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Por Martin Woollacott desde Washington La convención exige que les demos la bienvenida a los resultados de las largas y difíciles negociaciones donde los dos bandos negocian hasta el límite, los mediadores trabajan hasta tarde y la recompensa final es ese milagro moderno, un avance. Un suspiro de alivio, aunque más no sea por terminar con esas descripciones aburridas, es casi obligatorio. Pero hemos aprendido en los últimos años que los acuerdos pueden ser tan malos como los desacuerdos. Eso puede suceder con la cumbre realizada en Wye Plantation entre los israelíes y los palestinos. Aun cuando conduzca, con el tiempo, a un acuerdo final sobre un Estado palestino, el destino hacia el cual los palestinos son impulsados parece menos atractivo que antes. El acuerdo israelopalestino está destinado a fracasar. La esencia de la posición israelí fue demandar garantías de seguridad tan exigentes que no pueden cumplirse. Por más que trate, Arafat no puede darle a Israel seguridad total contra cada terrorista suicida y cada grupo extremista. La organización terrorista Hamas ya dijo que ningún tratado en Washington evitará que ellos emprendan una acción armada si desean hacerlo. Como las violaciones ocurren siempre, le brindarán a Netanyahu oportunidades para denunciar a los palestinos y suspender cualquier concesión territorial o tomar una línea aún más dura en las negociaciones sobre el estatus final de la entidad palestina. Quizás no se vaya a aprovechar de cada incidente, pero un pacto de seguridad estricto le dará al premier israelí la oportunidad para sentar aún más firmemente el principio de reciprocidad que utilizó para desgastar el acuerdo de Oslo. Según la definición de Netanyahu, reciprocidad significa que lo que Israel debería hacer puede evitarse o posponerse indefinidamente si hubiera una bomba o tiroteos. Netanyahu siempre utilizó estas conversaciones como un medio de negociar con su propia ala derecha. El esfuerzo extraordinario que casi aseguró la libertad del espía israelí Jonathan Pollard era parte de este juego para la ultraderecha. La demora de las negociaciones (incluyendo una suspensión temporaria y la artimaña del comunicado anunciando un retiro que nunca ocurrió), y sobre todo el nombramiento de un duro del talante de Ariel Sharon como canciller, aseguraron para Netanyahu la neutralización de sus críticos en la derecha. Lo ven como logrando el mejor tratado posible, no respecto a los palestinos, sino ante los norteamericanos. Sin embargo, el éxito de la estrategia del líder israelí lleva a plantearse una pregunta. ¿Puede llegar a tomar una ruta hacia el Estado palestino? La respuesta es que podría. Netanyahu es ideológicamente hostil a todo el concepto de ese estado, pero también es un oportunista táctico que podría dejar que una entidad palestina suficientemente débil pueda eventualmente llamarse estado sin demasiado riesgo. El estado que puede emerger al final del proceso dominado por Netanyahu y Sharon podría ser algo desechable. Sharon es un hombre que cree en un estado palestino, pero a condición de que quede atado como un matambre. Como ministro de Defensa, fue él quien planeó la red de caminos controlados por Israel que unen los asentamientos judíos en Cisjordania. Estos caminos, combinados con las zonas de seguridad que corren de norte a sur del río Jordán y a lo largo de la frontera occidental de Cisjordania, podrían cortar a cualquier estado en una serie de cantones bajo control israelí. Como ministro de Relaciones Exteriores, Sharon exigirá que Israel retenga esos caminos, lo que convertirá en chiste la integridad territorial del Estado palestino. Y en este contexto empeorará la polarización entre la derecha religiosa y el centro y la izquierda secular. El partido laborista está desorganizado y su líder, Ehud Barak, es ineficaz y poco inspirado.Netanyahu es el mejor político en el país, pero utilizó mal su talento en la búsqueda de objetivos negativos. El fue el único miembro del Likud en enero de 1992 que votó a favor de elecciones directas para premier. La medida se aceptó por un voto y Netanyahu surgió para liderar a Likud y más tarde Israel. Ese día puede haber sido más fatal para los israelíes y los palestinos que cuando se firmó en septiembre de 1993 el tratado de Oslo. Traducción: Celita Doyhambéhère
HAMAS Y LA DERECHA RELIGIOSA ISRAELI REDOBLAN
SUS AMENAZAS Por Ferrán Sales desde Jerusalén
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