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Microsoft en el banquillo de los acusados de prácticas monopólicas

Hoy comienza en Washington el juicio contra la empresa de Bill Gates, acusada de intentar absorber a sus competidoras. El resultado del juicio afectará a millones de usuarios de PCs.

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t.gif (67 bytes)  Hoy, Redmond, en el estado de Washington, será el ombligo del mundo informático. Allí se encuentra la sede central de Microsoft, la compañía de Bill Gates, el hombre más rico del mundo, quien a partir de las primeras horas de la mañana enfrentará en los estrados de Washington al juez Thomas Penfield Jackson, en el mayor juicio antimonopólico de la historia de los Estados Unidos. Y del mundo. El magistrado, con el aporte de un ejército de fiscales de todo el territorio estadounidense, deberá decidir si disuelve a la compañía, dejando huérfanas al 90 por ciento de las PCs del mundo, si le aplica algún tipo de regulación o si la exime de sanciones, lo que podría provocar un tembladeral en las rígidas leyes antitrust norteamericanas.

La investigación contra Microsoft se inició en octubre del año pasado, a instancias de la competidora Netscape Communications Corp., una empresa que desde la aparición de Internet había encabezado el mercado con su navegador Netscape. Para competir con Netscape, Microsoft lanzó su propio explorador: el Explorer, que empezó a ser entregado gratuitamente dentro del Windows que también se entregaba sin costo alguno en las nuevas computadoras. Un mes antes del inicio de la investigación, Netscape había bajado notablemente su participación en el mercado.

Aunque se sumaron otros competidores como Sun Microsystems, Oracle y el gigante IBM --acusando a Gates de que sus productos son robados--, el juicio fue considerado como cuestión de Estado: una veintena de fiscales llegados de diferentes estados investigaron todas las posibilidades para demandar a Gates. Penfield Jackson intentará demostrar, a partir de hoy, que Microsoft incorporó gratuitamente el Explorer en el sistema operativo Windows para deshacer a su competencia. Y uno de los detalles a los que apelará es que en la versión Windows '98, según los expertos, el Explorer no puede ser eliminado sin dañar el programa soporte. Pero, quizás, la acusación más contundente haya sido aportada por la empresa Compaq, productora de hardware, cuyos ejecutivos sostienen haber recibido presiones de parte de Microsoft para incorporar en sus PCs los programas de Bill Gates.

No es la primera acción judicial que sufre Microsoft. Una de ellas fue iniciada por el director ejecutivo de la misma Netscape, James Clark, quien acusó a Bill Gates de intentar absorber a su competidora a partir de una conversación que mantuvieron ambos y en la que Gates le ofrecía dividirse el mercado de los exploradores. Pero, sin dudas, la que se inicia hoy es la más importante, porque en ella se enfrenta el gigante de la informática contra el Estado más poderoso del mundo.

El 18 de mayo de este año, 20 estados norteamericanos se agregaron a la contienda del lado de los opositores a Microsoft, pero el 23 de junio, Bill Gates se anotó el primer tanto a favor cuando logró el fallo favorable de una Corte de Apelaciones, suspendiendo la orden del juez Penfield Jackson que impedía a Microsoft pedir a los fabricantes de computadoras que incluyeran el Explorer.

El 6 de agosto pasado, el juicio ya era inevitable. Ese día, el juez decidió que Bill Gates compareciera ante la Justicia para responder a las acusaciones. Según los expertos, el juicio será extenso, y se pondrán en juego muchas más cosas que los 14.500 millones de dólares que sumó Microsoft el último año fiscal. Tampoco la victoria aparece tan clara para ninguna de las partes. Los analistas consideran que la disolución del gigante de la informática tiene una posibilidad entre cinco de alcanzar su objetivo. Así como se suman los detractores, también son muchos los que defienden las acciones de la empresa de Gates. Es que nueve de cada diez máquinas dependen del sistema Windows. Son miles de millones de dólares en movimiento y, por el momento, resulta impensable cómo funcionará el mundo el día después.

Precisamente esa dependencia es la que provoca los mayores temores del otro gigante, el Departamento de Estado. En la década del '20, Estados Unidos pasó por un juicio semejante: el Estado contra el monopolio de la Standard Oil, de John D. Rockefeller. En esa ocasión, la petrolera fue desmantelada y el sistema siguió funcionando. Rockefeller también.

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