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Por Luciano Monteagudo  Como parte de la
crisis que vive el cine argentino, las películas locales siguen sin aparecer en la
programación de la competencia oficial del Festival de Mar del Plata, aunque el comité
de selección asegura que tiene entre “entre 12 y 14 films” a su disposición,
entre los que estarían Cara de ángel, de Pablo Torre (cuyo hermano Javier forma parte de
la organización), Diario de un cuento, una coproducción dirigida por la realizadora
checa Jana Bokova, Tres veranos, de Raúl Tosso, y Mala época, un film colectivo
producido por la Universidad del Cine. Otros rumores indican que también integrarían esa
lista de precandidatas Invierno mala vida, de Gregorio Cramer, ¿Sabés nadar?, de Diego
Kaplan, y Mundo grúa, de Pablo Trapero, tres debuts en el largometraje que se anuncian
como muy promisorios. La posición de la mayoría de los sectores reconocidos de la
industria es, hasta aquí, oponerse a la realización del Festival, al que ven como una
frivolidad si se aprueba el nuevo presupuesto del área, que sufriría una brutal
reducción, de 60 a 29 millones de dólares.Fuera del conflictivo ámbito local, la programación de Mar del Plata 1998 se presenta como mucho más atractiva que las de los dos años anteriores, particularmente en el espacio de la competencia oficial. A diferencia de las ediciones ‘96 y ‘97, donde al Festival le costaba conseguir títulos de relevancia para el concurso, considerando que debían ser films que no hubieran pasado por la competencia de otros festivales, esta vez los organizadores optaron por una solución drástica: aprovecharon todas aquellas películas de directores de renombre que aparecieron en las secciones paralelas de Cannes y Venecia. Es así como se aseguraron la participación de El evangelio de las maravillas, el autosacramental profano de del mexicano Arturo Ripstein; Happiness, la nueva incursión de Todd Solondz por el lado oscuro de la vida suburbana en los Estados Unidos; Inquietude, tres pequeños relatos hilvanados con la mano maestra del patriarca del cine portugués, Manoel de Oliveira, y Little Tony, la comedia negra del holandés Alex van Warmerdam (¿se acuerdan de Abel?), todas estrenadas en mayo pasado en distintos espacios de la enorme vidriera de Cannes. De las novedades que se dieron a conocer el mes pasado en la mostra de Venecia y que también circularon por el Festival de Toronto aparecen en la competencia el Lautrec dirigido por el prestigioso actor y régisseur francés Roger Planchon; Tu ridi, una nueva aproximación de los hermanos Paolo y Vittorio Taviani al universo de Luigi Pirandello, que ya habían explorado antes en la magnífica Kaos; la reaparición de la checa Vera Chytilová con Trampas y el debut en el largometraje del actor canadiense Don McKellar con Last Night, una película que cuenta con el apadrinamiento de David Cronenberg, quien hace una pequeña aparición en cámara. Considerando que también puede haber por allí algunos “tapados” de Yugoslavia, Grecia y Camboya, no parece una tarea fácil para el jurado oficial que presidirá el notable director iraní Abbas Kiarostami, auxiliado, entre otros, por la realizadora alemana Helma Sanders-Brahms y el escritor santafesino Juan José Saer. Fuera de concurso, la sección “Contracampo”, que Nicolás Sarquís ha convertido en su propio feudo, se aseguró, en primer lugar, dos de los títulos más controvertidos del último Cannes, Los idiotas, de Lars Von Trier, y La celebración, de Thomas Vinterberg, los daneses firmantes del Dogma 95, un manifiesto que se propone reavivar las polémicas en torno a las formas de hacer y pensar el cine. De Cannes viene también el bello Réquiem de Alain Tanner, basado en el libro de Antonio Tabucchi sobre el poeta Fernando Pessoa; Pasión, del húngaro Gyorgy Feher; La eternidad y un día, la película del griego Théo Angelopoulos que se llevó la Palma de Oro; y last but not least el flamante Bergman, En presencia de un clown, un pequeño film decámara que rodó para la televisión sueca poco antes de cumplir 80 años. Otro feudo aparte es el de “La mujer y el cine”, que reúne 17 títulos, entre ellos Bertolt Brecht, amor, revolución y otras cosas peligrosas, el controvertido ensayo con el que Jutta Bruckner dio la nota en la última Berlinale, en medio de los festejos por el centenario del nacimiento del escritor.
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