Panorama
Político
Naipes marcados
Por J. M. Pasquini Durán
El
verdadero peligro consiste en acostumbrarse o en aceptar como inevitable que la
aberración se convierta en normalidad. Un crimen se sucede a otro, sobrepasándolo,
volviendo al anterior un dato casi insignificante ante la desmesura de la novedad. El
forzado tatuaje de la cara del fiscal Pablo Lanusse y la de su hermana, por el contrabando
del oro, siendo una enormidad hoy parece un dato menor al lado de la posibilidad de la
voladura premeditada de Río III en Córdoba, por el contrabando de armas. La muerte de
Alfredo Yabrán, en una casa de su propiedad, con su escopeta y a puertas cerradas,
empieza a parecer suicidio comparado con la muerte de Marcelo Cattáneo, en un lugar, con
ropas y método improbables. Uno termina comparando un crimen con otro, como si eso fuera
lo normal y sólo existiera chance de esperar al próximo. ¿Dónde comenzó todo esto?
Para no remontarse a los períodos bíblicos y quedarse en el siglo XX, se podrían elegir
comienzos en distintos momentos, pero la corrupción estructural, o sea como método de
poder, no es tan lejana. No más allá de los primeros años 70.
Hace casi un cuarto de siglo, con el Rodrigazo, en el desgobierno de
Isabel Martínez, la economía se hizo cargo de las decisiones, subordinando a la
política. A partir de 1976, el terrorismo de Estado consolidó esa situación,
convirtiendo al ministro de Economía en co-presidente. La democracia, refundada en 1983,
no reconstituyó el contrato entre la política y la sociedad civil. En cambio, intentó
en vano hacer un acuerdo con "los capitanes de la industria" y con los
sindicatos gerenciales, sin reconocer que el capitalismo financiero de especulación, sin
patria ni bandera, había tomado el control de la situación, aquí y en el mundo, sobre
todo a partir de la crisis de la deuda externa en 1982. La administración alfonsinista
fue acusada de "no entender la modernidad económica" y expulsada del gobierno
antes de tiempo por los "golpes de mercado". Aprendida la lección, el menemismo
sometió su voluntad a los dueños del mercado y realizó los deberes que se le imponían.
Acaban de aceptarlo en Francia: "No podemos competir en un mundo donde los alumnos
del libre mercado aplicamos lo que los profesores no hacen", rezongó Alberto Kohan,
del círculo íntimo del presidente Carlos Menem.
Vaciada de sentido (¿sin fuerza para decidir, cuál es su función?),
la política tampoco pudo sostener los principios de verdad y justicia que habían
alumbrado con la Conadep y el juicio a las Juntas. Volvió sobre sus pasos y sancionó la
impunidad para los autores de crímenes horrendos. Además del poder, sacrificó la ética
de la democracia. Con lo que quedó, no se come, no se cura, no se educa, no se levantan
las persianas de las fábricas cerradas, ni tampoco se puede imponer justicia. La
política es un mero apéndice de los negocios que le interesan a grupos económicos cada
vez más concentrados y codiciosos.
El soborno y el tráfico de influencias, en ese medio ambiente, dejaron
de ser el extravío de unos cuantos canallas para convertirse en corrupción estructural,
en nichos mafiosos, que producían increíbles millonarios de la noche a la mañana. El
flamante premio Nobel de literatura, José Saramago, expuso esa decadencia, no sólo
argentina, de este modo: Es cierto que, en democracia, los pueblos eligen a sus
parlamentarios, a veces a su presidente, pero luego esos gobernantes democráticamente
elegidos, son presionados, dirigidos, administrados, manipulados y virtualmente
suplantados, por grandes decididores supranacionales. "A éstos --preguntó
Saramago--, ¿quién los elige?". Y concluyó: "Por eso este mundo es una
mierda".
A todo esto, buena parte de la sociedad reaccionó con más
resignación escéptica a medida que la degradación se generalizaba. La impunidad
disgustó a la mayoría, pero fue más fuerte el miedo al retorno de la violencia. La
corrupción organizada provoca indignación o envidia, pero el miedo a otros "golpes
de mercado" hicieron posible el "voto-cuota". Los derechos laborales fueron
desmontados uno por uno, pero peor es no tener empleo. Si a casi todos les va mal con el
pensamiento y el modelo únicos, ¿por qué tendría que ir mejor en la Argentina? Si a
Menem lo celebran desde Clinton hasta Jospin, ¿los críticos locales no estarán siendo
injustos con él? Si De la Rúa es tan liberal como Cavallo y al ex ministro lo llaman en
consulta desde todos lados, ¿no sería mejor que se junten ellos en lugar de aliarse con
el Frepaso? Si los radicales celebran alborozados la absolución de Eduardo Angeloz,
aunque siete de cada diez cordobeses sospechen de ese tribunal, ¿qué hace el Frepaso en
la Alianza con su intransigencia anticorrupción?
Sobre la continua resignación a aceptar lo malo en prevención de lo
peor, el poder mafioso avanza. Ya no sólo corrompe, evade, roba, ahora también mata.
¿Habrá que aceptarlo como a lo anterior, porque así son las cosas? Pasa en todos lados,
cierto, pero no es verdad que en todos lados esas consecuencias sean aceptadas como la
voluntad divina. Ni hablar de los que sufren las consecuencias; también los que piensan
en serio sobre el futuro levantan voces disidentes. Tony Blair propone la "Tercera
Vía", entre la vieja izquierda y la nueva derecha, como una alternativa. John
Kenneth Galbraith, en un texto titulado El sexo ciega a Washington, acaba de puntualizar:
"Hasta ahora no se ha dicho casi nada sobre las amplias consecuencias económicas y
sociales de la crisis, ahora ya visibles, ni sobre qué acciones son necesarias. Mi
preocupación por aquellos que se han visto atrapados por sus insensatos errores al juzgar
las expectativas económicas es muy relativa. Y respecto a la aberración financiera y a
sus patrocinadores --la denominada con cierto desprecio por el economista Joseph
Schumpeter destrucción creativa--, hay algo útil que pueden hacer: marcharse". Este
mismo consejo le dio Guy Sorman a Menem en París: "Váyase". En Cuadernos de
Lanzarote, Saramago reaccionó a una frase a la moda de Fernando Savater ("¡...fui
un izquierdista sin crueldad y espero llegar a ser un conservador sin vileza!") con
la ironía que se merece: "Leyendo cosas como éstas, y cada vez se van leyendo más,
dan ganas de odiar a los viejos". Juan Pablo II, en su flamante encíclica "Fe y
Razón", también pone en su sitio a la dislexia ideológica: "La legítima
pluralidad de posiciones ha dado paso a un pluralismo indiferenciado, basado en el
convencimiento de que todas las posiciones son igualmente válidas" [...] "En
esta perspectiva todo se reduce a opinión".
Por estas riberas, Savater ilustra mejor que Saramago, y hace escuela
el pragmatismo que se aferra a lo posible antes que a lo deseable. Es que las ideas se
degradan junto con la realidad. Dice el Papa: "Verdad y libertad, o bien van juntas o
juntas perecen miserablemente". En Argentina falta verdad, por lo tanto también se
resienten las libertades. Fernando Castelló, de Reporteros sin Fronteras, escribió ayer
en El País de Madrid: "Siete países (Argentina, Brasil, Colombia, Cuba, Guatemala,
México y Perú) son los más peligrosos para la libertad de informar en América
latina" [...] "Entre los siete acumulan la gran mayoría de los atentados de
todo tipo cometidos en los nueve primeros meses del año en Latinoamérica contra la
prensa". El informe recuerda a José Luis Cabezas, mientras aquí languidece la
búsqueda de verdad y justicia.
El Gobierno sigue instalado en su realidad virtual. Menem pregona en
París que su gestión disminuyó la pobreza nacional, mientras que una fuente tan
insospechable de "oposición sistemática" como el Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD) coloca a la Argentina a la cabeza de los países
latinoamericanos en los que aumentó la pobreza en la década 1986-1996. Los docentes
siguen siendo otro claro ejemplo de irresponsabilidad gubernamental (ejecutiva y
legislativa). La diputada Adriana Puiggros analizó en Clarín la actitud del Poder
Ejecutivo ante el acuerdo logrado por la comunidad educativa para el financiamiento de un
modesto aumento de salarios y llegó a esta conclusión: "Estamos avanzando hacia una
situación de ingobernabilidad como resultado del abandono de las responsabilidades
públicas, que son la razón de ser de todo gobierno". No exagera, en un país donde
un chico de 12 años de edad, durante un asalto, pistola en mano, parado frente a uno de
los asaltados, le pregunta al jefe de la banda, de 14: "¿Lo mato al coso
este?".
En cuanto a las continuas muertes sin explicación, el columnista
Andrés Oppenheimer, en The Miami Herald, razonó con el sentido común más sencillo y
ecuánime, así como sigue: "Menem ha reaccionado con previsible enojo ante la ola de
insinuaciones periodísticas de que alguien en el poder podría estar detrás de estas y
otras muertes misteriosas. El Presidente calificó a quienes hacen estas afirmaciones de
'estúpidos', que llegan a conclusiones 'totalmente equivocadas'. Es probable que Menem
tenga razón en que algunos periodistas pueden estar saltando a conclusiones apresuradas.
Sin embargo, hay que reconocer que aquí está pasando algo raro. Y Menem haría mejor en
impulsar investigaciones independientes, que en rechazar de plano cualquier posibilidad de
juego sucio".
Por suerte, aquí hay gente que no se rinde. Seguirán los juicios por
apropiación ilegal de niños, gota a gota algunos van recuperando su identidad, el
edificio de la ESMA no será destruido por el olvido, hay fiscales y jueces que se animan,
por honestidad o para acomodarse al cambio de época, a seguir las investigaciones, la
prensa no abandona sus compromisos a pesar de las represalias, más legisladores se animan
a la misma empresa, los conflictos gremiales empiezan a llenar las páginas de noticias y
los ciudadanos van dejando atrás algunos miedos. No es casual que el cuerpo, la ropa y el
auto de Marcelo Cattáneo hayan sido localizados por civiles antes que por el aparato
policial. La lista de solidarios y luchadores es larga, basta con recontarla para darse
cuenta. Muchos de ellos no tienen teorías para moverse, igual que en los versos de
Pessoa: "Tener conciencia no me obliga /a tener teorías sobre las cosas /me obliga a
ser consciente". Y se mueven. |