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Oscar Plaza sufrió un aneurisma cerebral en junio de 1993. Quedó internado en la sala 25 del Policlínico San Martín, en La Plata, donde falleció unos días más tarde. Lo insólito del caso es que no murió por la delicada enfermedad que lo afectaba, sino como consecuencia de la picadura de una araña venenosa que, inexplicablemente, estaba en la sala del hospital. Su esposa, Herminia, había notado una extraña inflamación en su pómulo y debajo del ojo izquierdo, pero los médicos que lo revisaron confundieron el hematoma con la picadura de un mosquito y sólo le aplicaron suero. Murió 12 horas después con el rostro prácticamente desfigurado. Ahora, cinco años después, la Cámara de Apelación Civil y Comercial responsabilizó del hecho al Estado bonaerense y lo condenó a indemnizar a la viuda con 55.000 pesos. A los 66 años, Oscar Plaza soportaba un cuadro de salud delicado y no pudo torcer su destino fatal. Estaba internado en una cama del pabellón 25 del hospital San Martín, dependiente del Ministerio de Salud de la provincia, mientras su esposa Herminia lo atendía con todos los cuidados necesarios para reponerse. Aquella mañana de julio de 1993, la mujer repitió el mismo ritual que cumplía desde hacía un mes, cuando Oscar quedó internado. Entró a la sala a higienizarlo, pero notó algo extraño. Por la noche, a su marido le había brotado una inflamación en el pómulo y la parte inferior del ojo izquierdo. Alarmada, avisó enseguida a los médicos. Una hora más tarde el hematoma se fue extendiendo hasta prácticamente desfigurar su rostro. Para los médicos se trataba de la picadura de un mosquito, por lo que le aplicaron suero y siguieron ocupándose del resto de los pacientes. Doce horas después, Oscar se moría. Ninguno de los médicos advirtió a tiempo que la picadura no era la de un mosquito sino la de una araña que había destilado su veneno mortal. A la especie se la reconoce científicamente con el nombre Laxosceles laeta, aunque es más conocida como araña de los rincones o araña parda (ver aparte). A pesar del tiempo transcurrido, nadie pudo explicar certeramente de qué modo se coló ese visitante indeseable en un ámbito en el que, se supone, deben privar la asepsia y la higiene. Tampoco se entiende el error en el diagnóstico médico. Ante la muerte de su esposo, Herminia y sus hijos iniciaron una demanda por daños y perjuicios ante el juzgado Civil y Comercial platense número 9. El fallo en primera instancia emitido por la jueza Eugenia Giráldez fue categórico: condenó al hospital público, y en consecuencia al fisco bonaerense, a indemnizar a la familia. Sin embargo, la medida fue apelada. Los abogados consideraron al hecho como un caso fortuito, extraordinario y anormal, de naturaleza imprevisible e inevitable, ajeno al accionar del hospital. Finalmente, la Cámara de Apelación platense confirmó la condena y desestimó el planteo de la Fiscalía de Estado, al que calificó de poco feliz en el sentido de que no se tenía conocimiento en el público en general o en los ámbitos científicos de que ese tipo de araña picara a alguna persona en el medio ambiente. Según entendieron los jueces Gualberto Lucas Sosa y Jorge Edgardo Crespi, el paciente fue picado porque no se observaron las condiciones de asepsia necesarias para excluir y eliminar ese tipo de araña venenosa. Si el hecho sucedió es obvio que pudo evitarse, concluyeron los magistrados en su fallo. Dos de los hijos de Oscar coincidieron con la apreciación: ante la Justicia, ratificaron que en la sala del hospital donde estaba internado su padre faltaban condiciones de higiene.
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