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Pelea de la policía con vecinos  temerosos de pisar una comisaría

Unos vecinos denunciaron que tienen miedo de hacer denuncias en la comisaría 20ª. Discutieron en vivo con un jefe policial.

Legislador: “La gente tiene miedo de que la policía esté implicada en el ilícito y que eso les traiga problemas”, explicó Fatala a Página/12.

El entuerto se originó por una casa tomada en Dean Funes 1296.
Los vecinos dicen que hay droga, la policía no encontró nada.

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Por Carlos Rodríguez

t.gif (67 bytes) Siempre hay dos campanas, pero pocas veces suenan tan diferentes como en relación al procedimiento policial realizado ayer en el barrio de San Cristóbal, para buscar un supuesto cargamento de drogas prohibidas oculto en una casa tomada. “La investigación se frustró porque se aceleraron los tiempos”, se justificó el titular de la Superintendencia de Seguridad Metropolitana, comisario Miguel Angel Ciancio, en alusión a las 24 horas que transcurrieron desde que el jefe de la Policía Federal, Pablo Baltazar García, recibió la denuncia realizada el martes por el diputado porteño Abel Fatala. “Cómo van a encontrar algo si tardaron tres meses en intervenir”, concluyeron los vecinos, que alertaron a Fatala y a los medios de prensa luego de ver cómo caían en saco roto las cuatro denuncias realizadas en julio ante la comisaría 20ª, con jurisdicción en la zona, y ante la División Drogas Peligrosas. Y terminaron reconociendo “temor” de insistir con la denuncia en esa seccional.
Por orden del juez federal Jorge Ballestero, la policía ingresó ayer por la tarde a una casa ubicada en Dean Funes 1296. No encontraron drogas ni armas y tampoco hubo detenidos. Se llegó al operativo luego de que Ciancio, en horas de la mañana, discutiera con algunos vecinos, en vivo por Radio Mitre, acerca del “temor” que tienen de hacer sus denuncias ante la seccional 20ª. “La gente tiene miedo de que la policía esté implicada en el ilícito y que eso les traiga problemas”, explicó Fatala a Página/12.
–¿Creían posible que se encontrara algo en el domicilio luego de la difusión pública que tuvo la denuncia? –preguntó este diario al comisario Ciancio, que convocó a una conferencia de prensa donde informó muy poco.
–Las denuncias anteriores de los vecinos carecían de entidad suficiente como para actuar y ante la difusión que tuvo hoy (por ayer) el caso, intervino el juez Ballestero y ordenó el procedimiento –respondió Ciancio sin responder la pregunta.
El entuerto comenzó en abril. La casa, de dos plantas –las ventanas del piso superior están tapiadas–, fue ocupada por personas supuestamente indocumentadas, oriundas de Perú y Bolivia. La dueña del inmueble se presentó ante la comisaría 20ª para hacer la denuncia. El subcomisario Miguel Angel Belay, quien ayer estaba al frente de la seccional, dijo que “las averiguaciones que se hicieron en abril indicaron que la gente no era peligrosa y para desalojar hay que tener un fallo judicial que lo ordene”.
Ayer se comprobó que viven allí tres grupos familiares cuyas cabezas son mujeres que tienen a su cargo a ocho niños menores. María, una de las vecinas denunciantes, aseguró que “el jueves se produjo una mudanza múltiple”. Los ocho vecinos que hicieron la denuncia ante Fatala sostienen que al lugar, sobre todo por las noches, llegan “jóvenes con anteojos oscuros, en autos, motos o bicicletas, que sacan paquetes extraños”.
Una recorrida por el barrio confirmó que se desconfía de los habitantes del inmueble y de los policías. “El jefe de policía me atendió muy bien, puso en funcionamiento los mecanismos pertinentes, pero otra es la situación con la gente de la comisaría 20ª”, declaró el diputado Fatala. Los vecinos precisaron que la primera denuncia se hizo “ante la comisaría del barrio y luego se hicieron tres llamados a la División Drogas Peligrosas”. La respuesta recibida fue que “la denuncia ya estaba recibida y que se iba a investigar, pero no hicieron nada”.
Ciancio sostuvo que sería bueno que la gente “tuviera confianza en la policía y que diera la cara al hacer la denuncia”. María justifica el miedo: “No tenemos confianza en la policía”. A pesar de la necesidad de “personalizar” de la que habló Ciancio, en una de las paredes de la casa en cuestión, un adhesivo con el membrete de la comisaría 20ª da la posibilidad de la alternativa telefónica: “Llamados de emergencia al 3083223”, dice el mensaje que anoche parecía vigente.

 


 

UN JUEZ DENUNCIO PRESIONES
Aprietes en Cipolletti

t.gif (862 bytes) El juez rionegrino Pablo Iribarren, quien investiga el triple crimen de Cipolletti, denunció que “existen presiones directas sobre los testigos” del caso, apuntó hacia la policía rionegrina, a la que responsabilizó por esas intimidaciones, y reclamó al gobierno de Pablo Verani una urgente reunión del Consejo de Seguridad de la provincia.
En rigor, el mismo juez fue objeto de presiones. Ayer, el jefe de la Unidad Regional II, Jorge Galera, complicó la investigación denunciando ante la Justicia al propio magistrado, al fiscal del caso y a un oficial cuyo testimonio fue determinante para la detención del comisario José Luis Torres, la semana pasada, bajo la acusación de “plantar” pruebas.
Ayer, Iribarren afirmó que las presiones policiales contra los testigos “se acentuaron a partir de la detención de Torres”, detenido de quien el oficial Ricardo Solís asegurara que el comisario había “plantado” pruebas para desviar la investigación hacia una banda de marginales.
Al mismo tiempo que Iribarren informaba sobre las presiones, el jefe de la Unidad Regional II, Jorge Galera, presentó una denuncia contra Solís, acusándolo de haber cometido “incumplimiento de los deberes de funcionario público” al no informar lo que sabía a sus superiores. Y también acusó a Iribarren y al fiscal Alvaro Meynet porque “tendrían que haber detenido a Solís cuando declaró”.

 

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