Con Boris
Yeltsin reducido a la permanente incógnita de si su salud le permite o no sobrevivir
hasta julio del 2000, la carrera presidencial en Rusia se ha disparó en medio de una
crisis de consecuencias catastróficas y a la que aún no se ve salida. Yeltsin ingresó
ayer en una clínica por tiempo indeterminado para recuperarse de su fatiga
nerviosa. Ayer se conoció un borrador del programa económico del gobierno que se
aguardaba desde hace dos meses, pero los críticos dijeron que el programa significaba
sólo la supresión del mercado por parte del Estado, que quiere fomentar la
inversión con tasas bajas y a la vez controlar el rublo y la venta de moneda extranjera.
En Austria, el premier Yevgueni Primakov aseguró que Rusia pagará todas sus deudas... si
el FMI ayuda.
Una delegación visitante del FMI esperaba hoy en Moscú el plan económico, pero sólo
pudieron conocer un borrador publicado por el diario de negocios Kommersant, muy crítico
de la política económica del gobierno. El viceprimer ministro Yuri Masliukov, un ex
burócrata soviético, dijo que una versión más definitiva llegará recién después de
una reunión clave del sábado. El borrador pide acciones para reactivar al golpeado
sistema bancario, apoyar el sector real de la economía, expandir la base monetaria,
impulsar las reservas internacionales y reducir la huida de capitales.
Los problemas que ven los analistas empiezan con que para lograr todo esto se reducirán
las tasas de interés en un momento de alta inflación. Y también con que el Banco
Central podría defender al rublo, al que sin embargo se le permitirá flotar. Al requerir
reservas obligatorias, el Central limitaría los fondos disponibles para los bancos
comerciales usados en la compra de moneda dura. Se aplicarían controles estrictos sobre
las ventas de monedas extranjeras. Y aumentaría la protección estatal a las industrias
internas, con aranceles de importación de hasta 100 por ciento en las importaciones
que dañan a los productores nacionales.
Primakov aseguró ayer en Viena al premier austríaco socialdemócrata Victor Klima que
Moscú cumplirá con todas sus obligaciones financieras y pagará los créditos con
los intereses correspondientes, por lo tanto saldará también las deudas contraídas con
Austria. Sin embargo, agregó, para poder hacerlo necesita la ayuda del Fondo
Monetario Internacional.
El propio jefe del gobierno, Yevgueni Primakov, quien ayer partió a Austria para
representar a Yeltsin en una cumbre europea y a quien hace dos meses no se le conocía
otra ambición que la de continuar como ministro de Exteriores, forma parte ya del grupo
de líderes ansiosos por el relevo en el Kremlin. Primakov defiende la conveniencia
política de que Yeltsin agote su mandato y niega que aspire a la presidencia.
Las posibilidades de Primakov, aceptado por consenso como jefe de gobierno por su supuesta
falta de ambición, dependen de circunstancias tan etéreas como el cambio de las reglas
del juego: disminución de los poderes del presidente, cambio del sistema de elección,
etc. Se da por hecho que se sacrificaría tan sólo si viniesen a pedírselo. Otro líder
que parece sentirse cómodo en la posición de esperar y ver es Yegor Stroyev, presidente
del Consejo de la Federación (Cámara alta del Parlamento), un ex miembro del Politburó
comunista en tiempos de la URSS, reconvertido al pragmatismo. Pero, hoy por hoy, el
principal candidato a la sucesión es el alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov. Todas las
encuestas lo sitúan tan sólo por detrás del comunista Guennadi Ziuganov, señalado como
seguro perdedor en la segunda vuelta. Y Luzhkov, que durante años ha escondido la cabeza,
la ha sacado sólo cuando se ha hecho evidente que Yeltsin ya no puede cortársela.
EL PARLAMENTO ALEMAN PROCLAMO AYER A SCHROEDER
Hoy Alemania ya es roja y verde
Acepto la elección, declaró solemnemente el socialdemócrata Gerhard
Schroeder al anunciarse su proclamación como el séptimo canciller alemán, votación que
sella el fin de los 16 años de supremacía de los conservadores bajo su predecesor,
Helmut Kohl. Contando con el unánime apoyo de su bancada en el Bundestag (Parlamento)
alemán, Schroeder confirmó su dominio sobre la coalición de socialdemócratas y de
verdes ecologistas, además de recibir un inesperado apoyo parcial del partido
neocomunista.
Ya está, fue como Wolfgang Thierse, el presidente del nuevo Parlamento que
empezó a sesionar el lunes, concluyó el procedimiento con el cual el nuevo gobierno
consagró al nuevo canciller que puso fin a 16 años de gobierno conservador del Partido
Demócrata Cristiano (CDU). Primer premier alemán que omite el tradicional y que
Dios me ayude de su juramento, Schroeder pudo contar con el apoyo total de los 345
diputados de su banca de coalición, apoyo que por el momento indudablemente necesita.
Este apoyo se vio suplementado además por 10 votos que, según se estima, provinieron del
neocomunista Partido Socialista Democrático, no obstante su estado formal de oposición
frente al nuevo gobierno. Este total de 351 votos marcó el éxito de Schroeder en forjar
una mayoría relativamente confiable de los dispares integrantes de su nueva coalición,
de cuyo grado de disciplina partidaria depende el éxito del plan de continuidad de
Schroeder con respecto a la política de Kohl.
En efecto, las constantes dudas de que el primer gobierno alemán de izquierda en 16 años
colapsara por alguna demanda loca de sus integrantes obligó constantemente a
Schroeder a dar prioridad a forjar una mayoría confiable en el Bundestag. Su éxito
demostrado ayer en este respecto fue el resultado de su hábil repartición de los puestos
de su gabinete entre los distintos partidos de su coalición, que logró satisfacer
incluso a los impredecibles eco-pacifistas del Partido Alianza 90/Verdes, cuyo líder
Joshka Fisher se alzó con el puesto de vicecanciller y ministro de Relaciones Exterior.
La presencia sin precedentes de éstos en el gabinete, 7 de cuyos 15 integrantes también
omitieron la invocación a la ayuda divina, establece el vistoso corte de Schroeder con
las convenciones y sensibilidades de la era Kohl.
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