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MARGARET THATCHER Y EL PARLAMENTO BRITANICO BATALLAN PARA QUEDARSE CON PINOCHET
Ya se formó una superpareja de Hierro

Margaret Thatcher pidió liberar ya a Pinochet que ayudó a Gran Bretaña en las Malvinas mientras que la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento quiere acusarlo cuanto antes en tierra británica por una ley que le permite juzgar a los torturadores.

Margaret Thatcher y los conservadores quieren a Pinochet libre y los parlamentarios, preso.
Todos intuyen que el gobierno británico está sentado sobre una bomba político-diplomática.

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Por Marcelo Justo desde Londres

t.gif (67 bytes) Cuando la ex primera ministra conservadora Margaret Thatcher pidió la inmediata liberación de Pinochet en una carta que el The Times de Londres publicará hoy pero ya trascendió anoche, parlamentarios británicos ya habían abierto un nuevo frente en la batalla judicial contra el ex dictador. Thatcher deploró que traten de amigarse con Menem y se olviden del verdadero amigo. La presidenta de la Comisión Parlamentaria de Derechos Humanos de la Cámara de los Comunes, Ann Clywd, pidió al procurador general de la Nación John Morris que estudiara la posibilidad de iniciar una acción legal contra Augusto Pinochet por tortura en el marco de la ley de justicia criminal de 1988.
En la carta, Thatcher dice que “Chile, conducido en ese momento por el general Pinochet, fue un buen amigo de nuestro país durante la guerra de las Falklands. Por sus acciones la guerra se acortó y se salvaron muchas vidas británicas”. La ex primera ministra conservadora admite que en Chile “hubo abusos en materia de derechos humanos, pero el pueblo de Chile, a través de sucesivos gobiernos democráticos, estableció cómo debía arreglárselas con el pasado”. Parte de ese arreglo es el status de Pinochet, actual senador vitalicio, y según Thatcher no puede interferirse desde el exterior “el delicado balance de la transición democrática”.
“La semana próxima –concluye la baronesa sin mencionar por su nombre a Menem–, Gran Bretaña recibirá al líder democráticamente electo de un país que invadió ilegalmente territorio británico, causando la pérdida de más de 250 vidas británicas. Sería desgraciado pregonar la reconciliación con uno mientras se mantiene bajo arresto a alguien que, durante aquel conflicto, hizo tanto para salvar a tantos británicos.”
En un día vertiginoso, la comisión parlamentaria de derechos humanos de la Cámara de los Comunes presentó por la mañana una moción que anticipaba los desarrollos posteriores. Ahí expresaba que “esta Cámara recibe con beneplácito la detención del general Augusto Pinochet en Londres a la espera de que sea interrogado por las autoridades judiciales españolas”. La moción condenó también “su brutal dictadura que significó la tortura, desaparición y muerte de miles de personas” y urgió al gobierno de su majestad a “que asista a las autoridades españolas en su pedido”. Más crucial aún la moción solicitó que el fiscal general del Estado “inicie una acción legal contra el general Pinochet bajo el acto de justicia criminal de 1988”.
La moción generó un fuerte rechazo de sectores conservadores de la Cámara que, además de sus afinidades ideológicas y políticas con el general, intuyen que el gobierno británico está sentado sobre una bomba político-diplomática. Mientras 31 diputados laboristas y liberaldemócratas la apoyaban, 11 conservadores y unionistas del Ulster (protestantes de Irlanda del Norte) introducían una enmienda en la que exhortaban al gobierno de Tony Blair a “acceder al pedido de las autoridades chilenas para que el senador Pinochet regrese a su país apenas esté físicamente capacitado para hacerlo”. Al grupo de parlamentarios que se oponen al arresto de Pinochet se añadieron pronto figuras de peso en la escena política inglesa como el último canciller conservador, Malcolm Rifkind. “El general Pinochet debe responder a sus presuntas violaciones a los derechos humanos en Chile o ante una Corte Internacional de Justicia. No en Gran Bretaña o España”, indicó Rifkind a la prensa.
Una delegación de 11 senadores, diputados y diplomáticos chilenos ayudó a activar a una derecha británica que seguía atontada por la derrota sufrida en las elecciones generales del año pasado. Las aceitadas relaciones entre chilenos y británicos se retrotraen a la coincidencia ideológica de los 70 (monetarismo de Milton Friedman y acérrimo anticomunismo) y, sobre todo, al apoyo que recibió Thatcher durante laguerra de Malvinas. Ayer la delegación chilena redobló la apuesta solicitando en una conferencia de prensa en la embajada chilena la pronta libertad de Pinochet en razón de su edad (82) y estado de salud. “Nosotros creemos que sería muy peligroso y generaría profunda inestabilidad en nuestra nación si el estado de salud de Pinochet se agravara o si incluso muriera aquí”, indicó Angélica Cristie del derechista Partido de Renovación Nacional.
El embajador chileno en Gran Bretaña, Mario Artaza, se reunió ayer por segunda vez en la semana con Peter Westmascotte, director de América en la Foreign Office. En el encuentro, que se extendió durante 50 minutos, el embajador Artaza intentó persuadir a la cancillería británica de que Pinochet debía gozar de inmunidad por haber ingresado en Gran Bretaña con pasaporte diplomático. El embajador Artaza aseguró tras la reunión que las gestiones continuarían, mientras que un portavoz de la Foreign Office indicó a Página/12 que la posición gubernamental no había cambiado. “Peter Westmascotte reiteró que el pasaporte diplomático del general Pinochet no le ofrece inmunidad diplomática y que su arresto se basa enteramente en fundamentos legales”, señaló el portavoz.
Sumido en una tormenta político-diplomática que quizás no anticipó, el mismo primer ministro Tony Blair decidió subrayar ayer el carácter puramente legal del arresto de Pinochet. En declaraciones publicadas por el francés Le Monde y el español El Mundo, Blair indicó que “el arresto es el resultado de un proceso judicial iniciado por un magistrado español y transmitido a nuestra policía metropolitana por la Interpol. Es simplemente la unión de dos sistemas judiciales, el británico y el español, ligados por un tratado de extradición. No es una decisión gubernamental porque eso equivaldría a una interferencia del gobierno en el proceso judicial”.
Pocos creen en esta total asepsia política de un caso que ha conmovido al mundo entero. El diputado de la izquierda laborista Tony Ben delineó las fuertes presiones nacionales e internacionales que está sufriendo el gobierno de Blair. “El gobierno conservador de Margaret Thatcher apoyó a Pinochet y el de Estados Unidos financió el golpe de Estado. Ninguno de los dos quiere que el caso prospere. Si el general declara ante el juez español, podría revelar el apoyo que obtuvo de ambas partes”, indicó Ben.

 

El sacudón de la señora
Por martin Granovsky

Menem llegará a Gran Bretaña el martes en una visita de Estado que bien podría tener su página web: se actualiza y cambia a medida que pasan las horas.
Hasta la semana pasada, la visita de Menem era una. Y fácil.
Desde que Pinochet quedó arrestado es otra distinta. Difícil.
El programa original era bucólico. Menem demostraría a los británicos que no todos los presidentes son iguales a Galtieri, almorzaría con la reina, mencionaría tenuemente a Tony Blair la soberanía sobre las Malvinas, se regocijaría por el buen trato del establishment financiero y pasaría un sábado de golf en Escocia.
La detención de Pinochet interrumpió la siesta porque colocó los derechos humanos en América latina como tema de discusión entre los políticos del Reino Unido. Menem no es Pinochet –un presidente democrático no es un dictador fascista– pero los británicos ya saben que la causa del juez Garzón contra él se basa en el Operativo Cóndor, que coordinó la represión en Sudamérica. Aunque la Argentina juzgó a sus comandantes, al revés de Chile, y aunque Jorge Videla está bajo arresto, los mismos parlamentarios británicos que ayer pidieron un juicio propio podrían recordar la Obediencia Debida, el Punto Final, los indultos. Y las causas contra Bussi, Massera o Astiz. La cuestión de los derechos humanos quedaría reforzada si Garzón viajara a Londres para interrogar a Pinochet o Hebe de Bonafini decidiera moverse de Madrid al Reino Unido. Igual, la polarización entre los políticos ingleses por el tema parece indetenible. Ayer, mientras Thatcher elogiaba a Pinochet, el propio Blair criticaba su papel como gobernante.
Más aún: la comparación, por Thatcher, de Pinochet con Menem no es ideológica. Más allá de sus simpatías por el capitalismo thatcheriano, Menem es el presidente de un país que libró una guerra con el Reino Unido. Pinochet, otro thatcherista, es sobre todo el ex presidente de un país que, lo dijo Thatcher, ayudó a que los ingleses pudieran abreviar la guerra. De paso la baronesa lanzó una revelación, porque durante la guerra de Malvinas el mismo Pinochet había proclamado su solidaridad: “La Argentina tiene las espaldas bien cubiertas”, dijo en 1982.
Se admiten más sugerencias para la página web.

 


 

LAS VICTIMAS BRITANICAS QUIEREN DECLARAR EN LA CAUSA
“Liberar a Pinochet es monstruoso”

Por M. J.

t.gif (862 bytes) Sheila Cassidy, una doctora británica secuestrada y brutalmente torturada por la policía secreta chilena, la DINA, señaló a Página/12 que está dispuesta a prestar testimonio contra Pinochet si se abre una causa inglesa. “Me arrestaron por curar a un hombre que tenía una herida de bala y al que unos curas habían ofrecido refugio. Me picanearon toda la noche. Como parte de la tortura, para facilitar la circulación de la corriente eléctrica, me introdujeron la picana en la vagina”, señaló Cassidy. Como muchas otras víctimas de la tortura Cassidy sufrió años de depresión e insomnio. “Hay una desesperada necesidad de que se haga justicia. Hay mucha gente que piensa que dejar libre a Pinochet sería monstruoso”, indicó Cassidy a Página/12.
El pedido al procurador general del grupo parlamentario de derechos humanos presidido por Anne Clyw constituye un reaseguro para garantizar el procesamiento de las dos vías británicas lanzadas esta semana con el objeto de asegurar que el general Pinochet sea juzgado. Tanto la solicitud conjunta de Amnistía Internacional, dos grupos de derechos humanos y la familia de uno de los desaparecidos británicos William Beausire, como la querella privada lanzada paralelamente contra el dictador por Chile Democrático, dependen de la celeridad con que la Policía Metropolitana inicie la investigación. Anoche, la Policía Metropolitana se negaba aún a confirmar si se había iniciado una investigación del caso de Pinochet. “La Policía Metropolitana recibió una carta de una firma legal que actúa en representación de Amnistía Internacional en relación con el arresto de Pinochet. No vamos a hacer más declaraciones al respecto”, indicó a Página/12 un vocero policial. Con su solicitud al procurador general, que está a cargo de velar por la plena vigencia del Código Criminal, el grupo parlamentario de derechos humanos podría acelerar el procesamiento de ambos casos. Dado que quedan 34 días para que España complete el pedido de extradición y que la semana próxima podría expedirse anticipadamente al respecto, el caso británico podría ser clave para impedir que el general Pinochet quede libre si el gobierno de Aznar decide no proceder con el pedido.

 


 

“Hasta hace muy poco era un debate jurídico”

Por Lila Pastoriza

t.gif (862 bytes) A partir de anunciarse que a fines de la semana entrante la Sala en lo Penal de la AudienciaEl juez Baltasar Garzón aceptó ayer la fusión de la causa chilena con la suya propia. Nacional española deberá decidir acerca de la competencia del juez Baltasar Garzón sobre los represores argentinos y chilenos, comenzaron a correr los días más calientes desde que se abrieron los juicios de Madrid. “Hasta hace muy poco se trataba de un debate jurídico, pero ahora, cuando está en juego la suerte de Pinochet, la presión, aunque tan sólo fuera la ambiental, es muy fuerte”, afirma Carlos Castresana, titular de la Unión de Fiscales Progresistas de España. Los nueves jueces que la soportan deberán tomar su decisión ante un gobierno que “quiere sacarse un problema de encima”, en medio de una opinión pública masivamente favorable a juzgar a Pinochet y frente a la mirada del mundo entero, conmocionado por un debate que parte las aguas de un modo no tradicional.
El adelanto de la resolución sobre la competencia del juez Garzón es interpretado de modo tan contrapuesto como los augurios acerca de su resultado. Algunos afirman que responde a una presión gubernamental que cree que los magistrados negarán autoridad a Garzón. Otros sostienen exactamente lo contrario. “Ante la trascendencia de la extradición de Pinochet, la Sala acelera su momento de decisión para dejar sólidamente establecida la competencia del Tribunal”, dijo a Página/12 Carlos Slepoy, abogado de la acusación popular, optimista ante “esta decisión histórica”.
La Sala deberá pronunciarse frente al planteo de incompetencia hecho por los fiscales Pedro Rovira y Eduardo Fungairiño.
Pero fue Carlos Castresana, el fiscal que unos días después del vigésimo aniversario del golpe militar presentara la denuncia inicial contra los represores argentinos por los delitos de genocidio y terrorismo, quien dio las mayores precisiones a Página/12.
–¿Por qué la Sala adelanta su decisión sobre la competencia?
–No podía ser de otro modo. A la vista de los acontecimientos, mantener el ritmo normal, que llevaría unos dos meses más, no era razonable. Por sentido de responsabilidad, la Sala debía pronunciarse ahora. Si no era así, ¿cuándo? ¿Lo haría luego de decidirse la extradición?
–El jefe del gobierno, José María Aznar, declaró ayer que “quizás el gobierno ni siquiera tenga que pronunciarse” sobre ese tema. ¿Cómo caracteriza usted esta posición?
–Es clarísima. Se la puede deducir de declaraciones suyas anteriores, como la que hizo hace un año al diario chileno El Mercurio cuando avaló las palabras con que el fiscal Eduardo Fungairiño justificó los golpes militares en Chile y Argentina. La posición del fiscal refleja la del gobierno, dijo entonces. Ahora sigue planteando lo mismo, aunque intente quitarse el problema de encima, porque esquivarlo es una manera de opinar... Ojalá que no deba pronunciarme, reitera el gobierno, cuando lo responsable es manifestar su opinión sobre este tema...
–¿Usted piensa que hay presión sobre los magistrados de la Sala?
–Sin duda que la hay. Aunque tan sólo fuera la ambiental, la presión es muy fuerte. Hasta hace poco esto era un debate jurídico. Ya no. Hay un gran arco, del centro a la izquierda que apoya a los juicios y sectores cercanos al franquismo, como el caso de Manuel Fraga, que los combaten... Sin embargo, hay que evaluar bien hasta qué punto puede influir. Frente a argumentos como la situación diplomática o las inversiones españolas, también incidirá que la comunidad internacional está mirando a España. Y es lo que hemos querido desde un comienzo: crear un precedente de que las víctimas van a tener justicia.
–En Argentina hay quienes hablan de “justicia imperialista”, al referirse a los juicios de Madrid...
–Creo que esa apelación al nacionalismo en una circunstancia como la que se vivió en vuestro país es engañosa... Lo que en realidad ocurre es que las víctimas latinoamericanas son peor tratadas que las víctimas de hechos que ocurren en las naciones europeas. Hemos querido brindar a lasvíctimas del genocidio argentino el espacio que no tuvieron. Les ofrecemos la cancha, pero el partido lo juegan ustedes... ¿Qué gana España con esto? Lo nuestro, lo que intentamos hacer, es un aporte a la comunidad internacional. Y ojalá lo logremos.

 


 

EL JUEZ ACEPTO LA CAUSA DE LOS REPRESORES CHILENOS
Garzón tiene más leña para el fuego

t.gif (862 bytes) El juez español Baltasar Garzón dictó ayer un auto por el que acepta el caso seguido contra el ex dictador chileno Augusto Pinochet por genocidio, que le ha remitido su compañero Manuel García Castellón. Por su parte, el presidente español José María Aznar lanzó un mensaje de prudencia implícito a quienes esperan que el proceso continúe y agregó que “quizás el gobierno ni siquiera tenga que pronunciarse”.
La causa por la que Garzón ordenó la prisión incondicional y la detención internacional de Pinochet constaba ya de seis tomos relativos al Plan Cóndor, en el que supuestamente los militares argentinos y chilenos coordinaron el secuestro y la desaparición de ciudadanos de ambos países. Garzón ahora tiene intención de ampliar de nuevo el auto de prisión contra Pinochet, incorporando los indicios que contra el ex dictador se encontraban en la causa que tramitaba García Castellón y que se refieren específicamente a los desaparecidos en Chile.
El magistrado no tiene intención de formalizar oficialmente su petición de extradición antes de que la Audiencia Nacional se haya pronunciado sobre la procedencia o no de la jurisdicción española.
En presencia del presidente de Panamá, Ernesto Pérez Balladares, y a la espera del líder cubano Fidel Castro, el presidente español invirtió los primeros minutos de su intervención en la rueda de prensa conjunta en la detención de Pinochet. “Pido respeto desde una democracia como la española, que no tiene cuentas con el pasado, para todas las democracias hermanas de Iberoamérica, para las que hay y para las que puede haber en el futuro”, dijo Aznar.
“Con el afán de que actúe la Justicia con los dictadores por abusos de poder, se pueden poner en riesgo vidas humanas en aquellos otros países en los que perviven dictaduras”, advirtió el mandatario, quien a su vez también fue advertido por la izquierda española. El portavoz de Justicia e Interior de los socialistas, Juan Alberto Belloch, pidió a Aznar que no se oculte tras “el respeto a la Justicia”.

 

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