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JOSE MIGUEL VIVANCO, DE HUMAN RIGHTS WATCH
“Frente al problema policial, la regla de gobierno es la pasividad”

Es el director ejecutivo para América latina de la organización de derechos humanos más importante de EE.UU. Tras dos años de   investigación, analiza la policía y su relación con el poder y la gente.

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Por Cristian Alarcón

t.gif (67 bytes) “Sienten desprecio por la sociedad civil, por el periodismo y por la democracia en general”, dice José Miguel Vivanco, director ejecutivo de Human Rights Watch, sobre las policías del interior del país, como la rebelde mendocina. A cargo del área latinoamericana del organismo de derechos humanos más importante de Estados Unidos, este abogado de 37 años, nacido en Chile, graduado en Harvard y profesor en las universidades de Georgetown y John Hopkins de Washington, observa desde hace una década los fenómenos de represión institucional que afectan a países como la Argentina. De visita en el país para entregar en mano al gobierno nacional, al bonaerense, a la embajada norteamericana y a los líderes de la oposición la investigación que sobre el tema realizó junto al Centro de Estudios Legales y Sociales, pone en esta entrevista con Página/12 el sayo que le corresponde a los gobiernos en el descontrol policial: “La regla general es la pasividad”, sostiene.
–¿Cómo evalúa la calidad de la dirigencia política a la hora de tomar posición y combatir la brutalidad policial?
–Siempre hemos encontrado disposición a dialogar sobre el tema y, lo más sorprendente, una coincidencia en el diagnóstico, en la gravedad del problema. Sin embargo se nota una falta casi total de disposición para enfrentar el problema. Por ejemplo, existe una relación causal entre el escándalo ante la opinión pública que implicaron algunos casos de brutalidad policial y el impacto del caso Cabezas, con las medidas tomadas luego, por fin, en la provincia de Buenos Aires para reestructurar la fuerza. No estoy diciendo que esos esfuerzos no sean válidos, pero ha sido necesario un sinnúmero de protestas a nivel nacional e internacional para que reaccionen los gobiernos.
–¿Por qué considera que existe ese doble discurso?
–Los gobiernos calculan permanentemente el riesgo que representa reestructurar no sólo las policías sino también las políticas de seguridad. Viven especulando con la impresión que pueden causar de acuerdo con la coyuntura. Por eso se ofrece mano dura frente a la generalidad. Muchas veces, en lugar de afianzar las demandas sociales, la tendencia es explotar esas demandas que surgen a nivel instintivo en algunos sectores con intención electoral.
–Digamos que se combina un discurso políticamente correcto con actitudes contradictorias.
–Hay contradicción, pero por sobre todo, la regla general es la pasividad. Los gobiernos presentan el problema como si no los incluyera. Esa es la gran dificultad en la Argentina, la necesidad de encontrar un interlocutor dispuesto a asumir responsabilidades y a intentar desde la autoridad y en función del discurso correcto, las medidas necesarias. Actualmente la mayoría funciona como si fuera un espectador más y no quien tiene el poder.
–La dicotomía inseguridad urbana-mano dura, planteada por el presidente Menem, ¿se repite en otros gobiernos latinoamericanos?
–En el resto de Latinoamérica hay iniciativas que tienden a avalar esta tesis simplista de la mano dura. Esto es más bien una fórmula para manipular las demandas sociales de seguridad, vendiendo la idea falsa de que la mejor seguridad se obtiene con una policía que actúa contra el delincuente sin tener en cuenta sus derechos fundamentales, como si fueran el obstáculo. Ese discurso se aplica, por ejemplo, en el caso de Guatemala y Perú. A nivel regional se dejan llevar por las presiones y acuden a amenazas como la pena de muerte. Que por esa vía se mejore algo es falso. La violación de todas las garantías del debido proceso y de defensa convierte al sistema en ineficiente, lo hace incapaz de distinguir entre inocentes y culpables.
–¿Cuál es el diagnóstico en las provincias del interior donde ahora se ve la resistencia a mínimos cambios como en Mendoza?
–La situación es crítica. En algunos puntos es devastadora para los derechos fundamentales. Los niveles de profesionalismo en la investigaciones de los jueces son mínimos. En muchos de estos casos demuestran una actitud casi complaciente frente a los abusos policiales. Las fuerzas del interior son policías con altos niveles de desmoralización, bajísimo nivel profesional, gran nivel de desconfianza por parte de la sociedad. Tiene un espíritu corporativo que los lleva a encubrirse. Y por sobre todo a resolver los casos con la fuerza, con la tortura como solución primaria. Se nota en ellos el desprecio por la sociedad civil, por el periodismo, por las estructuras democráticas en general. En el caso de la Bonaerense, hace un año la situación era idéntica, ahora podemos decir que está en transición.
–¿Ante ese panorama, cómo queda posicionada la Policía Federal?
–La Federal, además de mejor entrenamiento, adquirió sensibilidad para detectar lo que le importa a la opinión pública, digamos que es una policía poco más inteligente, preocupada por la pretensión de la opinión pública, y en definitiva eso es un buen elemento. Ahora, esa diferencia entre la Federal y las de las provinciales se parece a la situación de otros países latinoamericanos donde ocurre lo mismo, como México.
–En el informe hacen hincapié en las condiciones de detención como favorecedoras de los abusos. ¿Cuál es el mayor problema en ese sentido?
–Los edictos, con los que la policía goza de absoluta discrecionalidad y total ausencia de control judicial en la detención, siguen vigentes en casi todo el país, aunque son normas impresentables. Casi no existen en otro lugar del mundo. La averiguación de antecedentes también se traduce en arbitrariedad. Al no haber control judicial, en esas detenciones es fácil que la policía rompa la ley. Justamente hoy (por ayer) se da el primer caso donde se condena a un policía por este motivo.
–Además de no ser controlados en la aplicación de esas herramientas legales, tampoco hay control en ningún aspecto interno.
–Reunidos con (el ministro del Interior Carlos) Corach debimos decirle que Asuntos Internos es tan malo como en el resto del país. La única respuesta que nos dio es que elevaron a categoría de división el organismo de control. A confesión de partes, relevo de pruebas. Cuando habíamos preguntado decenas de veces antes por el tema, jamás habían respondido.
–¿Y asuntos internos de la Bonaerense?
–El secretario de Justicia, (León) Arslanian, habla de un cuerpo de cien personas para controlar a 45 mil agentes. Los esfuerzos son débiles e insuficientes. En la provincia, un subordinado no puede denunciar a su superior salvo que lo afecte directamente. Algo que carece de toda racionalidad. Si un policía ve que otro pide una coima, no puede denunciarlo. No sólo no tiene la obligación de denunciar al corrupto sino que además tiene la prohibición de hacerlo. Tampoco pueden hacer denuncias anónimas aunque después el hecho se pruebe como cierto. O sea que está todo estructurado para protegerlos.

 


 

LOS POLICIAS MENDOCINOS LEVANTARON LA SUBLEVACION
La casa está en orden

Luego de conquistar casi todos sus reclamos, los rebeldes abandonaron la Plaza Independencia y volvieron a trabajar. Consiguieron aumento de sueldo, leyes  más duras y garantías para que los procesados puedan seguir en actividad.

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Por Carlos Rodríguez desde Mendoza

t.gif (862 bytes) “La casa está en orden.” La mítica frase de Raúl Alfonsín circuló por todos los recovecos de la Casa de Gobierno mendocina, luego que se firmara el acta de acuerdo por la cual se levantó la rebelión policial que desde el lunes por la noche mantenía en vilo a la sociedad mendocina. El listado de los logros alcanzados por los huelguistas arma en mano fue justificado por el gobernador Arturo Lafalla, quien consideró que muchos puntos del reclamo eran “atendibles” porque “el riesgo de ser policía debe ser compensado”. Lafalla también habló de sus propios riesgos al punto de admitir que “es común que los funcionarios reciban amenazas”, aludiendo a presiones ocurridas durante el movimiento telúrico azul marino (ver aparte). En un país donde los salarios están congelados desde hace siete años por efecto de la ley de Convertibilidad, el Gobierno invertirá 6.720.000 pesos, sólo por sueldos, para asegurar la subordinación de sus subordinados.
Además de un aumento inmediato de 100 pesos por mes para los 5500 policías que tiene la provincia, el Gobierno autorizó que se regularice un plus por “tiempo mínimo en el grado”, que en lo inmediato insumirá otro gasto de un millón seiscientos mil pesos. Y también avaló la “compra directa” de chalecos antibala, por un millón más. Ante el éxito de la movida gremial de los uniformados, el titular de la CGT mendocina, Jorge Córdova, se preguntó cuál sería la respuesta del Gobierno ante un reclamo de los mineros “con dinamita en los bolsillos” (ver recuadro). Y en forma inmediata, veinte gremios estatales –entre ellos los maestros y sanidad– se dirigieron por carta a Lafalla para reclamarle un sueldo acorde con la canasta familiar, que en la provincia ronda los 1100 pesos.
Entre la noche del miércoles y la madrugada del lunes, los policías mantuvieron asambleas sin la presencia de la prensa para convencer a los más “duros” de la conveniencia de la oferta y de la necesidad de tomarla para poder gritar ¡bingo!. Lo último que solicitaron fue que no hubiera represalias con los cabecillas y eso también les fue concedido. Sólo falta ver qué pasará en la Legislatura, con las bancadas opositoras al peronismo gobernante, cuando llegue la hora de tratar las leyes que piden los policías para endurecer el Código Procesal, intimar a los jueces para que autoricen rápido los allanamientos y ponerle coto a las investigaciones que pesan sobre uniformados acusados de violencia policial.
Desde las 7 de ayer se realizó la última reunión y a las 10.30 se hizo el anuncio oficial del acuerdo. Los policías, reunidos nuevamente en la plaza Independencia, hicieron un débil conato de mantener la medida de fuerza, luego lloraron –no quedó claro si de alegría o de tristeza– e hicieron un minuto de silencio “en homenaje a los caídos en cumplimiento del deber”. La frutilla del postre en el cierre fue cuando uno de los policías gritó el nombre de José Luis Cabezas, para que sus compañeros respondiera con el clásico “¡presente!”. Fue un gesto postrero de reconciliación con los periodistas, a los que hostigaron antes y después de la brevísima tregua.
Cuando se produjo el cierre del conflicto, fue imposible dialogar con los que fueron los líderes del movimiento, la cabo Claudia Elizabeth Reyes, y los agentes Daniel Mario Morganti, alias “El Gringo”, Roberto Araujo, Eduardo Sutte y Juan Andrés Gómez. Los periodistas corrieron detrás de Morganti, el más charlatán, para tratar de tener su testimonio. En el camino, el grueso de los hombres de prensa fue interceptado, a golpes en algún caso, por la guardia de seguridad, que seguía en manos de la Gendarmería. Lo más curioso ocurrió cuando “El Gringo”, a pesar de todo, quiso acercarse a las cámaras de América 2. Uno de sus acompañantes le tapó la boca con la mano y, como si fuera un simulacro de secuestro,entre dos lo introdujeron por la fuerza en el asiento posterior de un Peugeot 504 de color negro. Y partieron a toda velocidad.
Como resumen del conflicto puede decirse que, como en todos lados, en la fuerza policial hay hijos y entenados, estrellas y estrellados. En varias de las largas noches de vigilia, algunos agentes muy jóvenes contaron el por qué de su bronca con la cúpula policial. La malaria general hace que todos soliciten préstamos –usurarios por lo demás– a la mutual de la Policía, que se maneja “con los mismos criterios de La Forestal” a principios de siglo, según aseguró un sargento veterano. Esto lleva a una insoportable acumulación de cuotas impagas, que hacen que haya que pelear cuerpo a cuerpo por los famosos “servicios adicionales” que agregan jugosos aportes al magro salario básico.
Pero allí aparece de nuevo el oprobio para los que “no están en la trenza grande”, tal como lo definió un oficial rubio vestido con una bermuda multicolor. “Los jefes reparten entre los allegados y algunos siempre quedamos afuera o recibimos migajas”. Anoche, después del final de la crisis policial, los artesanos reaparecieron con sus puestos en la plaza Independencia. Sobre el pasto, quedaban todavía restos de la comida que recibieron los sublevados, en calidad y cantidad, donada por comerciantes que adhirieron así a la protesta. Claro que los verdaderos artífices del operativo “provisiones” fueron dos cabos, cuyos nombres se mantuvieron en reserva, señalados como especialistas del modus-operandi policial consistente en “chapear” para obtener comida gratis tratando, en lo posible, de no manchar el uniforme.

 

Los detalles del arreglo

* Aumento anual de 1000 pesos “no remunerativo ni bonificable”, pagado en 10 cuotas iguales de 100 pesos, menos en diciembre y en junio. Esto tiene un costo para la provincia de 6.720.000 pesos.
* Se dispone otra suma de 1.615.373 pesos para regularizar el pago del adicional por “tiempo mínimo en el grado”.
* Se dará solución a los reclamos pendientes para cobrar adicionales por “riesgos especiales” (incluido choferes) y tareas informáticas.
* Se autorizó la compra de chalecos antibala en forma “directa” con una inversión de un millón de pesos.
* El 30 de noviembre deberá estar el dictamen de las Juntas sobre los ascensos de este año, con la consiguiente mejora salarial.
* La Jefatura deberá reestructurar en forma paulatina el horario de servicio, hasta llegar a las ocho horas de trabajo por 24 de franco.
* La jefatura no podrá pasar a revista pasiva del personal policial que se encuentre bajo procesamiento judicial, siempre que no se haya dictado la prisión preventiva y no se trate de un caso “de excepcional gravedad”.
* No habrá sanciones disciplinarias para los sublevados.
* Se solicitará a la Legislatura el “pronto tratamiento” de leyes de seguridad para endurecer la normativa vigente.


El acuerdo, una dinamita

“¿Les permitirían a los mineros reclamar aumentos de salario con una dinamita, que es su instrumento de trabajo, en el bolsillo?” El titular de la CGT de Mendoza, Jorge Córdova, apeló a la ironía para criticar al gobierno provincial por haber permitido que los policías, con sus armas reglamentarias en la mano, hayan forzado una reivindicación salarial. “Hemos sufrido mucho con los milicos y no queremos volver al pasado”, acotó.
–¿Qué opina del incremento salarial obtenido por la policía?
–Queda como interrogante si estamos en presencia de una nueva modalidad de pedir, con los instrumentos de trabajo en la mano, como ocurrió con los policías, que estaban armados. ¿Se permitiría a los trabajadores de la UOCRA ir a la manifestación con la maza, la pala y el pico, y a los mineros con la dinamita en el bolsillo? Acá hay un derecho adquirido, ya que los policías peticionaron con las armas en la mano. Los trabajadores, en cambio, siempre van con las manos limpias.
–Y muchas veces son reprimidos por protestar.
–Es un tema delicado porque hay que analizar si la decisión política es la correcta para el futuro de las instituciones democráticas y para el movimiento obrero. Nos gusta vivir en democracia porque los trabajadores hemos sufrido demasiado en las épocas nefastas de los milicos. Esperamos que lo que ha ocurrido no sea utilizado para retroceder.

 


 

EL GOBERNADOR ARTURO LAFALLA ANALIZA EL CONFLICTO
“Es común recibir amenazas”

Por C. R.

t.gif (862 bytes) “El conflicto está solucionado, pero reconocemos que los problemas siguen y que hay que seguir trabajando.” En diálogo con Página/12, el gobernador justicialista de Mendoza, Arturo Lafalla, admitió que la crisis policial sigue teniendo flancos descubiertos. Al mismo tiempo reconoció como “probable” que durante el levantamiento algunos funcionarios de su gobierno hayan sido “presionados o amenazados” para que respondieran a los reclamos de los uniformados.
–¿Usted cree que el reclamo era justo?
–Había cosas atendibles. Lo que era atendible y estaba al alcance del Estado, se atendió. Lo que no, fue rechazado.
–¿Y ahora qué va a pasar con los reclamos de otros gremios, como docentes o sanidad, que tienen también quieren aumento de sueldos?
–Los policías están corriendo un riesgo inusual como consecuencia de la irracional ola de violencia. Ser policía hoy no es lo mismo que haberlo sido hace dos o cuatro años acá en Mendoza. Hoy tienen riesgos que antes no tenían. Ese riesgo debe ser compensado con mayor protección legal, mayor equipamiento y también mayor reconocimiento económico.
–En ocasiones anteriores, por ejemplo en enero de 1995, ya la Policía había protagonizado levantamientos similares. ¿Haberle dado lo que pedían garantiza que ya no vuelvan a levantarse nunca más?
–Esta tiene que ser la última vez.
–¿Es cierto que algunos funcionarios recibieron presiones o amenazas durante estos días de crisis policial?
–Es común que los funcionarios recibamos amenazas y es probable que se hayan incentivado, pero yo no tengo miedo. Y si tengo miedo, hay que pensar que tener miedo es humano. Tengo hijos y familia como todos, pero el día en que no sea capaz de superar ese miedo no podré estar aquí.
–¿El levantamiento puso en riesgo al gobierno provincial?
–Yo no creo que haya estado en riesgo el funcionamiento de las instituciones. Hubo una conmoción severa, seria, pero ya se han vivido otras situaciones peores. No hubo caos ni un desborde de violencia.
–¿Por qué ratificó en sus cargos al jefe y al subjefe de la policía cuando ambos habían sido cuestionados por los sublevados, que dieron su apoyo al jefe de la Regional Quinta comisario Pedro Sánchez?
–Mi responsabilidad es designar al jefe, al subjefe y a la cúpula. Yo ratifico a esa jefatura. Son ellos los que van a reconstituir la cadena de mandos y los responsables de hacer volver a la normalidad a la policía.

 

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