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El masajista del Parma y de la selección de fútbol de Italia, Claudio Bozzetti, fue interrogado por el fiscal boloñés Giovanni Spinosa que investiga la prescripción, suministro y venta de fármacos peligrosos para la salud de los futbolistas. Mientras Bozzetti declaraba otros dos escándalos explotaban, en el fútbol más competitivo del mundo. Carlo Tranquili, uno de los médicos de la Federación Italiana di Gioco Calcio (FIGC), renunciaba a su cargo y Salvatore Cristiani, ex médico del seleccionado Sub-18, afirmaba al Corriere della Sera que los jugadores del equipo recibían extrañas bebidas. Bozzetti fue interrogado por el fiscal Spinosa sobre su actividad en la selección de Italia y se estima que la investigación se extenderá a todos los miembros del cuerpo técnico, teoría reforzada por la renuncia de Tranquili. El fiscal quiso averiguar sobre los principios activos de una pomada parecida al antiinflamatorio Voltaren, pero que sería por lo menos tres veces más fuerte para reducir inflamaciones y la sensación de dolor. La preparación de la pomada habría estado a cargo del médico Massimo Guandalini, socio de la farmacéutica Margarita Giardini, cuyo laboratorio fue allanado por los carabineros. La pomada habría sido entregada a Bozzetti, quien a su vez la habría suministrado a los planteles de las selecciones nacionales, por eso Bozzetti está investigado por suministro de fármacos incorrectos. La manipulación de principios activos de los fármacos es considerada doping por el reglamento del Comité Olímpico Italiano (CONI). El abogado Walter Gaibazzi, defensor de Bozzetti, trató de deslindar responsabilidades del Parma en el asunto. Explicó que los médicos que prescribieron la pomada son del seleccionado, no del Parma. Bozzetti sólo fue el ejecutante, como masajista. Mi asistido conoció a Guandalini por la selección y no sabe qué cosas se compraban en la farmacia. A su turno, Bozzetti explicó que el profesor Ferretti (Antonio, uno de los médicos del seleccionado) les hacía usar estos productos a los jugadores. El presidente de la FIGC, Luciano Nizzola, ordenó la investigación de las declaraciones de Salvatore Cristiani, ex médico de los juveniles, pero cuando lo anunciaba a la prensa se conocía la renuncia de Carlo Tranquili, otro médico oficial de las selecciones. Tranquili había sido cuestionado por Nizzola en referencia a la ausencia de controles de PH (tasa de acidez en la orina) y de la densidad de orina de los jugadores, con los cuales pueden detectarse casos de doping. Nizzola había trasladado a Tranquili las críticas que recibió en el informe de la Comisión Investigadora nombrada por el vicepresidente del Consejo de Deportes, Mario Veltroni. Sin embargo, lo que causó más revuelo en Italia fueron las declaraciones de Salvatore Cristiani, uno de los médicos del Sub-18. Los juveniles terminaban los partidos con los ojos rasgados y con calambres estomacales, dijo Cristiani, quien señaló haber notado a finales de julio de 1997, cuando estaba con la selección en la Universiada (en fútbol ganó Italia) cómo un extraño personaje andaba por el vestuario al que luego identificó como Marcello Dominici y que también era médico. Según Cristiani, la situación degeneró en diciembre de aquel año cuando el masajista de la selección, Gaetano Leoncini, le dijo que Dominici había sugerido a los jóvenes jugadores que, tras haber comido, tomasen el mayor café posible. El ex médico señaló que Leoncini me dijo que ello no era una novedad, que los chicos en los años precedentes, tras haber tomado ese café preparado por Dominici y en las cantidades propuestas por él, al término de los partidos y las horas siguientes tenían calambres estomacales, sequedad en la faringe, se les rasgaban los ojos y padecían insomnio. Cristiani dijo al Corriere que presenció un episodio mucho más claro el 6 de abril pasado en el torneo juvenil Paolo Valenti de Cervia después que Italia le ganara 3-2 a Islandia: El doctor Dominici tomó un termo que presumiblemente tenía café y lo llevó del vestuario a la ducha, comotemiendo ser descubierto. Vi cómo mi colega sacaba algo del bolsillo izquierdo del saco, en el derecho tenía una cuchara, y lo vertió en el recipiente. Cristiani agregó que recogió una muestra de aquel contenido del termo y se la dio a un dependiente de la selección para hacerla analizar, pero que un mes después descubrió que la muestra había sido tirada sin realizarse nunca el análisis pedido.
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