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Por Alejandra Dandan El hombre está travestido. Es mujer y mae de santa a la vez. No habla de su pasado laico. Opta por el religioso forjado entre ritos afrobrasileños. Cada noche de viernes, desde hace seis meses, se envuelve en una túnica blanca. Busca invocar así espíritus indios y negros umbandas. En su templo hecho de cemento rancio no se llama Karina Saravia, es mae Karina de Ogum. Lleva marcas tumberas en los brazos. "Gay" dice un tatuaje casero. Acaba de estacionar su escort blanco radiante frente al templo. Es el 1962 de Crámer en José C. Paz. La misma maniobra era repetida el jueves pasado por la Policía Bonaerense. De ese templo los uniformados se llevaron un bebé denunciado por robo. Quedaron detenidas tres personas, un pai --amigo de Karina-- y la hermana con su esposo. Un aura de misterio rodea al templo: mientras algunos vecinos hablan de prostitución, los umbandistas ortodoxos lo señalan como "cueva", explican que en estos lugares la religión se usa como pantalla de otras actividades. En Crámer los viernes de ritual continúan. Autos fastuosos siguen parándose a medianoche sobre la calle de tierra. Velas coloradas son puerta de ingreso en el ritual. El fuego rojo se extiende cada viernes a lo largo de Crámer saludando el paso de autos demasiado llamativos para un barrio pobre. La señal inicia la ceremonia en el templo "Yie Oya e Ogum". Nadie en el barrio busca interpretar el nombre difícil. Los vecinos sólo hacen conjeturas: "Es un templo umbanda", murmuran. El terreno del templo aparece signado por lo maldito. "Los que vivían antes ahí eran peor", enmarcará una vecina más tarde. Esos tres lotes ahora umbandistas fueron pagados por Teresa, una hija de religión. La señora tiene poco más de treinta años. Es pareja de la mae Karina. Anda con la cara pálida y celular. Parece gustarle el teléfono porque mueve de un lado a otro. Está nerviosa con la prensa y con la gente, con esos mismos vecinos que desde hace seis meses prejuzgan sus aullidos nocturnos. "¿Puedo hacer una pregunta --increpa-- quiénes hablaron, qué dijeron?". La casa que se dice umbanda es cuidada por una pareja, también religiosa. La casera cojea. Anda con algunos trastos por el fondo. Hace seis meses vive "de prestado" en el templo. Se llama Norma y desde hace nueve años es umbandista. Viene de Pergamino. "Fui a consultar a un pai de santo y me curó". Norma habla de misticismo. Ese día creyó en el hombre que la atendió. "Me dijo cosas sobre mí que sólo yo conocía". Eso bastó para volverla mujer esclava, su dueño actual es un orixa. Un vecino dice que la vio prestar su cuerpo a la "reina de las prostitutas". Vestida de rojo cada viernes la mujer exhala sonidos de ultratumba. Voz ronca y oscura. "Voz de hombre". El vecino dice no temer a los umbanda. Los invitados acaso no la miren. El ululeo gutural y el sonido sordo del tamboreo deja a la razón en letargo. Es allí cuando Norma se transforma. "Es la reina de las prostitutas, así se presenta y si le pedís una chica te la consigue", confiará ahora otro hombre calles distantes del lugar. Los umbandistas ortodoxos exasperan por esta puesta en escena. Mae Peggi es presidenta de la Congregación de Religiones Ortodoxas africanas y amerindias (Croam). "Existe un orixa protector de las prostitutas, pero acá se desvirtúa todo". Después de conocer la vinculación del templo de Ogum con el bebé de Karina Zeballos, Peggi preguntó entre sus colegas por Karina Saravia. "Es una cueva, nosotros les decimos así a los que no están habilitados para funcionar". Para la mae muchas veces la religión es usada como pantalla de otro tipo de negocios, incluso la prostitución. Mae Karina, en tanto, habla de la pureza de su vocación y servicio. Una larga caravana de autos paquetos son las almas piadosas que concurren al templo. En la esquina de Crámer se encienden los candelabros que sirven de guía. Habitualmente quienes practican el culto ortodoxo son de clase media, media y baja, pero en Crámer ese perfil aparece distante. "La gente que viene acá es humilde", retruca Teresa. A su lado, la mae intenta una explicación sobre los coches que las visitan. "Yo tengo muchos conocidos, así como yo participo de otras ceremonias también la gente que me conoce, otros religiosos, vienen a verme acá". Los vecinos no se conforman: "Es que no entendemos qué hace gente de mucha, mucha plata entrando en una casa tan pobre". El jueves pasado también la policía llegó al templo. Con la denuncia por robo del bebé de Karina Zeballos, un coche de la Bonaerense entró y encontró al chico. De acuerdo con los datos de la investigación, un pai de nombre David Menéndez se lo había entregado a su hermana y el marido. Mae Karina cuenta que "de casualidad los encontró acá, pudieron haber estado en cualquier otro lado". Teresa se obstina en precisar los detalles de la historia. Explica que el pai quería hacerle una curación a su hermana, "pero entre hermanos --aclara-- la sanación no es efectiva, por eso le pidieron a Karina que la hiciera". Karina cuenta ahora que en ese momento supo que la pareja había adoptado un bebé y que la mujer era estéril. Y asegura que a la madre del bebé robado no la había visto jamás.
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