Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


LA SUBLEVACION EN MENDOZA SEGUIA ANOCHE TRAS FRACASAR LA NEGOCIACION CON EL GOBIERNO
La policía ahora promete “resistir”

El gobierno de Arturo Lafalla negoció durante siete horas con los sublevados, pero al final decidió intimarlos a que retomen hoy sus tareas. “Seguiremos la resistencia”, fue la respuesta.

Los policías sublevados se mantuvieron todo el día frente a la Legislatura, mientras sus representantes negociaban.
Cuando todo indicaba que habría un acuerdo, sorpresivamente el gobernador dio por terminado el diálogo con los rebeldes.

na19fo02.jpg (9755 bytes)

Por Carlos Rodríguez desde Mendoza

t.gif (67 bytes) Anoche, después de una prolongada reunión en la Casa de Gobierno, fracasó la negociación tendiente a solucionar el conflicto que mantiene sublevados a unos 1500 policías de la provincia. La tercera parte de los involucrados mantuvo una agotadora guardia de protesta frente a la Legislatura de Mendoza y cerca de las 21 se anunció que había “un principio de acuerdo” en materia salarial, pero media hora después se diluyó. De los 1000 pesos de básico reclamados al comienzo, los policías bajaron sus pretensiones a 450, que sumados a los adicionales elevarían el salario a cerca de 700 pesos. Cuando todo parecía cerrar, el gobernador peronista Arturo Lafalla pateó el tablero y en vez de aumento los intimó para que hoy, a las 8, se presenten a cumplir con sus tareas. En caso contrario, serán “sumariados y exonerados”. Como toda respuestas, los policías anunciaron que ampliarán la protesta y seguirán “resistiendo”.
La jornada, en todo sentido, fue de menor a mayor. Por la mañana, con la llegada de unos 700 gendarmes provenientes de distintos lugares del país, los bancos abrieron sus puertas, las escuelas funcionaron normalmente y el comercio abrió sus puertas. También circularon todos los medios de transporte, pero con el correr de las horas dos noticias consecutivas volvieron a instalar la sensación de inseguridad. En un confuso intento de fuga en la Penitenciaria ubicada en la calle Boulogne Sur Mer, un guardiacárcel fue golpeado por una decena de reclusos y se decía anoche que el estado del suboficial era “muy grave”. Poco después, en un barrio militar, un grupo de asaltantes baleó a un sargento primero retirado del Ejército de apellido Montaño, quien murió antes de que pudiera ser asistido. Ambos hechos enardecieron los ánimos entre los sublevados.
En ese marco de tensión se conoció, a las 21.30, el fallido resultado de una reunión en la Casa de Gobierno, convocada por Lafalla, en la cual por primera vez desde que comenzó el conflicto se sentaron a una misma mesa funcionarios y representantes de los sublevados. Deliberaron desde las 14, y siete horas después se dijo que había “un principio de acuerdo”. Al mismo se podía arribar, a pesar de que el gobierno iba a bajar el mínimo salarial a 350 pesos. Cuando Daniel Morganti, alias “El Gringo”, el único de los “voceros” del grupo policial identificado por nombre y apellido, habló ante sus pares, la posible salida se perdió en la noche.
Durante la jornada, hubo claras divisiones entre los sublevados. El Gringo había intentado una negociación directa con el gobierno antes de mediodía, pero varios de sus compañeros lo hicieron desistir. “Te van a sentar, te van a convencer y vas a aceptar sin consultarnos”, le dijo otro de los líderes. “Que vengan ellos a buscarnos”, lo convenció un tercero. Todo en un clima denso, con empujones y gestos duros. Todos aceptaron ir a una deliberación cuando el que invitó a negociar fue el jefe de la Unidad Uno, comisario Pedro Sánchez. “Usted es una garantía para nosotros”, le dijo El Gringo, quien antes se ganó aplausos generales por la “valentía” de su denuncia al afirmar que “la superioridad de la Policía no nos acompaña”, en alusión al jefe y subjefe, comisarios Juan Zalazar Riveira y Eugenio Justo Araujo.
Cuando la reunión se fue prolongando, todos confiaron en una solución, incluso los voceros del gobierno. El acuerdo iba a contemplar otros puntos importantes, como el reequipamiento, el mantenimiento del “estado policial” de los autores de delitos “salvo los casos aberrantes” y hasta una resolución para exigir a los jueces que “expliquen con fundamento” cuando rechazan un pedido de allanamiento solicitado por la policía en la etapa de instrucción de cualquier causa. Cuando comenzó el conflicto, los rebeldes dijeron que causas por drogas y otros delitos “quedan impunes porque los ‘de arriba’ (en alusión a la cúpula policial o a los jueces) no ordenan los allanamientos necesarios”. Voceros del bloque radical, conocida la versión acerca de la posible “sugerencia” a los magistrados, adelantaron que se opondrían a una medida de ese tipo porque “significaría un atropello a la autoridad de los jueces, que son los que deben decidir los allanamientos sin tener que obedecer a lo que opina la policía”. El diputado radical Fernando Armangue fue más lejos aún. En diálogo con Página/12, puntualizó que en caso de confirmarse la adopción de medidas oficiales para responder a los reclamos de los insubordinados, se estaría ante una posible violación de las normas constitucionales que rigen en la provincia.
El artículo 10 de la Constitución dice claramente que los habitantes de la provincia tienen el derecho de reunión y de peticionar, pero que los mismos “no podrán ejercerse colectivamente por ninguna clase de fuerza armada, ni individualmente por los que formen parte de ella, sino con arreglo a las leyes”. Y recalca que “cualquier disposición adoptada por las autoridades en presencia o a requisición de fuerza armada o de una reunión sediciosa que se atribuya los derechos del pueblo, es nula y jamás podrá tener efecto” legal alguno.
Según miembros del bloque de la Alianza, esa norma constitucional “parece haber sido escrita pensando en la situación que estamos viviendo en estos precisos momentos”. Al parecer, los miembros del bloque del Partido Demócrata también se opondrían a un arreglo de esas características. La duda es la siguiente: ¿fracasó realmente la negociación o el gobierno les dio tiempo a los revoltosos para que levanten la medida en la madrugada, sin testigos, y vayan a trabajar para luego sí firmar un acuerdo que respondería en forma positiva a casi todos los reclamos de los policías alzados?

 


 

APRIETES A LA PRENSA de LOS SUBLEVADOS
Con los cantitos al revés

Por C. R.

t.gif (862 bytes) La autorreivindicación pública de la policía mendocina a través de los cánticos de los sublevados, y los permanentes “aprietes” al periodismo en general –y a Página/12 en particular– fueron dos constantes del segundo día de concentración uniformada frente a la Legislatura provincial. En un país donde los insultados siempre son los “botones”, los “canas” o –últimamente– los “ratis”, todos sinónimos despectivos de policía, los uniformados locales sorprendieron con un estribillo que jamás se escuchará en un estadio de fútbol o en cualquier manifestación política o social: “Olé, olé, olá, soy policía, es un sentimiento, no puedo parar”.
En algunos momentos, a pesar de la tensión reinante, los 500 policías que se congregaron esta vez en el propio Paseo Sarmiento al 200, justo frente a la entrada principal de la Legislatura, llegaron al jolgorio: “El que no salta no es policía”, cantaron alegres y saltaron, por supuesto, innovando sobre la letra de una canción convertida en hit por los detractores del uniforme y la disciplina.
“Si la tiran a la poli al bombo, va’ haber quilombo”, ensayó un joven de cara cuadrada, enorme, vestido de civil, pero lo siguieron sólo unos pocos. El incipiente coro fue frenado por otro civil de barba y pelo largo que terminaba en una graciosa “colita”, pero que se proclamaba “policía” a cada rato por medio del sistema de audio instalado en medio de la calle peatonal. “Cordura y respeto”, reclamó el pelilargo, recordando que su función de vigilante está más allá de la gorra y el uniforme que no tenía.
El discurso de los oradores anónimos –ninguno dio públicamente su nombre completo– siempre fue contradictorio. Tanto pedían “la cabeza” de los comisarios Carlos Rico Tejeiro y Abel Silva Ortega, titulares de la Unidad Regional Quinta, a quienes acusaron de “apretar” a la tropa para que no se sumara a la huelga, como recomendaban a sus pares que habían ido con la familia para que “sacaran a los niños del sol”. No vaya a ser que la protesta termine en insolación masiva.
Pero los momentos más duros los pasó parte de la prensa. Javier Lozano, periodista de TN, hizo su primer informe en vivo mientras le gritaban “deja de decir mentiras sobre la policía”. Después, como una forma de amedrentarlo, le acercaron el micrófono y las palabras del periodista se escucharon por los altoparlantes, mientras la multitud azul “controlaba” el contenido de la nota. Al Canal 9 pretendieron exigirle que pusiera un monitor en el lugar para que ellos pudieran fiscalizar la labor de los cronistas y al fotógrafo mendocino Raúl Cuello, que colabora con el diario La Nación, lo requisaron dos veces –tal vez un vicio profesional– porque creyeron que era “un espía de inteligencia” de la propia policía.
Y ni hablar de Página/12. Cuando los ánimos caían, para levantarlos, volvían a leer el título de tapa de ayer, sobre todo la parte que dice “policía acusada de secuestros y asesinatos”. Los insultos y la bronca alcanzaron gloriosos momentos de apoteosis. Y el cronista de este diario juraba que era de La Nueva Provincia.

 


 

La mano dura argentina analizada en los EE.UU.

El CELS y la Human Rights Watch estudiaron los últimos dos años de actuación policial. Un informe detallado de 41 casos polémicos.

Martín Abregú y Emilio Mignone, del CELS, y José Miguel Vivanco, de Human Rights Watch.
“A nosotros no nos sorprende la fuerza que tiene la rebelión policial en Mendoza”, dijo Abregú.

na18fo01.jpg (8993 bytes)

Por Cristian Alarcón

t.gif (862 bytes) “A nosotros no nos sorprende la fuerza que tiene la rebelión policial en Mendoza. Ya demostraron su poder en el entorpecimiento de las investigaciones de tres desapariciones en la provincia y ofrecen una gran resistencia a los cambios políticos”. El diagnóstico corresponde a Martín Abregú, director ejecutivo del Centro de Estudios Legales y Sociales. Lo hizo ayer, durante la presentación del libro La inseguridad policial: violencia de las fuerzas de seguridad en la Argentina, una investigación realizada por el CELS y Human Rights Watch, la organización de derechos humanos más importante de Estados Unidos. Consultado por este diario sobre la capacidad de las corporaciones policiales en el interior del país de presionar al poder político, Abregú admitió que “si bien este momento es difícil en Mendoza, las condiciones no difieren de las del resto de las provincias”.
El informe conjunto realizado por las dos organizaciones es el resultado de una investigación que llevó dos años y contempló casos de violación de los derechos humanos a lo largo de todo el país. Un total de 41 casos fueron analizados por un equipo de especialistas y a través de ellos se logró sistematizar la forma en que procede la policía a la hora de reprimir. Quizás los más brutales de esos crímenes sean las desapariciones de los jóvenes mendocinos Christian Guardatti, Adolfo Garrido y Raúl Baigorria, casos en los que la Justicia no logró juzgar a los culpables. “La conflictividad de la policía mendocina no es nueva –le dijo ayer a este diario Abregú–. La rispidez de la fuerza nace en los casos de las desapariciones. A pesar del costo político que la falta de investigación de esos casos trajo a la provincia, eso no provocó ningún cambio”.
Los 41 casos analizados –de los cuales en sólo 13 se comprobó un avance en las investigaciones judiciales– fueron divididos en el informe en cinco categorías:
u La primera es la de las muertes y lesiones que ocurren durante la supuesta prevención de delitos. Por ejemplo, el caso de Alejandro Mirabete, de 17 años, que fue asesinado de un balazo en la cabeza cuando escapaba desarmado de los policías que le habían pedido documentos, en febrero de 1996. En ese punto también se incluyen la represión que terminó con la muerte de Teresa Rodríguez durante una manifestación en Cutral-Có.
u Se diferencian en una segunda categoría los casos represivos, donde se abusó de poder de fuego policial, como en el asesinato de Javier Rojas Pérez, también muerto de un balazo en la cabeza por un cabo en un procedimiento realizado en una pizzería.
u En una tercera categoría se incluyen las ejecuciones, resultado tanto de la venganza contra testigos como de ajustes de cuentas. Se citan como ejemplo los casos de Sergio Pérez y Pedro Salvador Aguirre. Ambos habían denunciado amenazas de muerte como represalias a sus anteriores denuncias por torturas o violencia policial.
u En la cuarta categoría se inscriben las desapariciones. Las víctimas siempre fueron detenidas ilegalmente y las investigaciones evidencian que han sido desaparecidos para ocultar ejecuciones o torturas y desviar la investigación judicial. En el informe se aclara que “muchos de los otros casos documentados en el informe podrían tener hoy la forma de la desaparición de personas de no haber mediado testimonios de terceros -como en el caso de Cristian Campos, asesinado y quemado en Mar del Plata-, la acción inmediata de familiares y abogados –como en el caso Bordón– o hechos fortuitos que hicieron aparecer los cuerpos.
u Finalmente, en una quinta categoría se incluyen las muertes y lesiones ocurridas bajo custodia en comisarías y dependencias policiales. “En todos los casos descritos existen serios indicios de que ellas han sido consecuencia de torturas y malos tratos”, se indica.
En el informe, que fue presentado por Abregú y el director ejecutivo para América latina de Human Rights Watch, José Miguel Vivanco, éstedestacó “la inmunidad ante las investigaciones administrativas y judiciales” de los policías implicados en delitos. “Existe una permanente actitud corporativa que no contribuye en la reducción de los abusos”, sostuvo. El informe incluye un detalle y explicación de las prácticas de encubrimiento policial. En casi todos los casos analizados se construyeron versiones falsas de los acontecimientos; se adulteraron, destruyeron y fabricaron pruebas; se llegó a fabricar delitos para incriminar a inocentes o se amedrentó y reprimió a testigos.

 

Corach con mala memoria

–Nosotros queremos manifestarle nuestro desagrado y sorpresa por las declaraciones del Presidente (Carlos Menem) respecto de que sería necesaria una “mano dura” para controlar la inseguridad –le dijo el director ejecutivo de Human Right Watch, José Miguel Vivanco, al ministro del Interior Carlos Corach, en una reunión mantenida ayer en la Casa Rosada, para entregar el informe elaborado por la entidad.
–Yo no estoy al tanto de esas declaraciones –fue la estoica respuesta del ministro político al representante de la organización de derechos humanos norteamericana. Corach negó de esa manera recordar la polémica que despertaron las declaraciones publicadas en la tapa del diario Clarín el 13 de setiembre, cuando el Presidente además dijo: “Podrán poner el grito algunas organizaciones de derechos humanos, pero yo creo que aquí tiene más protección un delincuente que un policía o la gente”.

 

PRINCIPAL