temas. --Sí, lamentablemente para la gente canté. Y eso que no tengo cuerdas vocales, tengo hilo sisal. --¿Prepara algo especial para el show del martes? --Voy a hacer un show largo, muy tocado, con muchos músicos invitados. Lástima que se suspendió lo del lunes: ahí iba a regalar globos y papel picado. --¿Les presta atención a las críticas? --Y sí, cómo no. Pero están saliendo críticas buenas que me sorprenden, porque siempre está el prejuicio del tipo-de-la-televisión. Yo no sé qué dirían si Riquelme, el de Marcelo Tinelli, sacara un disco. Y, de repente, tener un enemigo que habla pestes, a mí me molesta. Pero no hago cosas para la crítica. Si especulás con eso vas muerto, terminás haciendo lo que no querés. Además, los críticos... son bichos.
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