Por Juan Sasturain
Hay una obra del
teatro español del Siglo de Oro, creo que de Tirso, que se llama El condenado por
desconfiado. Bien le cabría semejante condena a este partido horrible y decepcionante que
jugaron (mal) River y Boca. Y lo peor es que, una vez terminado, se lo vendieron
ambos protagonistas a sí mismos y a los demás como salvación: el innoble
cero a cero lo salvó al equipo de Bianchi que firmaba como todos los
boquenses el empate antes de entrar en la cancha; y lo salvó a Ramón y Cía., que
antes se llenaba la boca de arrogancias y desafíos y al final argumentaba satisfacción
por la mejoría del equipo. Una imagen acústica fue elocuente: minutos antes del final,
el silencio de las tribunas reflejaba el miedo mutuo de las hinchadas, nadie podía
soportar la idea humillante de la derrota. Segundos después de terminado,
ambos equipos, responsables de un pobre partido, se fueron ovacionados. Que no se diga que
hubo decepción: hubo conformidad, incluso alivio. Lo peor el partido, la
posibilidad de perder había pasado. Así es como los desconfiados que no apostaron
a jugar se convirtieron en benefactores de las mayorías, agradecidas porque les ahorraron
la humillación de la derrota.
¿Compensa el alivio final la decepción de no haber tenido ni emoción ni buen juego?
Pareciera que sí. Esos casi un millón y medio de pesos arriesgados en devaluada
esperanza te los devolvieron en bonos canjeables por puntos o meses de estabilidad laboral
y tranquilidad emotiva. En un tiempo de apoteosis triunfalista, no ser humillado es
negocio.
Pero el partido fue de todas maneras insalvable. Por la desconfianza de los protagonistas,
esa forma vulgar de la mezquindad, de la tonta avaricia. Ese fue su pecado capital, la
avaricia, combinada en dosis menores con otros pecados capitales tan poco estimulantes
como la pereza y la envidia. Es decir: todos pecados de omisión. No dar, no querer, no
soportar el bien en el otro. La avaricia de tener potencialmente más posibilidades de
jugar de las que se mostraron; pereza de innovar aunque más no fuera sobre la marcha;
envidia increíble envidia, que impide disfrutar lo que se tiene disfrazada de
respeto. Qué lástima. Porque en tren de condenarse, siempre hubiera habido otras formas
más entretenidas de hacerlo.
Supongamos, por ejemplo, que este partido resultara condenado por la lujuria: excesos de
gratificación placentera, digamos. Que Riquelme, en lugar de lidiar sólo con los rivales
y la lejanía de sus compañeros, hubiera tenido con quién juntarse, tocar corto o largo,
hacer una (una: 1) pared; que el Mellizo, en lugar de estar condenado a pelear contra tres
y la raya, hubiese con quién aprovechar la ventaja de algún caño ocasional sin
perspectivas; que Aimar, en lugar de padecer a Serna, y que Gallardo en lugar de buscar
sin rumbo (se) hubieran encontrado para entretener y entretenerse. Que el partido fuera
condenado por eso.
O supongamos que alguien, en lugar de tirar un centro para que nadie cabeceara (porque
tres o cuatro tiraban y uno solo iba a buscar) tuviera un ataque de repugnante gula (como
Riquelme, una vez) y se la comiera, toda para él, y gambeteara hasta que lo bajaran o no,
y reventara condenado por goloso bajo los aplausos o las puteadas.
O supongamos que una epidemia de soberbia intransigente atacara a los volantes y laterales
siempre listos a obedecer dentro de los límites de la correa y Solari, el extrañado
Sorín, Cagna, el improbable Basualdo, Ibarra o Martínez se plantaran para decir que
ellos también pueden pisar la otra área sin que les quemen las plantas de los pies.
Supongamos que soberbiamente deciden por sí mismos que pueden hacer más que lo que les
han encomendado y tal vez acierten o tal vez se equivoquen y sean condenados pero que
nadie los premie por lo que no hicieron.
O supongamos que el partido sea saludablemente condenado por un ataque de ira, no de la
que se manifiesta en patadas al rival sino la otra, la que se harta de lo intolerable,
previsible, mezquino y programado, y pateael tablero táctico, se expresa en un a la carga
barracas desordenado que tal vez no sirva pero al menos lastima los sentidos... O que
truene la santa ira popular ante la chatura del aburrimiento y el veredicto masivo caiga
como inmensa silbatina que los tape a todos. Que un partido sea condenado porque alguien
se enojó, no quedó conforme.
En fin, la mediocridad condenó al partido y nos condenó a todos a lo único
imperdonable: el aburrimiento.
Hicimos gran
partido
Por C.S.
Ramón Díaz, al finalizar el partido, dijo: La verdad es que me
gustó mucho el equipo. Realmente hemos jugado uno de los mejores partidos en lo que va
del torneo. Lo más importante es la personalidad que tuvo el equipo dentro del campo de
juego. Me quedo muy tranquilo por la actitud, lo que demuestra que vamos por el buen
camino. Ustedes ya saben, dijo el entrenador al ser consultado sobre
qué equipo colocará ante Gimnasia y Esgrima de La Plata. Si el equipo no hubiera
jugado como lo hizo hoy (por ayer) la gente y yo estaríamos defraudados, pero hicimos un
gran partido, con mucha actitud. No caben dudas de que River mereció ganar. Al
hacer referencia entre Boca y River, el riojano fue sugestivo, ya que destacó que
la única diferencia está en los títulos que obtuvo River.
Otro de los que habló por parte de River fue el volante Marcelo Gallardo. Merecimos
ganar ampliamente, pero el fútbol es así y también se refirió al rival de ayer:
Boca está jugando un fútbol que no me gusta ni a mí ni a la gente, aunque tiene
la suerte de que están derechos. Pero si piensan que con eso se puede ganar un
campeonato, tendrán que luchar mucho. Gallardo mostró manifestó su tristeza
por haber errado el penal, pero ya pasó. Lo único que pienso es que fuimos superiores a
Boca y eso se reflejó a lo largo de todo el partido. También estuvo presente el
delantero Juan Antonio Pizzi, quien expresó que fue River el equipo que siempre
tuvo la intención de buscar el triunfo, aunque en realidad me voy triste por no haber
logrado el triunfo. Era lo que queríamos, pero no se dio. Siempre es preferible ganar,
pero sólo conseguimos un empate.
El capitán de River, Leonardo Astrada, resaltó que el equipo levantó mucho su
nivel y eso nos da confianza para encarar los próximos compromisos y también tuvo
palabras de elogio para el público de River que fue a alentar al equipo. Debemos
agradecerle a la gente por la forma en que nos alentó en estos momentos tan difíciles,
porque no conseguimos buenos resultados y siempre nos siguen acompañando. El
arquero Germán Burgos debió salir debido a una lesión y en la charla con la prensa hizo
referencia a lo que sucedió en la cancha. River no ganó por esas cosas del
destino, pero la verdad es que quedó demostrado que estamos por el buen camino. Nos
estamos recuperando bien. Al hablar de su lesión, Burgos dijo que no podía
arriesgar el partido. Sentí unos calambres en las dos piernas y preferí salir.
River no arriesgó
Por F.M.g
El técnico de Boca, Carlos Bianchi, abandonó la mesura con que se venía
manejando a lo largo del campeonato y disparó unos dardos contra Vélez y River. El
hombre del bajo perfil acusó a estos clubes de favorecer a Gimnasia primer escolta
de Boca a sólo 4 puntos en desmedro de su equipo, al afirmar que Vélez ya
jugó con suplentes y River también va a ir con la reserva. Por eso creo que Gimnasia va
a ganarle también a River, van a sumar seis puntos que normalmente no pueden ganar.
Si bien no se puede saber que fue lo que el entrenador le dijo a los jugadores al término
del partido, Bianchi defendió su fútbol ante los periodistas. Este no fue un gran
clásico porque hubo un equipo que tenía miedo de perder, dado que no arriesgó mucho,
como fue River, y un equipo que tenía ganas de ganar, que era Boca, pero que no encontró
ese espacio para definirlo, dijo Bianchi en la improvisada conferencia de prensa
apenas traspasó la puerta del vestuario visitante. Ellos apostaban a tener la
pelota y la tuvieron los primeros 10 minutos del partido, pero después, a pesar de que
tenían cinco volantes en el medio, creo que Boca manejó bien las cosas, sobre todo en el
primer tiempo. El segundo tiempo fue mediocre, porque no hubo muchas situaciones de
gol, continuó.
Acerca del resultado e increpado por su visión del partido, Bianchi destacó la
importancia del punto obtenido en el Monumental. Empatar acá es muy importante,
tenemos que seguir tratando de jugar como hasta ahora, contestó Bianchi, dando por
sepultado el tema.
Entre los jugadores, hubo quienes fueron más autocríticos que el técnico y quienes más
complacientes. No estoy contento por el empate en sí, pero sí porque Boca sumó
otro punto, manifestó el defensor Walter Samuel. Había muchas cosas en juego
y sé que el partido no fue bueno. Algunas veces las presiones de adentro y de afuera no
te dejan soltarte y hacer lo que uno quiere, comentó el volante José Basualdo.
Estuvimos cerca de ganar en el final. Es más, pudimos haber ganado. Pero la meta
era sumar y mantener el invicto. Si lo vemos de esa manera, hoy nos tenemos que ir
conformes a casa, aunque uno siempre quiera ganar, fue el balance optimista del
delantero Martín Palermo.
Antes de entrar a la cancha, Bianchi me recordó el penal que Gallardo pateó contra
Gremio, por la Copa Mercosur. El paso que di hacia adelante le cerró el ángulo y yo pude
llegar a ese remate que no fue violento, comentó Oscar Córdoba, una de las figuras
de Boca, a propósito del penal que le atajó al volante de River. Sabemos que no
lucimos ni realizamos una gran tarea. Fue un mal partido, confesó luego el arquero. |
River-Boca se juega el próximo domingo
Por Diego Bonadeo
Dicen los
duendes buenos del fútbol que el domingo próximo, a las 16.45 en la cancha de River, ya
con los equipos confirmados una semana antes, se jugará el partido que no se jugó ayer
entre River y Boca por la decimosegunda fecha del Apertura.
Los otros duendes, los del todo pasa, insisten con convicción y vehemencia
que el apasionante partido que terminó sin goles, pero que tácticamente resultó
exactamente como lo habían planeado los técnicos, constituyó un modelo a imitar de
fútbol práctico y pensado.
En la columna de opinión de ayer en Página/12 uno insistía casi con ingenuidad y
voluntarismo en ciertas cuestiones vinculadas con la ofensividad de este River con un solo
delantero neto Juan Antonio Pizzi- y otros jugadores, como Solari, Aimar, Gallardo,
y eventualmente Escudero, Martínez y Sorín, con posibilidades ciertas de llegada, dadas
sus condiciones técnicas y sus habituales actitudes ofensivas. Diferentes eran las
expectativas respecto de Boca, no por casualidad puntero y único invicto basado, hasta
aquí, en la recuperada solvencia de Córdoba, la multiplicidad no exenta de búsqueda de
tobillos adversarios de Serna, la regularidad de Cagna, la conducente fineza de Riquelme y
la espectacular y heterogénea dupla Guillermo Barros Schelotto-Martín Palermo.
Sin embargo, prácticamente todo quedó en el precalentamiento de la semana. El de los
entrenamientos y el de los dichos. Casi todo pasaba por historias más o menos recientes
vinculadas con las estadísticas, referidas a las sucesivas victorias de Boca sobre un
River reiteradamente ganador de campeonatos. Yel cabuleo parecía pasar casi
inexorablemente por allí. Si ahora el que pintaba para campeón era Boca, era probable
que River rompiera su maleficio que, sin embargo, era fija para los cabuleros,
por aquello de que el que anda peor gana.
Pero tal como la semana anterior, cuando Boca le ganó a Vélez en otros olvidables dos
tiempos de cuarenta y cinco minutos, la expectativa de los dichos de protagonistas y
periféricos obviedades y pequeñas provocaciones intrascendentes y
coyunturales tuvo su correlato irrespetuoso en otros dos de cuarenta y cinco con
aisladas y circunstanciales intenciones de algunos pocos.
Quizás el consuelo simplista pase por preguntarse qué fueron a buscar los que pagaron un
millón trescientos mil pesos. Aunque en realidad el simplismo pueda encontrarse en las
respuestas. Los de River, pese a haber estado un poco más cerca, dirán que la consigna
pasaba por dejar de perder de una buena vez el clásico y, en lo posible, escupirle el
asado y sacarle el invicto a Boca. Los de Boca podrán decir que la consigna era seguir
invictos, pellizcar algún punto para seguir lejos de Gimnasia y Racing y, casi
fundamentalmente, evitar que River salve el año.
Mientras tanto, los duendes buenos siguen convocando para el superclásico del domingo
próximo, prometiendo que durante la semana protagonistas y periféricos desdramatizarán
el inminente River-Boca para que la gente entienda que la pesadilla del 25 de octubre fue
solamente una trampa más de los duendes malos del todo pasa.
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