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MANUEL VAZQUEZ MONTALBAN Y LA LECCION DE LA DETENCION DE PINOCHET
“Ahora es un apestado más”

El escritor español, que aprovechará su estadía en la Argentina  para visitar el sur, sostiene que el siglo XX terminó con la caída del Muro de Berlín, que sepultó las viejas expectativas de cambio.

Mirada: “De vez en cuando tengo la necesidad de escribir novelas abier-tas, en las que yo vuelvo a ser el dueño absoluto y no estar pendiente de un personaje fijo”.

Cambios: “El Renacimiento implicó una apertura a un mundo nuevo, en el que un individuo pasa por encima de la religión y los esquemas culturales”.

Vázquez Montalbán está preparando el último libro de su criatura Pepe Carvalho, que se llamará “Milenio”.
“Será una vuelta al mundo, un recorrido de despedida por todos los puntos importantes del siglo XX.”

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Por Claudio Zeiger

t.gif (67 bytes) “Razones humanitarias”. Manuel Vázquez Montalbán saborea un momento estas palabras en su boca cuando se le pregunta por el tema más candente de la política mundial en estos días. El escritor español acaba de llegar a la Argentina por tres razones: presentar su último libro (O César o nada), participar del jurado que en los próximos días fallará el Premio Planeta de Argentina y, finalmente, ir a visitar el sur. Mientras él viaja uniendo puntos en el espacio y también en el tiempo, porque su novela se remonta al Renacimiento, hay un mapa geopolítico que unió explosivamente la trama de varios países alrededor del arresto del ex dictador Augusto Pinochet en Londres. Vázquez Montalbán viene de uno de ellos, de España, donde el juez Baltasar Garzón ha agitado las aguas de la diplomacia para poner a todo el mundo a discutir un tema ingrato: ¿qué es la soberanía, al fin y al cabo? Si se habla de “las razones humanitarias”, Vázquez Montalbán cita el chiste de Miguel Rep que acaba de leer recién llegado a Buenos Aires. Don Augusto está en cama y Rep recomienda darle buena comida y ponerle música tranquila. “Hay que cuidar a don Augusto por razones humanitarias... que de las no humanitarias se cuide él solito.” Y luego, en vez de recurrir a grandes tratados internacionales y enredadas discusiones jurídicas, Vázquez Montalbán hace suya la opinión de una anónima señora que tiene 82 años, la edad del dictador. “Esa mujer dijo que Pinochet no es un anciano de 82 años: es un dictador de 82 años.” Con respecto a la soberanía, el escritor deplora que sólo se conserve este término “para defender torturadores”.
Por lo demás, Manuel Vázquez Montalbán cree firmemente que este fin de siglo no tiene nada de especial con respecto a otros fines de siglo, que sólo es una línea imaginaria que separa el tiempo, pero no por eso deja de preparar una novela para despedir con bombos y platillos a su compañero de 25 años, el detective Pepe Carvalho, junto con lo mejor y lo peor de este siglo: Milenio va a ser el título y su intención es publicarla en el 2001. “Será una vuelta al mundo con su escudero Biscuter, a la manera del Quijote y Sancho, y un poco de la vuelta al mundo de Julio Verne: un recorrido de despedida por todos los puntos que han tenido importancia en el siglo XX.” Sostiene Vázquez Montalbán: “Este fin de siglo no tiene nada de especial. Los siglos no existen, son líneas imaginarias como la línea del Ecuador. Nadie que haya atravesado el Ecuador ha visto esa línea dibujada en el mar o en el cielo. Llamamos siglo XX a algo que quizás no va del 1901 al 2000. Claro que eso de 2000 causa unas expectativas imaginarias enormes”.
–En su opinión, ¿cuándo termina este siglo?
–Para mí el siglo acabó con la caída del Muro de Berlín, porque ahí terminaron las expectativas de cambio histórico que habían comenzado en las luchas de la Comuna en el siglo XIX. En muchos aspectos la caída del Muro fue un volver a empezar.
Ahora bien, si de épocas se trata, la materia del libro que acaba de publicarse en Argentina se remonta en el tiempo hasta el Renacimiento: O César o nada pone en el centro de su trama a la familia Borgia, emparentada a lo largo de los siglos con el poder religioso, económico y político basado en una estrategia muy actual: utilizar los lazos familiares (hoy se diría “mafiosos”) para acumular poder. Una aclaración: Vázquez Montalbán utiliza el apellido Borja y no Borgia. “Es el apellido original”, explica. “Cuando pasan a Italia, los italianos evocan la sonoridad del apellido en catalán, y al hacer la transcripción fonética se convirtió en Borgia.”
Si algo se puede decir sobre este libro, es que Vázquez Montalbán no tiene una concepción historicista de la novela histórica: no le interesa en absoluto, declara, la reconstrucción de época. Su interés está puesto en otra parte: el debate de ideas. Y en la entrevista con Página/12 –se hable del Renacimiento, del fin de siglo o de las desventuras del generalPinochet en tierras extranjeras– Vázquez Montalbán, autor de novelas policiales y novelas a secas, dispara sus numerosas ideas. Se pueden clasificar sus novelas en dos clases: las de Carvalho y las otras. El acepta que su obra está dividida, pero no partida. “Están divididas aunque yo no lo siento tanto porque soy consciente de lo que las hermana, pero de vez en cuando tengo la necesidad de escribir novelas abiertas, en las que yo vuelvo a ser el dueño absoluto y no estar pendiente de un personaje fijo, con una personalidad ya definida que en cierto modo se impone. Por eso escribí novelas como Galíndez, Autobiografía del general Franco, O César o nada.”
–¿Por qué le interesó una novela sobre los Borgia?
–Inicialmente me habían encargado un desarrollo narrativo para una posible miniserie de televisión, y como suele suceder con las coproducciones, empieza a pasar el tiempo, que se hace, que no se hace, y al final me pareció que yo había encontrado una estrategia narrativa muy buena como para desperdiciarla. En principio me molestaba que pudiera aparecer como una novela historicista que reprodujera la manera de vestir, el mobiliario o la manera como se hablaba en la época. Esas cosas no me interesan para nada. Es como hacer la catedral de Notre Dame con escarbadientes. Puede ser algo artesanal muy valioso, pero a mí no me interesa.
–¿Le molesta la moda de la novela histórica?
–Me parece un objetivo menor, y lo que me interesa es el debate de fondo: desentrañar una época de cambio, cuando acaba la Edad Media y empieza el movimiento del Renacimiento y las monarquías nacionales, el Estado Nación que llega hasta nuestros días. Me interesaba la vivencia del Renacimiento para darle un sentido hoy, sobre todo para entender a esa familia que representaba un círculo cerrado. Están esos renacentistas plenos y puros, como Alejandro VI, el Papa incestuoso, y está el bisnieto de ese Papa que es uno de los generales de la Compañía de Jesús que ejecuta la Contrarreforma y la represión del espíritu humanista. La afirmación de César Borja, “O César o nada” es individualista, humanista y prerromántica y la afirmación de su nieto, San Francisco Borja, es todo lo contrario. “O Dios o nada”. El Renacimiento implicó una apertura a un mundo nuevo, en el que un individuo pasa por encima de la religión y los esquemas culturales establecidos. A eso se lo llama paganía, y contra eso reaccionó un sector de la Iglesia.
–¿La perspectiva sobre la historia finalmente la da el presente?
–Si hablamos de la familia Borja hay que señalar que uno de los descendientes del papa Alejandro VI ha sido presidente de la República de Ecuador. Es que estaban muy empeñados en tener una descendencia americana, y se negoció con el rey Fernando el Católico que le dejara enviar Borjas a América. Se estilaban las políticas de alianzas matrimoniales que les permitía acumular poder: a un nuevo emparentamiento, más aliados. Se puede hablar de un relato poshistórico porque el objetivo no es hacer un retrato de época. Ese es el tipo de novela histórica que detesto.
–Puede sonar curioso que a raíz de la detención de Pinochet se haya empezado a discutir la territorialidad y la soberanía, cuando se manejan conceptos como globalización y poshistoria.
–En el caso de Pinochet hay en discusión una base jurídica. No se lo reclama en España por haber matado chilenos, sino por haber matado españoles. Imagino que si los chilenos tuvieran alguien que hubiera matado chilenos en Suiza, por poner un ejemplo, reclamarían su extradición. Claro que detrás de todo esto hay una discusión acerca de qué es la soberanía en un tiempo histórico cuando se ha perdido la soberanía a nivel económico, a nivel político y a nivel estratégico. Al parecer sólo se conserva el término soberanía para proteger a los torturadores. Ningún país es soberano económicamente, y reclamarla para un caso así me parece una manera muy mezquina de entenderla. Otra cosa muy distinta es protestar para que no vengan a imponer una cultura extranjera. Dentro de la ley delmercado las culturas dominantes son más poderosas, se imponen por distintos medios. Ninguna cultura nacional se puede defender de eso a pleno. Esa es otra discusión sobre la soberanía.
–¿Cuál es su opinión sobre la actuación del juez Baltasar Garzón?
–Primero hay que señalar que ha habido desaparecidos españoles, y que ha habido una emigración de argentinos exiliados en España muy combativos, y ahora hay un juez que ha seguido para adelante a pesar de las presiones del propio gobierno español, tanto del anterior como de éste. Ni el gobierno anterior ni el de José María Aznar lo han ayudado. Con los años se lo agradeceremos, porque habrá creado un precedente importantísimo: el próximo matarife histórico, sea del país que sea, pensará dos veces antes de actuar, porque sabe que puede convertirse en un apestado más a nivel global. Franco, que sabía que era un apestado histórico mundial, jamás se movió de España.

 

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