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Por Luciano Monteagudo
Pero sucede que Vientos de esperanza transcurre en Smithville, un pueblo perdido de Texas, que ni siquiera figura en los mapas. Allí regresa con pena y sin gloria Birdee (Bullock), que en sus teens supo ser la Reina del Maíz, la más linda del baile. Ahora acaba de sufrir la humillación pública de descubrir en uno de esos reality shows que su marido la engañaba con su mejor amiga. Y no tuvo otra cosa que hacer que meter a su pequeña hija en el auto, armar un bolso a las apuradas y volver muy deprimida a la casa de su madre (Gena Rowlands), una señora muy vital pero un poco excéntrica para las monótonas costumbres del pueblo. Esa misma monotonía es la que caracteriza al guión de la película, incapaz de desarrollar alguna situación mínimamente interesante entre madre-hija-nieta, que no parece que tuvieran nada que decirse entre ellas, ni mucho menos algo que decirle al espectador. Cuando aparece ahí nomás, muy a mano, un galán de pueblo (Harry Connick Jr.), disfrazado a la manera del aviso de Marlboro, uno implora que no sea todo tan elemental, que aparezca algún conflicto, que ese hombre depare alguna sorpresa, algún vicio... pero no. Se tomará su tiempo, es verdad, a la manera en que se hacen las cosas tierra adentro, pero terminará sacándole un beso a la buena de Sandra y quizás, por qué no, la posibilidad de una vida feliz en común. Lo único extraño, anómalo en Vientos... es el nombre del director, Forrest Whitaker. El magnífico protagonista de Bird, el rehén condenado de El juego de las lágrimas, el taimado capaz de ganarle una partida de billar a Paul Newman en El color del dinero ha demostrado en esos y en otros papeles que es un actor brillante. Como director supo ganarse el premio de la crítica en el Festival de Toronto con Strapped, un drama racial que no llegó a estrenarse en Argentina. Y ahora vuelve a ponerse detrás de las cámaras para hacer esta anodina propaganda de las virtudes familiares del sur profundo de los Estados Unidos, allí donde hasta hace poco todavía colgaban a quienes tenían su mismo color de piel.
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