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Japón creó la versión capitalista de la nacionalización de la banca

El Senado japonés aprobó el plan de salvataje de su quebrado sistema bancario. El Estado aportará 500 mil millones de  dólares y se hará cargo de las entidades menos solventes.

El ministro de Finanzas japonés, Kiichi Miyazawa (frente), con el premier Keizo Obuchi (de espaldas).
El gobierno está contento y confía en “revigorizar el sistema financiero”, dijo el primer ministro.

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t.gif (67 bytes)  Luego de dos meses de debates entre los principales partidos, el Senado japonés aprobó ayer un paquete de medidas destinadas a recuperar su sistema bancario, repleto de entidades insolventes y créditos incobrables. El paquete prevé una inversión de 500 mil millones de dólares y tiene cuatro objetivos principales: recapitalizar a los bancos frágiles pero considerados viables, nacionalizar y liquidar a los bancos en posición crítica, financiar la reventa de sus créditos morosos y proteger los intereses de los ahorristas. Los gobiernos occidentales y asiáticos alabaron el anuncio y el índice Nikkei de la Bolsa de Tokio subió un 2,19 por ciento, alentado además por la reducción de la tasa de interés del 0,25 por ciento dispuesta por el presidente de la Reserva Federal norteamericana, Alan Greenspan.
Luego de muchas negociaciones y de la presión constante de varios gobiernos, el oficialista Partido Liberal Demócrata logró el apoyo parlamentario del Partido Liberal (PL) de Ichiro Ozawa y de la formación Heiwa Kaikaku, que dirige Takenori Kanzaki, para que el Senado le diera la salida a este conjunto de medidas, que ya había sido aprobado por los diputados. La Cámara alta agregó al proyecto la partida presupuestaria para financiar el salvataje, que representa el 12 por ciento del Producto Bruto Interno (PIB) de Japón. La oposición, encabezada por el Partido Demócrata (PD) de Naoto Kan y el Partido Comunista, pedía más dureza con el sector privado, a quien considera responsable de la crisis, y una política exigente con la banca respecto a la transparencia de sus operaciones.
“Creo que es muy significativo que podamos enviar un claro mensaje tanto en casa como afuera que asegure que no se originará ninguna depresión financiera en Japón”, dijo el premier japonés Keizo Obuchi en una conferencia de prensa realizada luego de la votación parlamentaria.
El director del FMI, Michel Camdessus, agregó que este nuevo programa debería ser “una señal muy fuerte” para los mercados y pronosticó que “hacia finales de 1999 Japón estará en la vía de la recuperación económica”. Sin embargo, algunos analistas consideran que la valorización resultante del yen puede ser perjudicial para la industria exportadora japonesa. “Este podría ser el último calvo en el ataúd de la economía nipona”, dijo Andrew Shipley, economista de Shroders Japan.
En la actualidad, el sistema bancario está asfixiado por al menos 87 billones de yenes (650 mil millones de dólares) de préstamos dudosos, herencias de la actividad financiera de los años ‘80. Obuchi, que asumió luego de que esta crisis le costara hace meses la dimisión al ex premier Ryutaro Hashimoto, estimó anteayer que esa cifra podría acercarse a los 100 billones de dólares. Las consecuencias ya se sienten en el consumo interno, cuyos niveles cayeron considerablemente, y en la tasa de desempleo, que alcanza un 4,3 por ciento.
El paquete aprobado está inspirado en el programa de recuperación de los bancos norteamericanos de fines de la década pasada. Los créditos morosos de los bancos serán confiados a un organismo liquidador único, copiado de la Resolution Trust Corporation instaurada en Estados Unidos en 1989, en la época de las crisis de las cajas de ahorro. De esta manera, se reduce el poder del ministerio de Economía, juzgado como el responsable de buena parte de la crisis actual, sobre las operaciones bancarias.
De los 60 billones de yenes (equivalentes a los 500 mil millones de dólares), 18 serán destinados a los bancos con peores márgenes de capital para ponerlos temporalmente bajo control estatal; 25 serán utilizados para recapitalizar a los bancos capaces de sobrevivir y otros 17 billones para proteger a los depositantes de posibles quiebras en la banca. Estos últimos fondos serán administrados por la Corporación de Seguros de Depósitos (CSD), que ya había recibido 150 mil millones de dólares.
El ministro de Finanzas, Kiichi Miyazawa, dijo que los bancos están obligados a aceptar dicho plan. El líder del Banco Central japonés, Masaru Hayami, precisó que el paquete afectará a las 18 principales entidadesbancarias niponas, que deberán someterse a un control estatal. La primera de ellas será el Long Term Credit Bank of Japan (LTCB). En caso de que algunos banqueros, disgustados con la medida, se opongan a esta decisión, la próxima sesión parlamentaria que tendrá lugar en enero podría introducir una cláusula que obligue a los bancos a percibir estos fondos, algo que hasta el momento es opcional.
Las condiciones y cantidad de fondos que podrá recibir cada banco será decidida por una comisión independiente dirigida por un ministro. El objetivo principal es dotar a los bancos de un coeficiente de garantía cercano al 12 por ciento para facilitar la eliminación de los préstamos incobrables acumulados desde fines de los años ‘80 y devolver la credibilidad de la banca japonesa en el circuito financiero internacional. En ese sentido, el Parlamento japonés había sancionado en el último tiempo ocho leyes destinadas a colocar bajo tutela del Estado a los bancos considerados inviables.

 


 

LE ENCARGARON A D’ALEMA LA FORMACION DEL GOBIERNO
El Olivo italiano se renueva

t.gif (862 bytes) El líder de los Demócratas de Izquierda italianos, Massimo D’Alema, recibió ayer del presidente Oscar Luigi Scalfaro el mandato para formar un nuevo gobierno tras la renuncia de Romano Prodi. “Es una propuesta que tomo con orgullo y emoción”, dijo el nuevo número uno de la coalición centroizquierdista del Olivo. La oferta de Scalfaro no hubiera tenido posibilidades de éxito si no fuera por la inesperada declaración de apoyo del líder del partido de centroderecha Unión Democrática por la República (UDR), Francesco Cossiga, quien había requerido antes una ruptura entre los comunistas y el Olivo para apoyar a éstos últimos.
La noticia no le cayó nada bien al magnate mediático y líder derechista Silvio Berlusconi, ya que prácticamente asegura que D’Alema se convierta en el primer italiano con un pasado comunista en llegar al poder. En efecto, este pasado y la anunciada presencia en un gobierno de D’Alema de legisladores neocomunistas hacen muy sorpresivo el apoyo de Cossiga a un gobierno de D’Alema. Cossiga había negado el apoyo a una renovación del gobierno del ex primer ministro Romano Prodi –quien renunció luego de perder un voto de confianza en el Parlamento– en tanto que éste no cortara toda relación con los comunistas. Aunque el partido comunista fue el que ocasionó la caída de Prodi con su oposición al presupuesto 1999, Prodi no quiso prescindir del apoyo de los 21 legisladores comunistas disidentes que lo apoyaron en la votación, y por tanto no pudo reunir la mayoría parlamentaria necesaria para formar un gobierno.
Pero el apoyo de Cossiga a D’Alema, seguramente, no vendrá gratis. El líder centrista pedirá que un renovado gobierno del Olivo se muestre más receptivo a la izquierda europea –lo que agregaría a Roma en el eje Londres-París-Berlín–, pero que también se reduzca la distancia de la izquierda italiana con los “partidos populares”, o sea los de tendencia centrista. La eminente moderación de estos pedidos, combinada con la habilidad de D’Alema para forjar alianzas, ha alarmado al líder derechista Berlusconi, quien prometió una “oposición dura”, ya que ahora presencia la posibilidad de que la primera alianza viable entre la izquierda y el centro lo aíslen del poder. Su riesgo es grave, como reconoció su adversario Prodi: “Si Cossiga dice ‘si’ a D’Alema, quedará armado pronto un nuevo gobierno”.

 

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