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Una multitud de mochilas y bolsas de dormir desplazó los escritorios y los pizarrones de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Las aulas fueron improvisadas habitaciones para los cuatrocientos alumnos universitarios de todo el país que confluyeron, durante el fin de semana pasado, en el Segundo Encuentro Estudiantil Nacional Opositor. Discutir el papel de las agrupaciones opositoras, plantear un modelo alternativo de educación y conmemorar el 31º aniversario de la muerte del Che Guevara fueron los ejes de un congreso que, organizado por la Secretaría de Bienestar Estudiantil de la FUA, mezcló charlas y debates, expositores invitados y hasta murgas y batucadas, pero siempre apuntó a un mismo enemigo, bien definido y denunciado desde todas las agrupaciones independientes y de izquierda convocadas: el poder del brazo universitario del radicalismo, Franja Morada. Pese a que reconocieron su actual incapacidad para cambiar el rumbo de la conducción estudiantil, sueñan con una universidad diferente, más cerca de las necesidades populares. "Queremos ser una oposición con identidad y articular herramientas de lucha a nivel nacional", dijo a Página/12 Víctor Ventrici, de la lista Unidad Estudiantil y presidente del centro de estudiantes de la Regional Avellaneda de la Universidad Tecnológica Nacional. "Nos reunimos para debatir las posibilidades de las agrupaciones opositoras dentro de una universidad elitista, hoy hegemonizada por los radicales de Franja Morada", explicó Alberto Vivanco, coordinador del encuentro, que tuvo su primera versión en Córdoba en junio pasado, en el marco de los festejos por el 80º aniversario de la Reforma Universitaria. Los alumnos opositores --que llegaron desde Córdoba, Santa Fe, Tucumán, Neuquén, San Luis y otras localidades del interior-- analizaron el papel de la enseñanza superior y reiteraron incansablemente sus críticas a la actual conducción de la FUA, bajo la versión universitaria de la Alianza UCR-Frepaso que se impuso en marzo último. "La idea es construir y recuperar una universidad al servicio del pueblo, donde nuestros conocimientos puedan volcarse a las necesidades de la gente", opinó Marcelo Zúñiga, secretario de Bienestar Estudiantil de la FUA y presidente de la Federación del Comahue. "Franja Morada está asumiendo una actitud defensiva, porque su poder está disminuyendo. Aunque todavía carecemos de una herramienta fuerte para debilitar su hegemonía, confiamos en que, con actividades concretas, lo vamos a ir logrando lentamente", se esperanzó Vivanco. "Los que creemos que existe otro modelo de universidad, más justa y democrática, debemos demostrar que se puede organizar una conducción alternativa", señaló Pablo Blank, secretario general del centro de estudiantes de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, de la agrupación Participación y Resistencia Estudiantil. "El encuentro opositor fue un espacio de debate, donde pudimos discutir problemáticas comunes a todos: la Ley de Educación Superior, la falta de presupuesto o el endeudamiento de las universidades a través de los planes FOMEC", explicó Zúñiga. Precisamente la Ley de Educación Superior fue discutida durante todo el encuentro, donde los estudiantes describieron las experiencias de sus provincias en la lucha por evitar su instrumentación. "La Federación Universitaria Tecnológica no representa a los estudiantes y no hizo nada para detener el avance de la ley. Nosotros fuimos los que presentamos un recurso de amparo", protestó Ventrici. Y, para Zúñiga, "Neuquén se ha constituido como un bastión nacional de resistencia a la ley", después de que los estudiantes lograron frenar, con marchas y protestas, las reformas que el gobierno local había empezado a aplicar en los estatutos de la Universidad del Comahue. La inauguración del congreso se hizo el sábado en las aulas que prestó la Facultad de Medicina de la UBA. Todo empezó con la charla debate "Reconversión de las universidades argentinas: políticas de la resistencia versus resistencia opositora", en la que participaron docentes, autoridades de facultades del interior del país y consejeros estudiantiles (los profesores Rubén Dri y Luis Díaz Molano, entre muchos otros). Luego, se hizo un acto en la esquina de Corrientes y Callao: batucadas y murgas bailaron en defensa de la educación pública. Y la jornada finalizó a la noche, con una gran fiesta. El domingo, también en Medicina, los titulares de la cátedra libre Che Guevara (Manuel Gaggero, Luis Mattini y Alberto Plá) y la periodista Claudia Korol hablaron sobre "El pensamiento político del Che y la práctica política en los 90". Por último, previa mudanza a la Facultad de Ciencias Sociales, se hizo un plenario de cierre donde se discutió la actualidad del movimiento estudiantil y se acordaron los pasos a seguir en el futuro más inmediato. "Decidimos hacer un encuentro nacional en noviembre, para el que también vamos a invitar a los docentes. El objetivo es elaborar un documento de diagnóstico de la situación de la universidad y organizar una gran brigada de trabajo solidario, que tenga alcance en todo el país", explicó Vivanco. Cuando se trata de ir a la biblioteca, los estudiantes no tienen más remedio que conformarse con poco. Pese al vistoso despliegue de computadoras y a las promocionadas conexiones con Internet, el grado de informatización que poseen las bibliotecas universitarias es muy pobre: el 77 por ciento no automatizó la totalidad de sus catálogos de libros y revistas, el préstamo de textos, los servicios de referencia para la búsqueda de títulos y el control de la gestión administrativa. En síntesis, sólo el 3 por ciento de ellas ofrece un nivel medio de servicios informatizados, según un estudio del Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas (UBA) que concluyó el mes pasado. "Para que las bibliotecas puedan acceder al circuito de información internacional, tienen que estar automatizadas y adaptadas a los estándares universales, necesarios para intercambiar y procesar los datos. En la actualidad, todas las bibliotecas académicas están en un nivel primario de informatización", alertó Nicolás Tripaldi, codirector de la investigación que abarcó a treinta bibliotecas académicas, públicas y privadas, de la Capital y el Gran Buenos Aires, y reveló una alarmante carencia de inversiones en tecnología de computación. Más en detalle y prodigando porcentajes, los resultados del estudio muestran que el 77 por ciento de las bibliotecas universitarias no computarizó sus catálogos bibliográficos completos; que el 87 por ciento no controla con sistemas informáticos el préstamo y la circulación de los libros; y que el 97 por ciento tampoco automatizó ni el servicio de referencias para orientar a lectores y alumnos, ni las tareas de administración. "El problema no es sólo la falta de recursos. Es, sobretodo, la ausencia de políticas adecuadas de inversión, tanto en las universidades públicas como en las privadas, como en el resto de las bibliotecas populares o educativas", comentó a Página/12 Elsa Barber, directora del trabajo. Desde la biblioteca de la Facultad de Medicina de la UBA, María Teresa Di Bietro reconoció: "Todavía estamos en una etapa de desarrollo de la informatización. Para principios del año que viene esperamos tener automatizados los catálogos y los préstamos. Por ahora, hay sólo dos computadoras para acceder a Internet, pero no están disponibles para los estudiantes". "Que una biblioteca esté llena de computadoras y conectada con Internet no significa que esté informatizada --aclaró Barber, también titular del Departamento de Bibliotecología de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA)--. De hecho, la mayoría tiene el hardware necesario, pero no ha invertido en lo más importante, el software. Y sin los programas adecuados no se puede realizar la automatización global de una biblioteca." El 42 por ciento de las unidades estudiadas trabaja con el programa Microisis, cuya mera difusión confirma la falta de inversión: se trata de un programa distribuido en forma gratuita por la Unesco. Además, sólo la mitad de las bibliotecas que lo utilizan hizo evaluaciones para chequear su funcionamiento. El coordinador de la biblioteca de Ciencias Sociales (UBA), Jorge Elbaum, aceptó que "el programa de la base de datos es el Microisis e incluye sólo los libros y no las revistas". Y, desde la Universidad de Lanús, Elvira Lofiego contó: "Todavía no tenemos un software integrado para organizar la biblioteca. Por ahora usamos Microisis. La base de datos incluye libros y publicaciones periódicas. El objetivo es tener un software que, además del catálogo, incluya el control de préstamos, de consultas y de la administración". "El mayor inconveniente del programa Microisis --advirtió Barber-- es que funciona como una base de datos y no como un sistema integrado de gestión bibliotecaria. E impide la adaptación a los estándares internacionales que permiten compartir la información." La ausencia de esos parámetros (difundidos en Europa, Norteamérica y también en Brasil, Perú y Venezuela, entre otros países) puede implicar la imposibilidad de acceder a publicaciones editadas en otras latitudes, aunque esto puede solucionarse a través de Internet. "Pero sin los estándares no se puede poner la propia producción nacional al alcance de las bibliotecas del resto del mundo. Si no nos subimos al carro ahora, nos vamos a quedar afuera", advirtió Tripaldi. La datos de la investigación fueron relevados a lo largo de tres años
y provinieron de las treinta bibliotecas académicas que aceptaron participar, sobre las
58 que funcionan en el área abarcada. Para los investigadores --entre los que también se
encontraban Silvia Pisano y Valeria Werner--, el diagnóstico final es muy grave: "La
modernización de las bibliotecas es un trabajo que la Universidad aún no encaró",
aseguró Tripaldi, mientras Barber eligió ser más rotunda: "Todavía no se ha
tomado conciencia del valor de las bibliotecas: son la base del conocimiento y sin ellas
no puede haber ni enseñanza, ni investigación".
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