Alan
Greenspan sorprendió ayer al mundo financiero. El titular de la Reserva Federal (banca
central estadounidense) dispuso un nuevo ajuste hacia abajo de la tasa de interés de
corto plazo, al disminuirla del 5,25 al 5,00 por ciento anual. También rebajó la tasa de
descuento para préstamos de emergencia a los bancos al 4,75 por ciento. La medida fue
recibida con algarabía en las bolsas: Buenos Aires terminó con un alza del 8,0 por
ciento; San Pablo trepó 6,7; México creció 6,6; y Nueva York subió 4,2 por ciento.
Para muchos financistas ha sido una de las mejores noticias de las últimas semanas, pero
unos pocos advirtieron que, en realidad, la baja de la tasa refleja que la crisis lejos de
terminar está afectando a la mayor potencia económica del mundo.
El comunicado de la FED es muy claro en ese sentido: Una creciente precaución por
parte de los prestamistas y las condiciones de agitación en los mercados financieros en
forma más general probablemente restringirán la demanda agregada en el futuro. Esa
advertencia está dirigida al mercado local más que a beneficiar a los emergentes,
castigados por la fuga de capitales hacia las plazas desarrolladas. Pero la sequía de
créditos que están padeciendo empresas y bancos de los mercados emergentes, al cerrarse
el acceso al financiamiento, está alcanzando a Wall Street. Y especialmente a muchos
fondos de inversión, que están en problemas por la caída de bonos y acciones en Asia y
Rusia. El derrumbe de Long-Term Capital Management, el fondo estrella de millonarios y
ejecutivos top de EE.UU, y de otras instituciones menores, ha provocado un
estrangulamiento del financiamiento con riesgo a quedar suspendida la cadena de crédito.
En ese contexto, además, los grandes bancos han restringido su asistencia por las
fabulosas pérdidas que han contabilizado por la crisis.
Esta jugada inesperada de la FED fue resistida por cuatro de los doce gobernadores de la
institución monetaria. Vale recordar que esa junta de banqueros había bajado la tasa el
29 de septiembre y se iba a reunir recién el 17 de noviembre para volver a tratar el tema
de la tasa. Pero esa repentina movida para abajo de la tasa puso en evidencia que la FED
está preocupada por la falta de liquidez en los mercados, lo que podría traducirse en
más problemas financieros para las entidades y, finalmente, en un impacto negativo en la
economía real.
Para el analista Graig Newman de Merrill Lynch esto (la baja de la tasa) no cambia
el escenario en los Estados Unidos, puesto que el horizonte sería más alentador
si hay un aumento dramático en la liquidez, por factores que van mucho más allá
de la reducción de las tasas. Seguimos preocupados indicó Newman
por la reducción en los márgenes de ganancias. La crisis global fue provocada por un
proceso de sobreinversión y eso llevará a una reducción inevitable en los gastos en el
99.
En primera instancia, la reducción de la tasa resulta favorable para los países
endeudados, entre ellos Argentina, puesto que disminuye la carga de intereses sobre los
pasivos a tasa flotante. Al tiempo que el costo del nuevo endeudamiento es más barato (la
tasa a treinta años se derrumbó ayer al 4,97 por ciento anual), siempre y cuando exista
la posibilidad de conseguir créditos, alternativa que hoy no se presenta. Evidentemente,
la FED no reaccionó por el pedido de una mayor intervención para empezar a encontrar el
camino de salida de la crisis global, sino por los riesgos que amenazaban a su propia
economía. El economista en jefe de JP Morgan Argentina, Alfonso Prat Gay, definió esa
situación de la siguiente manera: la baja de la tasa es una señal muy fuerte
para los emergentes, aunque el origen de esa decisión es la preocupación por los
problemas del sistema financiero norteamericano. De todos modos, si bien el recorte
de la tasa no está pensada para favorecer la recuperación de los emergentes, siempre es
mejor para esas plazas que Estados Unidos no entre en crisis, porque sino lo que han
vivido hasta ahora habría sido el mejor de los mundos.
Calvo vs. Perry El
economista jefe del Banco Mundial para América latina, Guillermo Perry, y el profesor de
la Universidad de Maryland, Guillermo Calvo, discreparon ayer sobre la suerte de Brasil y
el desenlace de la crisis. En una teleconferencia desde Washington, seguida en Buenos
Aires en el Consejo Federal de Inversiones, Calvo insistió con que la crisis en Brasil es
inevitable. La tasa de interés es del 50%, lo que supone que el que presta calcula
que la mitad de las deudas no serán saldadas. Semejante tasa acaba con el Plan Real, por
lo que la pregunta es: ¿habrá un plan Bonex?. Perry, en cambio, dijo que
todo depende de que Cardoso anuncie un paquete de ajuste creíble. Además,
aseguró que el paquete de ayuda financiera de 50 mil millones de dólares le darán
al gobierno cierto margen de maniobra. Aun si fueran 50 mil millones no
alcanzan ni para empezar, retrucó Calvo. Y pronosticó que, en caso de haber crisis
en Brasil, el ajuste de la demanda interna en Argentina sería el doble del ocurrido
durante la recesión del 95. |
INTERNA EN EL GOBIERNO BRASILEÑO POR FECHA
DEL ANUNCIO
Cardoso quiere postergar el ajuste
En el
gobierno brasileño se desató una verdadera interna sobre la fecha en que debería
anunciar el ajuste fiscal comprometido con el FMI. El presidente Fernando Henrique Cardoso
afirmó hace una semana, en simultáneo con una conferencia de prensa realizada por las
autoridades del Fondo Monetario, que instruyó al equipo económico para que a más tardar
el 20 de octubre estuviera listo un programa de ajuste fiscal del orden de los 25 mil
millones de dólares.
Sin embargo, el ala política del gobierno quiere postergar los anuncios para después del
25 de octubre, una vez concluidas las elecciones para gobernadores en San Pablo, Río de
Janeiro, Minas Gerais y Río Grande do Sul, los cuatro estados más importantes de Brasil
y en los cuales los candidatos de Cardoso van abajo en las encuestas. En tanto, en el
equipo del Ministerio de Hacienda, que conduce Pedro Malán, creen que esta demora puede
aumentar la incertidumbre en el mercado financiero y acentuar la sangría de reservas del
Banco Central, que supera los 30 mil millones de dólares en los últimos dos meses.
Pese a estas vicisitudes en el gobierno de Cardoso, ayer el director gerente del FMI,
Michel Camdessus, dijo que el acuerdo con Brasil se alcanzará en pocos días
y aseguró, una vez más, que Brasil no se va a derrumbar. En la misma línea,
de los 40 economistas consultados en una encuesta de Reuter sólo el 13 por ciento prevé
que haya una fuerte devaluación antes de fin de año. Pero aunque la Bolsa de San Pablo
haya repuntado en un 6,7 por ciento ayer, impulsada por la baja de tasas de interés
internacional, la desconfianza en los mercados continúa.
Y las consecuencias negativas de la crisis sobre la economía real ya son notorias. Según
estadísticas oficiales, sólo en San Pablo se perdieron 93.500 puestos de trabajo desde
principios de este año. Mientras que los principales fabricantes de vehículos de Brasil
anunciaron ayer que suspenderán una vez más la producción en los próximos días como
respuesta a la caída de ventas del sector. En septiembre las ventas de autos cayeron casi
un 25 por ciento en relación al mes anterior.
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