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“LA VILLE LOUVRE”, UN DOCUMENTAL DE NICOLAS PHILIBERT
Una ciudad dentro de otra

La cámara del documentalista francés se mete en los laberintos ocultos de uno de los más grandes, e inabarcables, museos del mundo.

Nada más lejos de una rutinaria visita guiada que “La ville Louvre”.
El film prescinde de la narración en off y de las cabezas parlantes.

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LA VILLE LOUVRE

Francia, 1990.
Dirección y guión: Nicolas Philibert.
Estreno de hoy en el cine Cosmos exclusivamente, en copia video.

Por Luciano Monteagudo

t.gif (862 bytes) Ocho años atrás, cuando el Louvre atravesaba un período de expansión y cambios profundos (se acababa de inaugurar la polémica pirámide vidriada de ingreso, diseñada por el arquitecto I.M. Pei), el documentalista francés Nicolas Philibert fue comisionado por las autoridades del museo para registrar algunos espectaculares desplazamientos de obras. Lo que en un principio estaba pensado solamente como material de archivo fue, sin embargo, ganando cuerpo hasta que después de ocho meses de rodaje se convirtió por derecho propio en un film de largometraje, que obtuvo el premio al mejor documental europeo 1990. La ville Louvre sigue siendo hoy un documental de una factura ejemplar, en la medida que va descubriendo su objeto de estudio de una manera ágil e informal, haciendo del inmenso museo un organismo vivo, en movimiento continuo.
Philibert hace ingresar al espectador de su film como si fuera un ladrón, guiado apenas por unos pasos misteriosos y la luz de unas linternas. Paradójicamente, se trata de seguir la ronda nocturna del personal de seguridad. A partir de allí, la película se va abriendo a los trabajos y los días de uno de los más grandes museos del mundo. El foco de interés de Philibert, sin embargo, no está en las obras famosas acumuladas por el Louvre en sus doscientos años de existencia ni en sus infinitas colecciones, acaso inabarcables para un film, sino en un universo completamente desconocido para el público. En palabras del propio director, “el de centenares de hombres y mujeres que, entre bastidores, desde el liencista al marmolero, del conservador al guardián, hacen la vida del museo”.
La diferencia de La ville Louvre con tanto documental televisivo es que prescinde por completo no solamente de entrevistas –las aburridas cabezas parlantes– sino también de un narrador en cámara o de una voz en off. Nada más lejos de la intención de Philibert que una tradicional visita guiada. El director prefiere perderse con su cámara por los pasillos laberínticos siguiendo a un mensajero en patines; o acompañar el gracioso traslado de una escultura; o sorprenderse con la prueba de vestuario de los empleados, con trajes a cargo de Yves Saint Laurent. Lo de Philibert es la cocina, literalmente, al punto que registra hasta la preparación de los champignones con que se alimenta el ejército del Louvre.
Dentro de esas bambalinas hay dos momentos particularmente interesantes. Uno es cuando dos curadores deben decidir con qué criterio armar una sala, cómo seleccionar aquellas telas que verá el público y cuáles permanecerán en las bóvedas. “Si tenemos El Astrónomo de Vermeer hay que exhibirla en una sala de modo que la gente se dirija a la obra en cuestión”, le explica uno de ellos a sus colaboradores. “Pero por otra parte, debemos mostrar que somos ricos. El Louvre es como un libro enorme, al que consultamos muchas veces. Es mejor que el menú sea abundante y que podamos elegir aquello que queremos ver en varias visitas. Si consideramos que el Louvre es para los turistas, bastaría con exhibir La Venus de Milo o La Gioconda...”
El otro momento fuerte, que funciona un poco a la manera de la columna vertebral del film, es la exhumación, traslado y posterior instalación de una gigantesca tela de Charles Le Brun, de más de 80 metros cuadrados, que por sí sola da cuenta de las inagotables riquezas que esconde el Louvre, una verdadera ciudad dentro de otra, y que cuando la recorre la cámara de Philibert no puede sino traer a la memoria cinéfila los abrumadores tesoros que guardaba Xanadú, la ville Kane.


 

“GOLPE FULMINANTE”, DEL VENERABLE TSUI HARK
El infernal ballet mecánico

GOLPE FULMINANTE

(Knock Off) Estados Unidos, 1998.
Dirección: Tsui Hark.
Guión: Steven E.De Souza.
Fotografía: Arthur Wong.
Música: Ron y Russel Mae.
Intérpretes: Jean-Claude Van Damme, Rob Sneider, Paul Sorvino, Lela Rochon.
Estreno de ayer en los cines Atlas Lavalle, Alto Palermo, General Paz.

Por L.M.

t.gif (862 bytes) Actor, productor y director de más de cincuenta películas y líder indiscutido de la movida que convirtió a los chop sukys de Hong Kong en una ráfaga de aire fresco en el alicaído cine de los años ‘80, Tsui Hark siguió el mismo camino que sus colegas John Woo y Ringo Lam: la peregrinación hacia Hollywood. El autor de clásicos del cine de acción Made in HK, como Peking Opera Blues, Chinese Ghost Story y Once Upon a Time in China, celebradas en el circuito de festivales internacionales (generalmente en sus culposas secciones de trasnoche), fue convocado por el karateca belga Jean-Claude Van Damme para remozar su imagen. El año pasado hicieron juntos la delirante La colonia y como la experiencia fue positiva ahora el dúo dinámico vuelve con Golpe fulminante, otra aventura hiperkinética, filmada a toda velocidad por las calles de Hong Kong, que Tsui conoce tan bien.
Claro, este regreso al hogar del hijo pródigo no podía obviar el momento que marcó a fuego todo el cine de la ex colonia británica: el tan esperado y temido traspaso a manos del gobierno chino. Siempre se dijo, por ejemplo, que las desesperadas películas de John Woo (un protegido de Tsui) tenían que ver con esa fecha límite, pero Golpe fulminante no pretende otra cosa que un recorrido salvaje por la ciudad en las 72 horas previas al conmocionante 1º de julio de 1997. De la realidad, Hark solamente tomó algunos clips de la TV con el anuncio de las presencias oficiales y los fuegos de artificio, que en su film se confunden con los tiros y explosiones. En ese clima, imagina una conspiración internacional de ex agentes de la KGB y traidores de la CIA, que luchan por el control de unos microexplosivos capaces de exportarse a los Estados Unidos... ¡En los botones de una gigantesca partida de jeans!
El disparate está a la vuelta de cada esquina en el guión concebido por Steven E.De Souza (el libretista de Duro de matar 1 y 2), Jean-Claude Van Damme hace sus piruetas de siempre, pero el verdadero interés de Golpe fulminante radica en el infernal ballet mecánico que coreografía Hark con sus múltiples cámaras, ubicadas siempre en los lugares más insólitos, como esa subjetiva de un pie entrando en una zapatilla.

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