Por Susana Viau
Los estudios
toxicológicos y anatomopatológicos practicados al cadáver de Marcelo Cattáneo
descartan la existencia de drogas y venenos. No obstante, casi al filo de quedar al margen
de la investigación, el fiscal de Cámara Norberto Quantín solicitó 20 nuevos puntos
periciales a realizar sobre la ropa, los zapatos y el automóvil del ex directivo de
Consad. Parte de esos 20 puntos están dirigidos a peritar el suelo de la caseta donde se
produjo el ahorcamiento y el terreno adyacente a la construcción. Quantín dedicó el fin
de semana largo y la mañana de ayer a una línea de investigación que considera
sustancial: la llamada autopsia psicológica del empresario.
Con los estudios psicológicos post mortem busca detectar si Cattáneo dio a sus
familiares o amigos señales que pudieran poner de manifiesto su intención de quitarse la
vida. El alejamiento de Quantín de una causa que monopolizó la atención de la opinión
pública durante la última semana quizá lleve algo de alivio al Gobierno que, desde un
primer momento y con premura, se pronunció en favor de la tesis del suicidio (ver página
2).
Nadie en el cuerpo de fiscales que colaboraron con Quantín en la búsqueda apostaba
fichas a la posibilidad de que la autopsia arrojara luz sobre un eventual asesinato. Y,
quizá sin saberlo, en eso coincidieran con Osvaldo Curchi, el médico legista que
practicó el examen. Todos ellos piensan que los aspectos oscuros están en el
montaje que rodeó la muerte: la vestimenta inusual, la página de un periódico en
la boca, las gafas oscuras con marco blanco que llevaba puestas para algo que ocurrió
entre las cinco y las siete de la mañana del domingo, las dudas respecto al día en que
la furgoneta que utilizaba fue abandonada, el desolado, sórdido y casi inaccesible
paisaje elegido como escenario y básicamente las razones, fueran móviles o motivos. De
ahí el empeño en localizar la tienda en la que se realizaron las compras de la ropa que
Cattáneo vestía en el momento de morir y que su mujer, Silvina de la Rúa, consideró
extrañas a su estilo habitual.
El equipo de fiscales no dejó de bucear en la situación financiera y familiar de
Cattáneo. Resultaba difícil llevar adelante la investigación en una doble dirección y
mantener el equilibrio entre ambas opciones: la de un hombre agobiado por la dudosa
popularidad que había adquirido su apellido, vinculado estrechamente al escándalo
IBM-Banco Nación y los signos que hacían evocar a una vendetta mafiosa (por
sobre todo la escasa formalidad de la ropa, los anteojos y la página del diario que lo
mencionaba doblada en cuatro). Uno podría jurar que es un asesinato, pero también
podría jurar que nunca se va a saber quién lo cometió, había comentado a
Página/12, con desaliento, un joven funcionario cercano a la investigación. El propio
Quantín admitió que en los cuarenta años que llevo en la Justicia he visto
cientos de suicidios, pero nunca uno tan raro como éste.
Ese es uno de argumentos que llevaron al fiscal a trabajar sobre una de las técnicas
inaugurada por la moderna medicina legal: la autopsia psicológica, una amplia
encuesta realizada con la colaboración de psiquiatras sobre el universo de amigos,
familiares, compañeros de trabajo para determinar si en las actitudes o expresiones que
pudieron tomar como comunes se encuentra la clave de un estado de ánimo desencadenante
del suicidio.
Claves * El
fiscal Quantín pidió 20 medidas de prueba para despejar dudas.
* Una autopsia psicológica ayudaría a determinar si Cattáneo pudo haber
llegado a decidir una muerte por propia voluntad.
* El Gobierno espera que la Cámara otorgue la causa a Enrique Velázquez, lo cual
desplazaría casi automáticamente al fiscal Quantín.
* Velázquez es juez
subrogante. A fin de mes el caso podría pasar a otro magistrado, y una causa importante
se convertiría en una calesita.
* Becerra pidió a la Corte Suprema la designación de un equipo especial de dos fiscales,
dos peritos y dos policías expertos en homicidios. |
LA PELEA ENTRE JUECES TRABA LA INVESTIGACION
Los enigmas sin respuesta
Por Laura Vales
En medio de la pelea
sobre qué juez y qué fiscales deben quedarse con la investigación y en gran parte
debido a esa disputa, siguen sin tomarse medidas básicas para esclarecer qué pasó
con Marcelo Cattáneo. A continuación, varios enigmas sin respuesta.
u Un sábado en blanco. Sigue el misterio sobre dónde y con quién estuvo el empresario
el día anterior a su muerte. La última vez que lo vieron fue el viernes 2 de octubre.
Estaba solo. A partir de entonces, se pierde su rastro. La indefinición sobre la
competencia hizo que ayer se suspendiera la declaración del testigo que dice que lo
encontró cerca de la cancha de River, cuando ya había abandonado su casa.
u Un auto rojo. Tampoco fueron llevados a declarar los pescadores que contaron que había
un vehículo rojo y una camioneta similar a la de Cattáneo en Ciudad Universitaria la
noche de su muerte. Ni el testigo que asegura que, días antes del hecho, vio a tres
hombres de negro con linternas rondando la antena donde después apareció colgado el
empresario. El lugar era de difícil acceso: si Cattáneo lo eligió para suicidarse
debió antes trepar al techo de la casilla, saltar al interior de un patio cerrado por
altas paredes y volver a subir por la antena. Una maniobra inexplicable si se tiene en
cuenta que en la zona hay árboles accesibles.
u Los llamados. Por algún motivo, Cattáneo había dejado de usar su celular desde 20
días antes a su desaparición. La familia recibió un llamado intimidatorio el mismo día
de su muerte. Recién ayer se pidió un listado de todas las llamadas entrantes y
salientes al celular. Sobre la base de esos datos, los funcionarios estimaron que
solicitarán que se aplique un sistema similar al Excalibur usado en el caso
Cabezas para reconstruir los contactos de Cattáneo en sus últimos meses de vida.
u La Fiorino. A una semana y media del hallazgo del cadáver, los investigadores de la
Policía Federal todavía no conocen el resultado de las pericias que los técnicos
bonaerenses hicieron en la Fiorino de Cattáneo. Ninguno de los dos jueces incorporó el
vehículo a la causa. Esto, a pesar de que hay fuertes indicios de que fue manejado
después de la muerte del empresario: las cubiertas tenían barro, lo que indicaría que
estuvo en marcha el domingo, cuando comenzó a llover; los testigos vieron el vehículo
estacionado en Olivos recién después del lunes.
A fines de la semana pasada, cuando la jueza María Gabriela Lanz levantó el secreto de
sumario, el abogado Luis Dobniewski denunció la errática actitud de la Justicia.
El juez que debió difundir las fotos de Marcelo cuando aún estaba vivo no lo hizo;
al cuerpo lo encontró un pescador, el auto un vecino y la ropa dos linyeras, dijo
Dobniewski en una crítica que incluyó a los dos magistrados.
CAVALLO DENUNCIO LAS MAFIAS EN LA ARGENTINA
Mingo prendió el ventilador
Domingo
Cavallo volvió a la carga. Desde España, reiteró sus denuncias sobre la existencia de
una mafia en el país y ejemplificó su teoría con el caso Cattáneo. No tengo
ninguna duda de que existe una mafia en la Argentina. También estoy seguro de que hay
asesinatos que conllevan mensajes mafiosos. Yo diría, desde el vamos, que el caso de
Cattáneo debe ser inscripto en esta sospecha, dijo el diputado de Acción por la
República. También consideró que las mafias tienen amedrentado al presidente
Menem.
Ayer, Cavallo disertó en la Bolsa de Comercio madrileña sobre las expectativas de la
economía latinoamericana frente a la crisis financiera internacional. Pero el ex ministro
no puede con su genio y los temas locales lo ganaron en una conferencia de prensa.
Los que descartan la existencia de asesinatos mafiosos son los mismos que desde hace
dos o tres años cierran los ojos ante la realidad del crimen organizado en la
Argentina, disparó. Luego explicó que la actitud de no querer llegar a la
verdad es muy mala y expresó la necesidad de investigar ante la
menor sospecha, vinculando todas las muertes dudosas que se produjeron en los
últimos tiempos alrededor de casos de corrupción.
Más tarde afirmó que el secretario general de la Presidencia, Alberto Kohan, está
desesperado desde que se enteró de la muerte de Marcelo Cattáneo y que al
presidente Carlos Menem las mafias lo tienen amedrentado. Cuando le pidieron
nombres de mafiosos, respondió enojado que esos datos ya los aportó en su libro El peso
de la Verdad. No los voy a repetir, ya que lo único que provocan son ataques
judiciales en mi contra, comentó. Sólo recordó que intervinieron personas
para evitar que se profundizaran las investigaciones y volvió a apuntar sus
cañones hacia el ex procurador Angel Agüero Iturbe porque se hizo el burro
al separar las causas vinculadas con casos de corrupción.
También cuestionó a los legisladores justicialistas que integran la comisión antimafia
porque hicieron creer que el mafioso era yo.
Alfredo Yabrán no podía estar ausente. Sobre la muerte del presunto autor intelectual
del fotógrafo José Luis Cabezas, señalado en 1995 por Cavallo como el jefe de la
mafia dijo: Para mí hay una organización mafiosa que no fue desarticulada, a
pesar de que quien aparecía como máximo líder también parece haberse suicidado.
Agregó que no se está investigando el tema con la seriedad de las denuncia que yo
hice. Actuó mal la Justicia, que en lugar de unificar las causas las mantuvo
independientes. Aseguró que si se investiga, como él aconseja, se va a poder
descubrir qué organización está detrás de estos hechos.
OPINAN DUHALDE Y GRACIELA
Dos estilos de sospecha
Para
Eduardo Duhalde el crimen es una posibilidad cierta en el caso de Marcelo
Cattáneo. Aunque no quiso entrar en detalles, el gobernador bonaerense se diferenció
así del menemismo, que impulsó desde el principio la hipótesis del suicidio. Más dura
con el Gobierno, la diputada Graciela Fernández Meijide afirmó ayer que si siguen
impidiendo que se investigue, el Presidente y sus secuaces van a convertirse en
encubridores.
Podemos estar frente a un mensaje mafioso o ante un suicidio en el cual quien se
suicidó estaba buscando dejar algún mensaje que hay que descifrar, dijo ayer el
gobernador bonaerense en la Biblioteca Nacional, donde asistió a la presentación de un
libro de su esposa. Sobre el crimen, el gobernador aseguró que es lo que está
apareciendo como una posibilidad cierta, desde sus familiares que no creen en la idea de
un suicidio, hasta esa compleja situación que pone muchas dudas, muchos puntos
suspensivos respecto de este tema. Duhalde definió como rarísimo el
marco que rodeó la muerte del empresario y afirmó que tiene las dudas normales que
en un caso tan complejo como éste se tienen.
Por su parte, la diputada Graciela Fernández Meijide acusó directamente al Gobierno de
encubridor. Ante cada muerte que nos marca un paso adelante en la impunidad, el
menemismo reacciona de la misma manera: que no se hable, que no se mire, que la Justicia
no toque nada, aseguró durante una recorrida proselitista por Lanús. La
precandidata aliancista agregó que en la Argentina estamos en una situación tal de
corrupción y de maridaje mafioso que la policía no fue capaz de encontrar ni el cuerpo,
ni la ropa, ni nada de Cattáneo y recalcó las vinculaciones entre el más
alto nivel del Gobierno y las trabas impuestas a las investigaciones.
Para Fernández Meijide, quien debería ocuparse y tiene la obligación de dar
explicaciones sobre los hechos de corrupción es quien tiene la
responsabilidad de gobernar y ese hombre es Menem.
El sueño oficial de contar con un juez
amigo se llama Velázquez
El Gobierno quiere a Quantín
lejos del caso Cattáneo. Y esta vez los dioses lo ayudan: hay razones para que un
protegido de Arias reciba la causa.
Enrique Velázquez, el juez que
recibió la primera denuncia, cuando Cattáneo desapareció.
Si la Cámara decide que él toma el caso, será difícil que Quantín colabore
con sus fiscales. |
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El Gobierno ya tomó partido en el caso Cattáneo. Quiere que la
causa quede en manos del juez Enrique Velázquez, un protegido político del diputado
César Arias, y su máxima aspiración es que se aparte de la investigación el fiscal de
Cámara Norberto Quantín. Esta vez, la suerte lo acompaña: si la Cámara de Apelaciones
le otorga el caso a Velázquez, los funcionarios judiciales interpretarán que procedió
con lógica porque el juez fue el que recibió la denuncia por la desaparición de Marcelo
Cattáneo. El juzgado 31 en el que interviene Velázquez en realidad está vacante por la
jubilación de un juez, y los magistrados rotan para cubrirlo. A fin de mes, entonces,
Velázquez dejará a su vez la causa y será el turno de un colega. Uno de los casos más
resonantes de los últimos tiempos girará en una calesita.
De las dos semanas que Velázquez tuvo la causa en sus manos, en la primera rigió el
secreto del sumario. Cuando la etapa de veda terminó, la familia accedió al expediente y
quedó impresionada: Velázquez no había hecho ninguna diligencia concreta para
esclarecer uno de los casos más enigmáticos de los últimos años.
El juez compitió en parsimonia con la jueza María Gabriela Lanz, que se hizo cargo de la
causa cuando apareció el cadáver de Cattáneo colgando de una cuerda en una antena
cercana a la Ciudad Universitaria.
Quien sacudió la modorra fue Quantín cuando, después del secreto, tomó parte de la
investigación en sus manos, pidió medidas de prueba y requirió a los peritos más
elementos como para que una muerte dudosa quedase más clara ante la Justicia.
Solo quiero llegar a una verdad científica sobre las causas de la muerte de
Cattáneo, dijo ayer Quantín. Y la gente de Tribunales sabe que tenemos
defectos, pero también sabe que entre ellos no se encuentra el ser dependientes o atender
el teléfono, dijo en aparente alusión a presiones políticas sobre la causa.
Para que el Gobierno pueda cumplir con su sueño de que sea un juez amigo el que
investigue el caso, y para que lo haga sin la compañía de Quantín, a quien el
oficialismo no controla, falta todavía resolver una cuestión formal. La Cámara de
Apelaciones debe resolver que el juez competente es Velázquez y no Lanz.
Hasta ahora, la presencia de Quantín respondía al esquema que sigue:
* Velázquez trabaja con el fiscal Ricardo Sáenz.
* A Lanz le corresponde el fiscal Aldo de la Fuente.
* Ni Velázquez ni Lanz movieron el expediente.
* Pero Quantín es el jefe de De la Fuente, y entonces lideró iniciativas de
investigación.
Si Velázquez toma la causa, todo el esquema se cae, y funcionarios judiciales consultados
por Página/12 sostenían ayer que no habrá demasiados elementos formales para cuestionar
el cambio.
A favor de la entronización de Velázquez como jefe de la pesquisa la Cámara podría
decir que solo un error pudo haber hecho que la jueza Lanz recibiera la causa. Podría
argumentar que si ya había un juez a cargo Velázquez no debió abrirse otra
instancia.
Hilando fino, en el fondo no hay un problema de competencia y no es descabellado
pensar que Velázquez debería hacerse cargo de la causa, razonó ante este diario
el procurador Nicolás Becerra, jefe de todos los fiscales. Becerra pidió a la Corte
Suprema la designación de un equipo especial de dos fiscales auxiliares, dos policías de
Homicidios y dos forenses.
¿En ese equipo estará Quantín? Una compulsa entre juzgados, fiscales y funcionarios del
Poder Ejecutivo apuntaba anoche a la negativa. También en este punto razones formales
parecían facilitar cualquier intención política:
* Si Velázquez toma la causa, lo más lógico es que trabaje con su propio fiscal, que es
Sáenz. * Quantín teóricamente podría colaborar con Sáenz, pero sus jurisdicciones
chocan.
La Procuración ya ordenó a Quantín y su equipo de fiscales una nueva tarea: deberán
investigar la trama del robo de bebés que se ha puesto en evidencia las últimas dos
semanas.
En Tribunales se conoce el objetivo socarronamente como Operativo
Pañalín.
No es que el tema no sea importante para la población, admitió ayer a este
diario una autoridad del Poder Judicial que refleja bien el pensamiento de varios de los
fiscales. Es que, otra vez, lo sacan a Quantín de cualquier caso que pueda tener
algún tipo de ramificación política. Y este caso lo tiene: incluso si se suicidó por
propia voluntad, Cattáneo fue un protagonista del escándalo IBM-Banco Nación.
La formación de un equipo especial lejos de la política tiene un antecedente fresco.
Cuando Becerra asumió en la Procuración, puso a Quantín a investigar sobre la
fabricación e importación de medicamentos falsificados.
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