Los 17 trabajos premiados en un concurso del que participaron 500 guiones están parados por los problemas de presupuesto del Instituto. Originalmente debían ser proyectados en el Festival de Mar del Plata, en noviembre.
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Por Máximo Eseverri No hablamos de un negocio que salió mal: hablamos de los sueños de diecisiete realizadores que no se pueden concretar, se queja uno de los directores ganadores del concurso Historias breves III. Los diecisiete trabajos premiados en la edición 96-97 del concurso organizado por el Instituto Nacional de Cinematografía y Artes Audiovisuales estaban ideados para ser proyectos en el Festival de Mar del Plata, entre el l2 y 21 de noviembre. Sus directores ya han perdido toda esperanza al respecto. Temen algo peor: que nunca lleguen a verse. Después del suceso que fue Historias breves (1995) y luego, con más moderación, Historias breves II (dos largometrajes, 1996), tanto los noveles directores como la industria y hasta el público estaban empezando a responder con entusiasmo a esta nueva modalidad de hacer cine, que permitía mostrar las nuevas tendencias de la producción nacional. Además de haber conseguido más de 30.000 espectadores aquellos cicló proyectaron realizadores como Bruno Stagnaro y Adrián Caetano (Pizza, birra, faso) y Daniel Burman (Un crisantemo estalla en cincoesquinas). Pero este año, el recorte de los créditos que otorga el INCAA amenaza con volver el contador a cero. De los diecisiete ganadores de un concurso en el que participaron más de 500 guiones, ninguno ha recibido la totalidad de las cuotas que otorga el Instituto. Incluso muchos de ellos no han recibido pago alguno, así que tampoco han podido iniciar el rodaje. Como en la edición anterior, los premiados recibían 40.000 pesos en cuatro cuotas: tres de 12.000 y una última de 4000 contra la presentación de la película. Los más afortunados lograron alcanzar la tercera cuota y la mayoría, con dos pagos pendientes, están siendo presionados por las deudas con técnicos y laboratorios. En julio nos avisaron que ya no cobraríamos en el INCAA, sino en el Ministerio de Economía. Pensamos que era un simple cambio de trámites, pero en realidad se trataba de que no iban a liberar más cuotas, explica Marco Grossi, director de La media medalla. Su situación es privilegiada: le falta sólo la cuota final. No puede terminar los procesos de posproducción y ya perdió contactos para participar en festivales internacionales como el de Amiens. Gabriel Lichtman, director de El séptimo día, es uno de los que decidió empezar a mover las aguas para obtener una respuesta: Pedimos entrevista con Mahárbiz y nos la dieron con Patricia Moro, la directora del CERC (la escuela de cine del Instituto). Ella nos ofreció comunicarse con los acreedores para explicarles la situación, pero hasta ahora no han llamado a nadie. Las palabras de las autoridades del Instituto son siempre la semana que viene... Hasta hoy, nunca recibimos una respuesta oficial. Iban a ser dos largometrajes a presentarse en Mar del Plata. Nos decían que apretáramos los rodajes para llegar a tiempo, y ahora somos nosotros los que tenemos que presionar para llegar a esa fecha, dice el cordobés Fernando Krichmar, productor de Lara y los trenes, dirigido por Santiago Loza. Con dos cuotas pendientes y deudas varias, el director debió volver a Córdoba para trabajar en una empresa de seguros. Peor es la situación del mendocino Gustavo Esteban, realizador del corto de animación Del 20. El último viaje que hice fue para firmar el convenio y cobrar la primera cuota. Desde julio que estoy en Capital. Luego de un tiempo en el que llegó a comer una vez por día, hoy trabaja repartiendo pizzas en moto sin conocer la ciudad. Para Lichtman más allá del conflicto legal, el problema queda en manos del realizador, su palabra y su imagen. Por una cuestión ética, no se le puede decir a todos que se vayan a quejar al Instituto. Quedás mal en dos o tres laboratorios y con la gente que adhiere a tu proyecto antes de empezar una carrera, agrega Krichmar. Martín Romanella, el director de Candela, es uno de los que quedó peor parado: Nunca me liberaron cuotas desde agosto. Conseguí locaciones y actores, pero con la falta de plata todo se desarmó: la casa para filmar se alquila, el coche prestado sevende, el actor consigue cosas nuevas... Tenía que rodar en Ensenada, organicé todo con las autoridades, pero después el que quedó como desorganizado fui yo y no el Instituto. Más que una política gremial, los une el deseo de terminar con sus proyectos de una vez. Frente al embanderamiento con la juventud que siempre realiza el Instituto, nosotros queremos recordarles que somos los más nuevos del nuevo cine argentino, y que sólo pedimos terminar nuestras películas y cancelar las deudas que tenemos, sintetiza Gustavo Macri. Para Krichman a diferencia de los directores reconocidos que consiguen la plata por otros canales, nosotros lo hicimos después de ganar un concurso en el que participaron 500 tipos. Les dijimos (a los dirigentes gremiales) medio en broma que como forma de protesta se podía cortar la ruta 2 y se revolvían en la silla. La ruta todavía no, nos decían. Es el grotesco: recibir un premio para quedar endeudado, reflexiona Carlos Monroy, director de Zapallares. A él le falta la última cuota para hacer el sonido pero no puede entregar el corto si antes no paga sus deudas. Tiene hipotecada su casa como garantía. La deuda global es de unos 300.000 pesos. 340 profesionales técnicos y actores reconocidos trabajaron por sueldos de entre 500 y 700 pesos.
¿DE QUE SE TRATAN LOS NUEVOS TRABAJOS? Unas
breves historias de algunas de las nuevas Historias Breves:
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