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Por Mónica Flores Correa desde Nueva York A partir de esta semana, el FBI cuenta con un banco nacional de datos de ADN de individuos, que permite comparar pruebas extraídas del material genético de delincuentes convictos, así como recolectar evidencias del mismo tipo para solucionar casos no resueltos. Según los entendidos, el uso de este banco de datos, cuya localización es un secreto de la agencia, posibilitará la disminución del número de violaciones y otros crímenes debido a que se detectará a los responsables más rápidamente. Sin embargo, pese a las aparentes ventajas y sofisticación de esta tecnología informativa, hay quienes han expresado preocupación y recelo de que ocurran eventuales abusos por parte de las fuerzas de seguridad en el fichaje de los sospechosos. También se ha planteado el interrogante de si investigar masivamente el ADN es un método aceptable desde el punto de vista constitucional o si es una nueva invasión de la privacidad en este mundo de computadoras vigilantes. Unificados con un software que fue diseñado por el FBI, 50 bancos de datos estaduales integran el banco de datos nacional. El macroarchivo fue creado en el transcurso de diez años, y el eslabón final de información se agregó en junio cuando Rhode Island se constituyó como el último estado que estableció su propio banco. La computadora del FBI contiene el perfil genético de 250.000 delincuentes e información del ADN que ha quedado como evidencia en la escena del delito o del crimen en 4600 casos aún no resueltos. Hay otras 350.000 muestras de ADN de delincuentes recolectadas por los estados que aún esperan ser analizadas y archivadas. El ADN o ácido desoxirribonucleico, la sustancia química que describe la programación genética, se encuentra prácticamente en todas partes pues se produce permanentemente un desprendimiento de células epidérmicas muertas. Rastros de sangre, pelos y células epidérmicas que quedan después de una lucha física, residuos de saliva y manchas de sudor son todos elementos que contienen ADN, convirtiéndose en delatores excelentes de sus propietarios. Con un resto del semen de un violador, por ejemplo, extraído de la víctima poco después del crimen, los investigadores pueden establecer quién es el criminal y cuál es su prontuario, si lo tiene. La policía local extrae muestras de ADN de los delincuentes o de la escena del crimen, pero son los estados los que deciden cuales records genéticos envían a la computadora del FBI. Y cuando un estado quiere hacer una investigación de este tipo, primero revisa localmente la información genética, luego en el área de su jurisdicción y estados vecinos, y finalmente hace una búsqueda nacional. Si no hallan coincidencias entre la prueba local y el archivo de delincuentes, las autoridades pueden orientar su pesquisa al archivo de casos no resueltos. Este último paso puede vincular crímenes que antes no se habían relacionado y conducir al descubrimiento del culpable. Excepcional en su eficacia para atrapar individuos peligrosos, este sistema puede convertirse también en una herramienta mefistofélica y privilegiada de Big Brother (el Estado que conoce todo acerca de la privacidad de los ciudadanos), opinan muchos observadores con justa desconfianza. Inquieta que su radio de inclusión se ha ido expandiendo. Primero se archivó solamente el ADN de los delincuentes sexuales. Luego se incluyeron otros delitos como homicidios y crímenes violentos. Probablemente se ampliará hasta incluir a todos los ciudadanos, dando a las elites el poder de controlar a los ciudadanos ingobernables, aventuró Philip Bereano, un académico de la Universidad de Washington,dibujando el escenario que, si bien es aún intangible, muchos sospechan que en un futuro no lejano tendrá visos de realidad orwelliana.
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