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ESTRATEGIA
Por Antonio Dal Masetto

na32fo01.jpg (21126 bytes)t.gif (862 bytes) Esta noche el bar es un llanto. Quejas y quejas.

--¿Cómo se hace para sacarse de encima a estos depredadores? Se pasan la posta de mano en mano.

--Elegimos a uno para combatir a otro y resulta que el que viene es todavía peor que el anterior.

--Con los políticos es como con el amor. Para castigarlos hay que matarlos con la indiferencia. No hay nada más eficaz que eso, se lo digo yo que soy una mujer con experiencia larga.

--¿A usted le parece, doña Nancy? Mi impresión es que estos fulanos son un tanto indiferentes a la indiferencia.

--Debemos confiar en las fuerzas profundas de la nacionalidad encarnadas en la oposición que sabrán corregir el rumbo y alentar a la justicia para que se aplique el debido castigo.

--Don, ¿por qué no se va a descansar que ya es tarde?

--Yo soy partidario de la tradición anarquista: una linda bomba redonda y con mecha colocada debajo de las bolas y andá a cantarle a Gardel.

--Nos roban todo pero nunca del todo. No talan el árbol en la base, no lo arrancan de cuajo. Lo podan para que de nuevo vaya sacando sus ramitas y siga dando frutos y después ñácate otra vez el zarpazo.

Acá interviene don Eliseo el Asturiano que esta noche nos visita:

--Si me permiten quisiera hablarles de cierto lugar donde recalé después de salir de mi Asturias natal y vagar por el mundo buscando donde afincarme. Al llegar me encontré con un panorama desolador. La gente vivía en casillas de cartón. Vestían harapos. Los chicos deambulaban famélicos por las calles, flacos, las panzas hinchadas por el hambre. Quise darle un alfajor a uno de esos pibes y la mamá vino corriendo y me dijo: "Ni se le ocurra". Varios pobladores me rodearon mirándome con hostilidad. Yo no entendía nada. Después me explicaron. Padecían el mismo flagelo del que hoy se están quejando ustedes. Tiempo atrás un grupo de ancianos había decidido estudiar el tema en profundidad. Una cosa estaba clara: los depredadores jamás se irían mientras tuvieran algo que robar.

--Ese es justamente el punto: ¿cómo se hace para desalentarlos y que se vayan a otra parte?

--Aquellos ancianos acudieron a viejos libros y buscaron antecedentes históricos que pudieran servir de inspiración. Se encontraron con dos ejemplos. Primero, el del pueblo ruso cuando quemó las cosechas durante la invasión de Napoleón. Segundo, el éxodo jujeño, en un país llamado Argentina, con un tal general Belgrano a la cabeza. Después de analizar aquellos dos hechos decidieron aplicar el sistema de territorio arrasado.

--¿Aplicarlo sobre qué?

--Sobre ellos mismos. Se redujeron a la pobreza más absoluta. Estaban cada vez más miserables pero lo vivían con alegría.

--¿Cómo que con alegría, don Eliseo?

--Alegría y esperanza. Me dijeron: "Ya no tenemos agua ni luz ni nada, no nos pueden cobrar impuestos a nada, no hay recaudación de nada, comemos raíces, comemos tierra, más nos hundimos en la miseria más contentos estamos, día a día nos vamos acercando al objetivo, muy pronto conseguiremos que se vayan, estamos arañando la felicidad". Ante tanto entusiasmo quise quedarme con ellos. Me convencieron que no era conveniente: "Caballero, agradecemos mucho que simpatice con nuestra causa, pero usted está muy gordo, bien alimentado, bien vestido, nos hace mala propaganda". Un argumento irrefutable. Así que me batí en retirada. No sé qué pensarán ustedes de esa buena gente, pero ahí les tiro la idea por si quieren adoptarla.

 

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