PANORAMA ECONOMICO
La ópera de los dos ministros
Por Julio Nudler |
El
acto del miércoles en el Opera fue producto de la improvisación: a alguien se le
ocurrió que para sacarles plata a los empresarios (a $ 1000 la entrada, contra los 300
que cobraron como máximo los Bee Gees en Boca y los 220 de Andrea Bocelli) lo mejor era
mostrarles al trío de Ricardo López Murphy, Adalberto Rodríguez Giavarini y Beatriz
Nofal, y así se hizo, sin medir las consecuencias, explica un economista también
radical. Las consecuencias a las que se refiere son el costo político que según algunos
pagará Fernando de la Rúa si cunde la imagen de que López Murphy será su
ministro de Economía. Muchos radicales no podrán digerir que eventualmente ocupe el
puesto un hombre tan consustanciado con FIEL, al que sienten incluso a la derecha de
Domingo Cavallo.
Para los críticos, los discursos del Opera donde Chupete pretendió exponer su
estrategia económica ante el establishment fueron surrealistas: No se habló
de la crisis, ni de la situación argentina, ni del desempleo ni de Brasil. ¡Hablaron del
equilibrio fiscal! ¡Es insólito! Como mensaje económico, en medio del bolonqui en que
estamos y a un mes de la interna, ¡sólo se les ocurre hablar del equilibrio
fiscal!.
Tras ese acto recrudeció entre los economistas radicales la discusión sobre la verdadera
personalidad de De la Rúa, que ninguno parece desentrañar. Nunca termino de
entenderlo, admite uno de los más medidos. Según éste, Fernando es
culturalmente un conservador, pero económicamente quién sabe. Lo ve más decidido
a obligar a las discotecas a cerrar temprano que a hacer un ajuste con 4 por ciento de
superávit fiscal. Otro usa adjetivos como incomprensible e
inescrutable para referirse a De la Rúa: A todos les resulta
hermético. ¿Pensamiento económico? No, no tiene. En todo caso, si lo tiene nadie se lo
escuchó nunca. Es un abogado y un político. Y no le presta atención a nadie, ni
siquiera a López Murphy. Y agrega que a diferencia de Graciela, que por lo
menos (nótese la ironía) toma clases con Arnaldo Bocco, Fernando no las toma con
nadie. Pero como necesita que le soplen cosas para decir, las pide. Claro que nunca
se reúne con sus asesores para analizar por qué diría eso y no algo diferente, ni para
saber cómo alcanzar los objetivos que plantea.
Hasta quienes critican al intendente por izquierda confiesan cierta confusión. Admiten,
por ejemplo, que al municipio llevó cuadros bastante progresistas. U ocurre simplemente
que De la Rúa aprecia la lealtad y colocó en los cargos a quienes hicieron campaña con
él. Y no echó a nadie. (¿Será un modelo extrapolable al gobierno de la Nación?) El
único en irse fue Rodríguez Giavarini, que se marchó dando un portazo, con un estilo
nada radical de dejar al jefe pagando. Por eso nadie entiende en el partido cómo es que
sigue promoviéndolo. La única explicación creíble que encuentran es que simplemente lo
hace porque por ahora le conviene.
La gran pregunta que flotó en el Opera fue por la ausencia de José Luis Machinea,
oficialmente proclamado como referente económico de la Alianza. La obvia explicación es
que, aunque De la Rúa lo invitó (juran que fue así) a formar parte del panel, el ex
presidente del Banco Central prefirió mantener su actitud prescindente en la interna
aliancista. Sin embargo, mientras se asegura que Los Cinco Grandes convinieron preservarlo
y respetar su equidistancia, en la práctica todos tironean de Machinea y le reprochan que
no se juegue. Pero más allá de su neutralidad, lo menos que hay que preguntarse ahora es
qué lo diferencia de López Murphy.
Lo primero en saltar a la vista es que mientras Machinea se siente como un (o el)
economista de la Alianza, y de hecho Graciela Fernández Meijide lo quiere como ministro
suyo, López Murphy se pronunció de entrada contra la formación de este frente
electoral. El es de esos que miran la Alianza como una cosa extraña que le ocurrió
al radicalismo, y no la ven como un proyecto de largo plazo, define una fuente. Para
ésta, López Murphy adhiere al proyecto personal de De la Rúa y no a la Alianza, aunque
ambas cosas podrían terminar siendo lo mismo.
En términos de política económica, Machinea está sumado a la onda actual de plantearse
la necesidad de ir más allá del Consenso de Washington, con su receta ultraliberal, de
desregulación, apertura y privatizaciones. Machinea tiene menos fe en el mercado y
más conciencia de sus fallas que López Murphy, aunque dentro de márgenes que no son
demasiado amplios, dice alguien que los conoce bien. Sin embargo, en casos concretos
esa módica diferencia puede llevarlos a planteos opuestos. Machinea tenderá por ejemplo
a pensar que el mercado financiero no va a resolver eficiente y equitativamente la
asignación del crédito, y por tanto querrá que el Banco Nación siga siendo estatal.
Como López Murphy confía firmemente en los mercados, optará por privatizarlo. Otro caso
es la venta de la parte de YPF que le queda al Estado. Si Machinea cree en la conveniencia
de contar con un empresariado nacional, que tenga alguna autonomía y un proyecto
internacional propio, no enajenaría las acciones remanentes, y mucho menos a la hispana
Repsol, después de la desastrosa experiencia con los españoles en Aerolíneas.
Pero las diferencias se reducen a sólo sutilezas en el campo de la macroeconomía,
especialmente ahora que todo el mundo y hasta López Murphy reconoce que los
mercados internacionales de capitales tienen problemas y necesitan que alguna institución
supranacional los regule. Hace dos o tres años hubieran discrepado más, pero en el
ínterin la desregulación absoluta de los flujos de capitales mostró la clase de
desastres que provoca.
En un sentido más táctil, mientras la vinculación de Machinea es con la Unión
Industrial y los sectores productivos en general, a los que promete políticas
activas, López Murphy está entre los que piensan que ganándose la confianza de
los mercados financieros y de los inversores, el sector real se las arreglará solo. Si
alguien se siente decepcionado porque piensa que tales divergencias son poca cosa, hay que
reconocer que éstas son las máximas diferencias imaginables actualmente dentro del arco
de partidos con aspiraciones de gobierno. Más allá de estos márgenes comienza el
territorio de lo testimonial.
Lo que De la Rúa no hizo (y Graciela tampoco) es preguntarle al establishment a quién
prefiere como ministro. ¿A Machinea, que es alguien más cercano a la clase política
como promedio, o a López Murphy, porque lo sienten más como un hombre propio? Los dos
perfiles tienen doble filo. El de Machinea, porque sería más fácil que los políticos
le tuerzan el brazo. El de López Murphy, porque le costará mucho convencerlos de
cualquier cosa. |
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