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EN RUSIA LOS MALES DE YELTSIN SON UNA CATASTROFE
El tropezón antes de la caída

t.gif (862 bytes) Hace ya años que Yeltsin no es el mismo que en agosto de 1991 cuando se subió a un tanque para hacer frente a la amenaza golpista o el que liquidó políticamente a Mijail Gorbachov y con él a la Unión Soviética. Una bronquitis que exige tratamiento pero no hospitalización fue la razón oficial por la que el presidente ruso Boris Yeltsin decidió volver de Kazakhstán y se retiró a su casa de campo en las afueras de Moscú. Consecuentemente, resurgieron los rumores de que no está en condiciones de dirigir la segunda superpotencia nuclear del planeta. Tras suspender varios viajes al extranjero, su precaria salud vuelve a poner en primer plano la cuestión de si podrá terminar su mandato, que vence en julio del año 2000. La opinión pública rusa vive la enfermedad de Yeltsin como una catástrofe nacional.
Cuando el lunes Yeltsin firmaba algunos documentos con el presidente uzbeko, Islam Karimov, la tos del líder del Kremlin hizo olvidar a periodistas y observadores que éste pretendía marcar con su visita la influencia rusa en la región, y lanzar una clara advertencia al vecino régimen de los talibanes en Afganistán. Uzbekistán, como antes lo había hecho ya Tayikistán (los dos países comparten frontera con Afganistán), se sumó al compromiso de defensa mutua que establece que cualquier agresión contra cualquiera de ellos será considerada por los otros como propia.
En tales circunstancias, parece una broma el comunicado oficial de que “una de las razones que han obligado al presidente a reducir la duración de su estancia ha sido su gran responsabilidad por la solución del problema de Kosovo”. Los dos infartos sufridos entre las dos vueltas de la elección presidencial de 1996, la implantación en noviembre de ese mismo año de un quíntuple puente cardíaco, y las posteriores pulmonía, gripes, infecciones respiratorias y otros malestares lo redujeron a una presencia fugaz, que pasa más tiempo en sus residencias campestres que en el Kremlin. Diversas fuentes hablan ya de que sufre de demencia senil y arteriosclerosis cerebral. Yeltsin ya no domina tan firmemente las riendas del poder, que se trasladó en septiembre en buena medida hacia el gobierno y el Parlamento. El presidente está cada vez más aislado y falto de apoyos. Y en la Duma sigue adelante un proceso de juicio político para destituirlo. La comisión que lo estudia decidió incorporar al acta de acusación el “crimen” de haber desencadenado la guerra de Chechenia, a finales de 1994. Además, se le pretende juzgar por la desintegración de la URSS, en 1991, y el bombardeo del Parlamento, en octubre de 1993.
El parlamentario comunista Victor Iliushin exigió ayer en la Duma (Cámara baja del Parlamento) “un examen médico inmediato del presidente”, para privarlo constitucionalmente del cargo, ya que su obvia incapacidad para el trabajo es “un golpe contra la potencia rusa”.

 

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