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Por Daniel Guiñazú
Con Muhammad Alí y Magic Johnson como privilegiados declarantes en su favor y con cinco psiquiatras dictaminando su aptitud para volver a pelear, hubiera sido imposible que la Comisión decidiera lo contrario de lo que finalmente decidió. Tyson no respondió ninguna pregunta comprometida sobre su comportamiento dentro y fuera de los rings, se limitó a pedir perdón y a declarar su arrepentimiento y eso le fue suficiente. Ni siquiera la advertencia de Elías Ghanem, el presidente de la Comisión, en el sentido de que ésta es la última oportunidad que el boxeo le da para hacer buena letra, alteró su talante sombrío y ausente. Mientras Ghanem leía el fallo de la Comisión y algunos de sus amigos más cercanos soltaban un cálido aplauso, Tyson se tocaba la oreja derecha y esbozaba una sonrisa burlona como si poco y nada le importara lo que le estaban diciendo. A la hora de justificar su reacción aquella noche del 28 de junio de 1997 en el MGM Hotel de Las Vegas, Tyson repitió ante el Tribunal argumentos gastados. Dijo: "Aquella noche ante Holyfield no tuve conocimiento de lo que estaba haciendo. Yo no tenía guantes ni estaba peleando por un cinturón; estaba peleando por sobrevivir. Hubiera sido muy interesante ver lo que ustedes hubieran hecho en esa situación particular", desafió. Y redondeó su alegato con un fiel retrato de sí mismo: "Yo sé quién soy. No soy un esquizofrénico ni un maníaco depresivo. Soy quien soy". Con la licencia en su poder y un entrenamiento de dos semanas en Phoenix, Arizona, donde alterna el rudo trabajo de la puesta a punto en el gimnasio con escapadas nocturnas a los bares de topless, lo único que podría impedir el retorno de Tyson a los cuadriláteros sería un fallo en su contra en el proceso que le sigue en Massachusetts por supuestas agresiones a dos hombres, luego de que le chocaran por detrás el auto a su esposa Mónica. Si eso sucediera el 1º de diciembre, fecha en que el Tribunal dará su veredicto y le fuera imposible llegar antes a un arreglo extrajudicial, Tyson regresará a la cárcel por haber violado los términos de su libertad condicional. Pero pocos creen que eso sea posible. Con Tyson rehabilitado, la máquina comercial del boxeo se pondrá a funcionar a pleno y ya hay una superpelea en ciernes. Evander Holyfield y Lennox Lewis unificarán la corona de los pesados entre febrero y marzo de 1999. El ganador seguramente irá con Iron Mike. Más que la gloria, los espera mucho dinero. Cincuenta millones para cada uno. Y más también.
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