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Las semillas argentinas que se van a dar vueltas por el espacio

Alumnos de cuatro colegios participan de un peculiar experimento: envían semillas al espacio en el Discovery para analizar luego qué efectos sufren por radiación y falta de gravedad.

Marcos Machado y varios de los chicos que participan en el experimento organizado por la CONAE.
Las semillas parten hoy hacia el espacio en la misma misión en la que viaja el veterano John Glenn.

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t.gif (67 bytes)  “Me traje un machete como ayudamemoria”, dijo Marcos Machado, director científico de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales, antes de iniciar la conferencia de prensa sobre el lanzamiento del primer experimento científico de colegios argentinos a bordo del trasbordador Discovery. Alrededor de él, una docena de escolares de entre 8 y 15 años se cruzaron miradas cómplices y risas contenidas. El plan que macheteó Machado se llama GerminAr, fue desarrollado por 175 pequeños cráneos de cuatro colegios y consiste en el envío de semillas al espacio para analizar los efectos de las radiaciones cósmicas, la falta de gravedad y otras cuestiones de ciencia ficción. El Discovery –el mismo que llevará al veterano astronauta John Glenn, de 77 años– despegará hoy, a las 16, en misión espacial de 9 días, con las semillitas argentinas a bordo.
El programa se llama GerminAr, por obvias connotaciones con la nacionalidad del experimento y con el proceso de crecimiento de una planta. Consiste en el envío al espacio de semillas de zanahoria, alpiste, rabanito, maíz, porotos, garbanzos, soja, girasol y la infaltable lechuga de ensalada. A mediados de año, la Conae ya trabajaba en la organización del programa para un lanzamiento en los primeros meses del ‘99. Pero en julio, la Nasa anunció a la Argentina que había una vacante en la misión del Discovery que despega hoy, a las 16, y la invitó a participar con un experimento. Los tiempos se aceleraron. A todo vapor, la Conae interesó a cuatro colegios: el St. Hilda’s College, de Hurlingham, y los institutos Ana María Janer, de Capital, el Don Jaime, de Bella Vista, y el Fátima, de Martínez, que comprometieron a 175 alumnos de entre 3º y 9º año del EGB, de entre 8 y 15 años.
Lo novedoso del caso es que a cargo del experimento científico están los chicos. Ellos seleccionaron qué tipo de semillas convenía enviar, las analizaron previamente para determinar si estaban en condiciones de germinar, separaron de la partida un lote para lanzar al espacio y otro para comparar, y al regreso de la huerta espacial observarán las diferencias en el proceso de germinación entre uno y otro lote.
El 7 de julio, las semillas fueron enviadas a Estados Unidos. “Teníamos un ropero repleto de semillas”, afirmó uno de los encargados del Don Jaime. En el Centro de Vuelos Espaciales Goddard, de la Nasa, las semillas fueron guardadas en once tubos semejantes a probetas, que a su vez fueron colocadas en una caja denominada SEM (Space Experiment Module). El SEM fue depositado en un contenedor del tamaño de un tambor de combustible, que descansa en la bodega del trasbordador Discovery.
La Nasa alquila el uso de los contenedores con una módica reserva de 500 dólares y el pago en cuotas hasta completar los 20.000 dólares al momento del lanzamiento, pero GerminAr resultó totalmente gratuito porque existen convenios de cooperación educativa entre la Nasa y la Conae. “El SEM empezó en el ‘95 –explicó Machado–, se hicieron cuatro misiones, pero ésta es la primera en la que interviene un país extranjero. Para la próxima, en mayo del ‘99, ya preseleccionamos colegios públicos y privados y una universidad.” En noviembre las semillas estarán de vuelta en el país. “Vamos a hacerlas germinar para comparar con las que quedaron acá, ver el color de las hojas, y hacer un estudio genético”, dijo Rodrigo Blanco, de 16 años, del St. Hilda’s. A su lado, Pilar Nano, también de 16, del mismo colegio, recordó que “probamos con flores, pero no germinaron, y las descartamos. Necesitábamos estar seguros de que no iba a haber dificultades”. Después, Pilar agregó, que “como única mujer entre 14 varones, tuve que insistirles todos los días, porque se acercaba la fecha, hasta que todo empezó a funcionar”.
El grupo de doce chicos que representaban a los 175 alumnos que participan en el programa son, además de Rodrigo y Pilar: Alexis Steverlynch (15) del St. Hilda’s; Delfina Botta y Josefina Charadía (9), Florencia Bottos (8), Mercedes Miguel (10), Valeria Hisas (9), Leopoldo Cho (10), María Pía Reumann (13), Natalia Watanabe (13), Matías Tramontín (13) y Juan Pablo Pérez (14) por el Fátima. Hacia el final de laconferencia, mientras Mercedes preguntaba muy preocupada a los periodistas si los gases que despedirá el Discovery en su lanzamiento dañan la atmósfera, Delfina, Josefina y Florencia, tres pequeñitas semillas de pimienta, ya despojadas de toda timidez, comentaban muy orgullosas y entusiasmadas que “el papá de una de ‘Chiquititas’ nos hizo un reportaje”.

 


 

HABIA SIDO TRASPLANTADO CON CINCO DIAS DE VIDA
Murió el bebé que recibió un corazón

t.gif (862 bytes) Juan Ignacio García, el bebé al que le trasplantaron un corazón con apenas 5 días de vida, murió ayer por las complicaciones que surgieron de una segunda operación. La salud del chiquito, que llegó a cumplir 21 días, se había ido deteriorando tras la intervención y una “falla multiorgánica”, según la definición médica, produjo su fallecimiento en el Hospital Sor María Ludovica de La Plata.
El nombre de Juan Ignacio se hizo conocido por ser el niño más pequeño en el país en recibir un trasplante de corazón. Había nacido en la localidad de 9 de Julio y una falla congénita en su corazón reducía sus posibilidades de vida a apenas unos días. La aparición de un donante generó expectativas entre sus familiares: un bebito de 16 días llamado Leonel acababa de fallecer y sus padres aceptaban donar sus órganos.
Si bien el trasplante –realizado el 13 de octubre– fue exitoso, a los pocos días Juan Ignacio experimentó los primeros problemas. “Surgieron complicaciones previsibles en cierta medida habida cuenta de su corta edad y la importancia de la operación que había sufrido”, dijo ayer el subsecretario de Salud bonaerense, Alberto Castañeda. Primero el bebé debió recibir diálisis, por una falla renal. Luego tuvo que ser operado de urgencia a raíz de una “enterocolitis necrotizante”, una infección generalizada del intestino.
Tras esa operación su estado general fue empeorando, en la medida en que se producían fallas en otros órganos, hasta provocar su fallecimiento.
“El trasplante de este bebé fue posible gracias al enorme corazón de una familia que, a pesar del dolor por el fallecimiento de su hijo, no dudó un instante en donar sus órganos –destacó Castañeda–. El fallecimiento de Juan Ignacio no tiene que frenar la intención de perfeccionarnos día a día en materia trasplantológica.”

 

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