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Por Eduardo Febbro desde Oporto El presidente Carlos Menem dejó el país de su mejor amigo, Francia, y a Jacques Chirac, por otro donde encontró a su peor enemigo, Fidel Castro, en el mismo hotel que él: Oporto, la ciudad portuguesa donde se celebra la octava Cumbre Iberoamericana. No es la única paradoja de una cumbre donde se pretende ser algo más incisivo que en las reuniones anteriores. Pero cuesta su trabajo. Conciliar odios e intereses multilaterales es casi un rompecabezas, según dijo a Página/12 un vocero portugués. Los organizadores del evento dan muestras de cierta inexperiencia en la estrategia de conciliación de intereses dispares: muchos de los documentos y explicaciones que circulan en Oporto, hasta las mismas cartas telefónicas internacionales, llevan el lema de la cumbre y están escritas en dos idiomas: portugués, lo que es normal, e inglés, lo que no se entiende... Después de la cumbre de la Isla Margarita, la octava reunión iberoamericana de Oporto se fijó nuevos objetivos. El primero es que este enclave no sea, como dijo el canciller portugués Jaime Gama, un lugar de enjuiciamiento a Fidel Castro y Cuba. Prueba de ello es la amable cita que protagonizaron Fidel Castro y el presidente del gobierno español, José María Aznar, quienes resaltaron sus excelentes relaciones. La relativa paz con Cuba parece aceptada por todos, a juzgar por las declaraciones de unos y otros. El canciller argentino Guido Di Tella dio a entender que no habría un nuevo pugilato Menem/Aznar contra Castro: Fidel no será pasado al asador. Di Tella dijo a Página/12 nada que ver. La relación con Castro es ambivalente. Es cordial en el ámbito personal pero es antiestético en lo político. La cumbre de Oporto tiene como lema Los desafíos de la globalización y la integración regional. Los 21 iberoamericanos han pactado lanzar un firme llamado a la comunidad financiera a fin de evitar la volatilidad de los mercados. El borrador de la declaración final que circulaba anoche en Oporto exhortaba a los organismos financieros y a la comunidad internacional a adoptar urgentemente medidas más eficaces que propicien la estabilidad y la transparencia de los mercados. La declaración de Oporto considera que entre las muchas medidas que se pueden adoptar la más fundamental es fortalecer la capacidad de diagnóstico, reacción y prevención por parte de los organismos financieros internacionales. También reclama una adecuación del sistema financiero internacional a la nueva realidad de los mercados a fin de evitar una recesión mundial. Los expertos acordaron igualmente reconocer el carácter dinámico y creciente de la globalización y de la integración regional, al tiempo que ponen en un pedestal las ventajas que pueden sacarse de la profundización de la cooperación entre Europa y América latina. Sin jugarse al extremo, el párrafo número 8 evoca la cuestión cubana. Fidel, que sobrevivió a la Guerra Fría y a la embestida papal, rompe la unidad que la globalización impone. En ese párrafo se hace expresa referencia al embargo norteamericano con un categórico rechazo a la aplicación extraterritorial de leyes nacionales y de operaciones encubiertas que violen las leyes y ordenamientos de terceros países, así como procesos coercitivos unilaterales. En ese marco condenatorio los iberoamericanos reiteran su exhortación al gobierno de EE.UU. para que ponga fin a la aplicación de la ley Helms Burton con la que la administración norteamericana incrementó el embargo contra Cuba. Así como en el 97 se habían puesto de relieve los valores éticos de la democracia, en Oporto lo que sobresale es la globalización. Según revelaron varias fuentes, uno de los temas de discusión que atrasó el texto fue la demanda argentino-brasileña de que se destacaran losaspectos positivos de la globalización. La cumbre de Oporto será la de la globalización celebrada y mejor regida. Al menos en intenciones.
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