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Por Luis Bruschtein ![]() Un oscuro personaje de los tiempos de la reciente dictadura militar afirmaba Timerman ha reaparecido en Buenos Aires. Enrique Jara, periodista capaz y eficiente canalla, es uno de los directivos del nuevo diario Perfil. Relata más adelante las condiciones de su detención y afirma que: Durante ese interrogatorio, cada vez que yo negaba alguna de las acusaciones de Jara, el subcomisario Darío Rojas me sacaba al pasillo golpeando mi cabeza contra la pared. Jara, quien en la querella hace reserva para pedir en sede civil la indemnización por el daño que la injuria me ha causado, señala que en el centro clandestino donde fuimos a parar debió escuchar mis gritos, cuando desnudo, vendado y atado al elástico de una cama yo recibía las descargas que surgían de la picana. El debe haberme oído porque yo lo oí a él. Lo oí gritar y escuché su intento por persuadir a sus torturadores de que, a pesar de ser el director de La Opinión, era ajeno a las publicaciones que los militares juzgaron subversivas. Los torturadores usaban muchas veces esa técnica. Cada uno escuchaba el sufrimiento del otro y después les hacían escuchar grabadas las supuestas confesiones o las mentiras que el dolor generaba. Lo cierto es que el objetivo del general ultraderechista era Timerman, como lo demostró en sus libros El caso Timerman. Punto Final y El poder en las sombras. Desde su antisemitismo primitivo, a Camps le interesaba demostrar una supuesta conspiración judeo-sionista para tomar el poder en la Argentina. Esa era su obsesión. Camps siempre tuvo contacto con grupos de ultraderecha y su segundo en la policía bonaerense, el comisario Miguel Etchecolatz, aún hoy mantiene buenas relaciones con grupos neonazis. Timerman y Jara fueron torturados, pero a Camps le interesaba incriminar al primero por su condición de judío. En ese sentido, Camps quería a Jara para usarlo como instrumento contra Timerman. Jara fue liberado días más tarde, pero Timerman permaneció secuestrado en distintas cárceles hasta que, años después, una campaña internacional consiguió que los militares lo liberaran expulsándolo del país. La nota en trespuntos terminaba de la siguiente manera: En cuanto a Enrique Jara, no olviden los periodistas de Perfil que quienes asesinaron a Cabezas, antes me torturaron a mí. El diario Perfil había salido a la calle con una campaña publicitaria muy crítica sobre el periodismo que colaboró con la dictadura y, cuando se publicó esa nota, Jara debió renunciar a su cargo. Y ahora procedió en la instancia judicial. Jacobo Timerman fue repudiado por los dueños de medios de prensa argentinos que preferían sumarse al por algo habrá sido que malquistarse con los militares. Cuando Timerman regresó al país y asumió la dirección de La Razón en 1984, muchas grandes empresas todavía se resistían a publicar avisos en el periódico porque seguían pensando de esa manera. Durante todos esos años hubiera sido importante el testimonio de Jara, no solamente por Timerman, sino porque eran importantes todos los testimonios de lo que había sucedido. Más allá de la actitud frente a la tortura, que no puede ser enjuiciable humanamente, la dimensión humana de la valentía está relacionada con la forma de asumir una responsabilidad ante la sociedad. En ese caso, la discusión seguramente habría sido distinta.
LIBERAN A UN APROPIADOR DE MENORES
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