SAUDADES PERIODÍSTICAS La apertura de la economía golpeó duramente a los diarios y canales de Brasil y una seria ola de despidos inauguró el ajuste de un sector sobredimensionado que no pagaba sus cuntas. |
Por Enrique Boero Baby Sin llegar a situaciones trágicas como la planteada por el presidente Carlos Menem cuando del asesinato del fotógrafo José Luis Cabezas ("El periodismo en la Argentina es una profesión muy peligrosa", dijo entonces el Presidente, con la intención de despegarse políticamente del crimen), ser periodista en Brasil se está convirtiendo en una ardua tarea, pero por la propia dificultad de mantenerse empleado en un mercado en crisis. En las últimas dos semanas, grandes medios brasileños provocaron un verdadero terremoto en el mercado periodístico. La red de televisión carioca Manchete echó, hace diez días, a 300 personas de su sede en Río de Janeiro, anunciando que no tiene dinero para pagar indemnizaciones. "Nos dijeron que, si queremos cobrar, que vayamos a la Justicia", relató una directora de periodismo ahora con tiempo de disfrutar sus caminatas por Ipanema. El lunes pasado, el tradicional periódico Jornal do Brasil despidió a toda su dirección, que estaba integrada por periodistas de la talla de Marcelo Pontes, Paulo Totti y Marcelo Beraba, algo así como si los diarios argentinos se deshicieran de Roberto Guareschi, Joaquín Morales Solá y Horacio Verbitsky de un saque. La sensación de la redacción es que los llamados a pasar por el departamento de personal van a ser más. La crisis alcanzó también al más sólido, financieramente, de los diarios brasileños. O Globo echó el jueves pasado a 150 personas, de las cuales 16 son periodistas. Y la todopoderosa TV Globo, dueña absoluta del 50 por ciento de rating en prácticamente todos los horarios, pretende hacer un corte de un 30 por ciento de sus 8000 empleados. Por lo pronto, redujo en un 30 por ciento los sueldos de buena parte de sus creativos de series y telenovelas para tenerlos stand by hasta fin de año, cuando debe concretar el guadañazo. La debacle no se limita a Río de Janeiro. Hace tres meses, uno de los dos principales periódicos de la capital paulista, O Estado de Sao Paulo despidió a más de 50 periodistas. Zero Hora, de Porto Alegre, echó a 270 empleados, de los cuales 50 eran periodistas. El último lanzamiento editorial en diarios de Brasil, el deportivo Lance (similar al argentino Olé) fusionó sus redacciones de San Pablo y Río y tercerizó su departamento de fotografía. Si bien es cierto que las dimensiones de las redacciones en Brasil aventajan en varios cuerpos al número de escribas argentinos, esto se explica en parte por la distinta necesidad de cobertura que se plantea en el país vecino. Todos los grandes diarios de Río y San Pablo tienen que mantener una segunda redacción en Brasilia, sede de las decisiones políticas. Y a la vez deben tener una fuerte cobertura en el otro centro de informaciones que no sea el de su casa matriz. Así como O Globo, de Río, tiene una fuerte cobertura informativa de los sucesos económicos que se desarrollan en San Pablo, Folha de Sao Paulo debe informar sobre lo que ocurre en el balneario más conocido de Brasil. Y ambos tienen que tener redacciones en Brasilia. O Estado de Sao Paulo, por ejemplo, tiene 50 periodistas destacados en el Distrito Federal. Parte de la crisis se debe a los cambios producidos recientemente en la relación de los medios de comunicación con los distintos actores económicos. Cambios producidos, justamente, porque cambiaron esos actores. La crisis mundial alcanzó de lleno al mercado editorial solamente en este segundo semestre de 1998. "Hasta mayo de este año, teníamos una facturación publicitaria muy buena", afirma un ex director de medios, aclarando que la perspectiva que se tenía hasta ese entonces era que el país seguiría creciendo, y que por eso se habían hecho fuertes inversiones en maquinarias. "Después de mayo, la facturación empezó a caer, junto con las ventas. Lo que está sucediendo ahora es el primer paso de ajuste como previsión de la recesión que sucederá el año que viene." El descalabro económico de Jornal do Brasil y de Manchete son anteriores. El diario tiene una deuda a largo plazo de 350 millones de dólares, y la televisora roza los 500 millones e incluso, luego de años de indefiniciones de su fallecido creador, Adolfo Bloch, sobre su venta, tiene hoy en la Justicia una causa para determinar quién es su real propietario. Son deudas que empezaron a generarse y engordar en un Brasil distinto al actual, con una economía cerrada y totalmente estatizada, en la que los dueños de medios tenían como principales interlocutores al presidente del Banco do Brasil (el principal prestador) y a los ministros de Energía y Telecomunicaciones. Antes de las privatizaciones de las redes de electricidad y de los teléfonos, las millonarias deudas asumidas por los medios con sus costos fijos (los diarios con la electricidad y los canales de televisión con las telecomunicaciones, principalmente) se arreglaban llamando a tal o cual ministro, o incluso el presidente de la República. Hoy en día, al otro lado de la línea casi no se habla portugués, y mucho menos se entiende cualquier tipo de pagadiós.
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