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Por Laura Vales Más que un suicidio inducido, la muerte de Marcelo Cattáneo parece un suicidio ayudado. Esa es la impresión que los funcionarios judiciales se llevaron ayer de la reconstrucción de la muerte del empresario, cuando comprobaron en el terreno las enormes dificultades que tendría que haber afrontado para ahorcarse solo. La idea que quedó flotando es que Cattáneo fue obligado a quitarse la vida empujado por terceros, y que esos otros estuvieron con él en sus últimos minutos de vida. La reconstrucción comenzó a las 5 y cuarto de la madrugada y terminó ocho horas después. Fue un operativo a todo trapo: hasta la miserable casilla donde encontraron ahorcado a Cattáneo llegaron unas 50 personas entre técnicos, funcionarios y policías, que desplegaron en el lugar equipos electrógenos, un camión de bomberos, ambulancias, combis y móviles al por mayor. Al mismo tiempo, efectivos de la montada y de la división canes rodearon toda la zona. El periodismo debió seguir todo el procedimiento a más de 150 metros de distancia. El primer paso fue recrear la hipótesis de un simple suicidio. Un policía de características físicas similares a las de Cattáneo intentó repetir los pasos que tuvo que haber dado para quitarse la vida. Las dificultades más importantes se descubrieron cuando ya estaba trepado a la antena. Según establecieron los especialistas que analizaron el lazo que ahorcó al empresario, primero se ató la soga a la estructura metálica de la antena y, en segundo término, se hizo el nudo para el cuello. Cuando el policía intentó repetir esta secuencia quedó claro que el tema era más complicado que lo imaginado. Para darse una idea de lo se vio en la reconstrucción, hay que imaginar que Cattáneo debió trepar a la antena con la soga en la mano. Luego de atarla, y manteniéndose en equilibrio, debió armar el lazo y pasárselo por el cuello, todo esto con los anteojos oscuros puestos y el recorte de diario en la boca. Al ver esta escena, los peritos médicos recordaron que un suicida está necesariamente deprimido y remarcaron su descreimiento en que alguien en esta situación emocional se tome semejantes esfuerzos. Después de dos horas de analizar las posibles variantes sobre la hipótesis del suicidio, el juez Enrique Velázquez y el fiscal Ricardo Sáenz reiteraron el procedimiento, pero ya con la idea de un suicidio asistido por terceros. En la reconstrucción se usó también un muñeco de 85 kilogramos de peso el mismo que el de la víctima y de igual tamaño que Cattáneo, que fue atado a la antena y una y otra vez se dejó caer al vacío. La última de las hipótesis analizada fue la del homicidio. Los especialistas comprobaron que existen cuatro caminos de acceso a la antena: tres subiendo un terraplén que rodea la construcción, y el cuarto trepando por el frente de la casilla. El juez pidió que por cada uno de esos caminos se llevara al muñeco como si lo estuvieran trasladando a la fuerza, lo subieran al techo y lo colgaran. Así los investigadores comprobaron que se necesitan como mínimo 4 personas para subir el cuerpo sin riesgo de golpearlo. También descartaron la posibilidad de que haya sido izado con sogas por el frente de la casilla, porque le habría dejado marcas muy visibles en el cuerpo. Los peritos también buscaron pruebas o restos de la presencia de terceras personas en el predio que está totalmente abandonado, y que si bien fue precintado desde que se encontró el cadáver, no tuvo una vigilancia tan estricta como para evitar que alguien se acercara. La mejor prueba la dio una mujer que se acercó acompañada por seis perros. Mientras policías montados a caballo y canes entrenados vigilaban la zona, ella entró al lugar sin ser advertida y llegó hasta la misma casilla donde estaba todo el personal realizando la reconstrucción, sin que nadie le impidiera el paso. Cuando los policías por fin la descubrieron y le preguntaron qué hacía allí, la mujer respondió que todos los días va a ese lugar a darles de comer a sus perros.
SOBREPRECIO POR SISTEMA SATELITAL Por A. M.
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