Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


UN SUPERCLASICO FEO Y ESPECULATIVO ENTRE EQUIPOS GRANDES SIN GRANDEZA
La pobre avaricia, el pecado más aburrido

bu06fo01.jpg (12555 bytes)
La situacion mas clara de boca en el primer tiempo. palermo la desperdicio ante Burgos.

bu07fo02.jpg (14596 bytes)
Oscar cordoba le tapa el tiro a Gallardo. Segundo Clasico consecutivo que river falla un penal.

Por Juan Sasturain


t.gif (67 bytes) Hay una obra del teatro español del Siglo de Oro, creo que de Tirso, que se llama El condenado por desconfiado. Bien le cabría semejante condena a este partido horrible y decepcionante que jugaron (mal) River y Boca. Y lo peor es que, una vez terminado, se lo vendieron –ambos protagonistas– a sí mismos y a los demás como salvación: el innoble cero a cero lo salvó al equipo de Bianchi que firmaba –como todos los boquenses– el empate antes de entrar en la cancha; y lo salvó a Ramón y Cía., que antes se llenaba la boca de arrogancias y desafíos y al final argumentaba satisfacción por la mejoría del equipo. Una imagen acústica fue elocuente: minutos antes del final, el silencio de las tribunas reflejaba el miedo mutuo de las hinchadas, nadie podía soportar la idea “humillante” de la derrota. Segundos después de terminado, ambos equipos, responsables de un pobre partido, se fueron ovacionados. Que no se diga que hubo decepción: hubo conformidad, incluso alivio. Lo peor –el partido, la posibilidad de perder– había pasado. Así es como los desconfiados que no apostaron a jugar se convirtieron en benefactores de las mayorías, agradecidas porque les ahorraron la humillación de la derrota.
¿Compensa el alivio final la decepción de no haber tenido ni emoción ni buen juego? Pareciera que sí. Esos casi un millón y medio de pesos arriesgados en devaluada esperanza te los devolvieron en bonos canjeables por puntos o meses de estabilidad laboral y tranquilidad emotiva. En un tiempo de apoteosis triunfalista, no ser humillado es negocio.
Pero el partido fue de todas maneras insalvable. Por la desconfianza de los protagonistas, esa forma vulgar de la mezquindad, de la tonta avaricia. Ese fue su pecado capital, la avaricia, combinada en dosis menores con otros pecados capitales tan poco estimulantes como la pereza y la envidia. Es decir: todos pecados de omisión. No dar, no querer, no soportar el bien en el otro. La avaricia de tener potencialmente más posibilidades de jugar de las que se mostraron; pereza de innovar aunque más no fuera sobre la marcha; envidia –increíble envidia, que impide disfrutar lo que se tiene– disfrazada de respeto. Qué lástima. Porque en tren de condenarse, siempre hubiera habido otras formas más entretenidas de hacerlo.
Supongamos, por ejemplo, que este partido resultara condenado por la lujuria: excesos de gratificación placentera, digamos. Que Riquelme, en lugar de lidiar sólo con los rivales y la lejanía de sus compañeros, hubiera tenido con quién juntarse, tocar corto o largo, hacer una (una: 1) pared; que el Mellizo, en lugar de estar condenado a pelear contra tres y la raya, hubiese con quién aprovechar la ventaja de algún caño ocasional sin perspectivas; que Aimar, en lugar de padecer a Serna, y que Gallardo en lugar de buscar sin rumbo (se) hubieran encontrado para entretener y entretenerse. Que el partido fuera condenado por eso.
O supongamos que alguien, en lugar de tirar un centro para que nadie cabeceara (porque tres o cuatro tiraban y uno solo iba a buscar) tuviera un ataque de repugnante gula (como Riquelme, una vez) y se la comiera, toda para él, y gambeteara hasta que lo bajaran o no, y reventara condenado por goloso bajo los aplausos o las puteadas.
O supongamos que una epidemia de soberbia intransigente atacara a los volantes y laterales siempre listos a obedecer dentro de los límites de la correa y Solari, el extrañado Sorín, Cagna, el improbable Basualdo, Ibarra o Martínez se plantaran para decir que ellos también pueden pisar la otra área sin que les quemen las plantas de los pies. Supongamos que soberbiamente deciden por sí mismos que pueden hacer más que lo que les han encomendado y tal vez acierten o tal vez se equivoquen y sean condenados pero que nadie los premie por lo que no hicieron.
O supongamos que el partido sea saludablemente condenado por un ataque de ira, no de la que se manifiesta en patadas al rival sino la otra, la que se harta de lo intolerable, previsible, mezquino y programado, y pateael tablero táctico, se expresa en un a la carga barracas desordenado que tal vez no sirva pero al menos lastima los sentidos... O que truene la santa ira popular ante la chatura del aburrimiento y el veredicto masivo caiga como inmensa silbatina que los tape a todos. Que un partido sea condenado porque alguien se enojó, no quedó conforme.
En fin, la mediocridad condenó al partido y nos condenó a todos a lo único imperdonable: el aburrimiento.

 

“Hicimos gran partido”
Por C.S.

Ramón Díaz, al finalizar el partido, dijo: “La verdad es que me gustó mucho el equipo. Realmente hemos jugado uno de los mejores partidos en lo que va del torneo. Lo más importante es la personalidad que tuvo el equipo dentro del campo de juego. Me quedo muy tranquilo por la actitud, lo que demuestra que vamos por el buen camino”. “Ustedes ya saben”, dijo el entrenador al ser consultado sobre qué equipo colocará ante Gimnasia y Esgrima de La Plata. “Si el equipo no hubiera jugado como lo hizo hoy (por ayer) la gente y yo estaríamos defraudados, pero hicimos un gran partido, con mucha actitud. No caben dudas de que River mereció ganar.” Al hacer referencia entre Boca y River, el riojano fue sugestivo, ya que destacó que “la única diferencia está en los títulos que obtuvo River”.

Otro de los que habló por parte de River fue el volante Marcelo Gallardo. “Merecimos ganar ampliamente, pero el fútbol es así” y también se refirió al rival de ayer: “Boca está jugando un fútbol que no me gusta ni a mí ni a la gente, aunque tiene la suerte de que están derechos. Pero si piensan que con eso se puede ganar un campeonato, tendrán que luchar mucho”. Gallardo mostró manifestó su “tristeza por haber errado el penal, pero ya pasó. Lo único que pienso es que fuimos superiores a Boca y eso se reflejó a lo largo de todo el partido”. También estuvo presente el delantero Juan Antonio Pizzi, quien expresó que fue “River el equipo que siempre tuvo la intención de buscar el triunfo, aunque en realidad me voy triste por no haber logrado el triunfo. Era lo que queríamos, pero no se dio. Siempre es preferible ganar, pero sólo conseguimos un empate”.

El capitán de River, Leonardo Astrada, resaltó que “el equipo levantó mucho su nivel y eso nos da confianza para encarar los próximos compromisos” y también tuvo palabras de elogio para el público de River que fue a alentar al equipo. “Debemos agradecerle a la gente por la forma en que nos alentó en estos momentos tan difíciles, porque no conseguimos buenos resultados y siempre nos siguen acompañando.” El arquero Germán Burgos debió salir debido a una lesión y en la charla con la prensa hizo referencia a lo que sucedió en la cancha. “River no ganó por esas cosas del destino, pero la verdad es que quedó demostrado que estamos por el buen camino. Nos estamos recuperando bien.” Al hablar de su lesión, Burgos dijo que “no podía arriesgar el partido. Sentí unos calambres en las dos piernas y preferí salir”.


“River no arriesgó”
Por F.M.g

El técnico de Boca, Carlos Bianchi, abandonó la mesura con que se venía manejando a lo largo del campeonato y disparó unos dardos contra Vélez y River. El hombre del bajo perfil acusó a estos clubes de favorecer a Gimnasia –primer escolta de Boca a sólo 4 puntos– en desmedro de su equipo, al afirmar que “Vélez ya jugó con suplentes y River también va a ir con la reserva. Por eso creo que Gimnasia va a ganarle también a River, van a sumar seis puntos que normalmente no pueden ganar”.
Si bien no se puede saber que fue lo que el entrenador le dijo a los jugadores al término del partido, Bianchi defendió su fútbol ante los periodistas. “Este no fue un gran clásico porque hubo un equipo que tenía miedo de perder, dado que no arriesgó mucho, como fue River, y un equipo que tenía ganas de ganar, que era Boca, pero que no encontró ese espacio para definirlo”, dijo Bianchi en la improvisada conferencia de prensa apenas traspasó la puerta del vestuario visitante. “Ellos apostaban a tener la pelota y la tuvieron los primeros 10 minutos del partido, pero después, a pesar de que tenían cinco volantes en el medio, creo que Boca manejó bien las cosas, sobre todo en el primer tiempo. El segundo tiempo fue mediocre, porque no hubo muchas situaciones de gol”, continuó.
Acerca del resultado e increpado por su visión del partido, Bianchi destacó la importancia del punto obtenido en el Monumental. “Empatar acá es muy importante, tenemos que seguir tratando de jugar como hasta ahora”, contestó Bianchi, dando por sepultado el tema.
Entre los jugadores, hubo quienes fueron más autocríticos que el técnico y quienes más complacientes. “No estoy contento por el empate en sí, pero sí porque Boca sumó otro punto”, manifestó el defensor Walter Samuel. “Había muchas cosas en juego y sé que el partido no fue bueno. Algunas veces las presiones de adentro y de afuera no te dejan soltarte y hacer lo que uno quiere”, comentó el volante José Basualdo. “Estuvimos cerca de ganar en el final. Es más, pudimos haber ganado. Pero la meta era sumar y mantener el invicto. Si lo vemos de esa manera, hoy nos tenemos que ir conformes a casa, aunque uno siempre quiera ganar”, fue el balance optimista del delantero Martín Palermo.
“Antes de entrar a la cancha, Bianchi me recordó el penal que Gallardo pateó contra Gremio, por la Copa Mercosur. El paso que di hacia adelante le cerró el ángulo y yo pude llegar a ese remate que no fue violento”, comentó Oscar Córdoba, una de las figuras de Boca, a propósito del penal que le atajó al volante de River. “Sabemos que no lucimos ni realizamos una gran tarea. Fue un mal partido”, confesó luego el arquero.

 



River-Boca se juega el próximo domingo
Por Diego Bonadeo

t.gif (862 bytes) Dicen los duendes buenos del fútbol que el domingo próximo, a las 16.45 en la cancha de River, ya con los equipos confirmados una semana antes, se jugará el partido que no se jugó ayer entre River y Boca por la decimosegunda fecha del Apertura.
Los otros duendes, los del “todo pasa”, insisten con convicción y vehemencia que el apasionante partido que terminó sin goles, pero que tácticamente resultó exactamente como lo habían planeado los técnicos, constituyó un modelo a imitar de fútbol práctico y pensado.
En la columna de opinión de ayer en Página/12 uno insistía casi con ingenuidad y voluntarismo en ciertas cuestiones vinculadas con la ofensividad de este River con un solo delantero neto –Juan Antonio Pizzi- y otros jugadores, como Solari, Aimar, Gallardo, y eventualmente Escudero, Martínez y Sorín, con posibilidades ciertas de llegada, dadas sus condiciones técnicas y sus habituales actitudes ofensivas. Diferentes eran las expectativas respecto de Boca, no por casualidad puntero y único invicto basado, hasta aquí, en la recuperada solvencia de Córdoba, la multiplicidad no exenta de búsqueda de tobillos adversarios de Serna, la regularidad de Cagna, la conducente fineza de Riquelme y la espectacular y heterogénea dupla Guillermo Barros Schelotto-Martín Palermo.
Sin embargo, prácticamente todo quedó en el precalentamiento de la semana. El de los entrenamientos y el de los dichos. Casi todo pasaba por historias más o menos recientes vinculadas con las estadísticas, referidas a las sucesivas victorias de Boca sobre un River reiteradamente ganador de campeonatos. Yel “cabuleo” parecía pasar casi inexorablemente por allí. Si ahora el que pintaba para campeón era Boca, era probable que River rompiera su “maleficio” que, sin embargo, era fija para los cabuleros, por aquello de que el que anda peor gana.
Pero tal como la semana anterior, cuando Boca le ganó a Vélez en otros olvidables dos tiempos de cuarenta y cinco minutos, la expectativa de los dichos de protagonistas y periféricos –obviedades y pequeñas provocaciones intrascendentes y coyunturales– tuvo su correlato irrespetuoso en otros dos de cuarenta y cinco con aisladas y circunstanciales intenciones de algunos pocos.
Quizás el consuelo simplista pase por preguntarse qué fueron a buscar los que pagaron un millón trescientos mil pesos. Aunque en realidad el simplismo pueda encontrarse en las respuestas. Los de River, pese a haber estado un poco más cerca, dirán que la consigna pasaba por dejar de perder de una buena vez el clásico y, en lo posible, escupirle el asado y sacarle el invicto a Boca. Los de Boca podrán decir que la consigna era seguir invictos, pellizcar algún punto para seguir lejos de Gimnasia y Racing y, casi fundamentalmente, evitar que River “salve el año”.
Mientras tanto, los duendes buenos siguen convocando para el superclásico del domingo próximo, prometiendo que durante la semana protagonistas y periféricos desdramatizarán el inminente River-Boca para que la gente entienda que la pesadilla del 25 de octubre fue solamente una trampa más de los duendes malos del “todo pasa”.

PRINCIPAL