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ENTREVISTA A MIGUEL BOTAFOGO VILANOVA
Blues sin drogas

El guitarrista, una especie de rara avis dentro del ambiente blusero, milita en contra de los excesos y prefiere el conócete a ti mismo a las crónicas urbanas para expresarse artísticamente.

Inspiración: “Charly, Spinetta y Pappo no son mejores artistas por las drogas sino por lo locos que están. Y la locura no tiene que ver con los excesos”.

Botafogo acaba de editar el CD “Cambios”.
Lo presentará esta noche en el teatro Reggio.

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Por Fernando D’Addario

t.gif (67 bytes) La ruta blusera, acostumbrada a manejarse con mano única, le permitió a Miguel Botafogo Vilanova el milagro de un desvío ascético. El ex líder de Durazno de Gala y actual solista, devoto de los tres reyes magos del blues (como denomina a Freddie, Albert y BB King), le escapa cotidianamente a la estructura mental que adorna al género en la Argentina. Hace varios años el guitarrista volvió de España para no engancharse con la heroína, y desde entonces su vida cambió. Les dijo no a las drogas, no al alcohol, se hizo vegetariano y espiritualista. En los antros bluseros no se consiguen ejemplares de este tipo. Esta noche presenta su último trabajo, Cambios, en el teatro Reggio, y sabe de antemano que no se verificará la relación convencional músico-público que suele establecerse en estos casos: “Lo que pasa es que yo no les digo ‘che, a ver si habilitan un pase’, sino ‘che, no le comprés droga a la policía ...’”, asegura en la entrevista con Página/12. Hasta tiene una página en Internet donde suele dar consejos relacionados con este tema, aunque no en plan Fleco y Male.
–Teniendo en cuenta los códigos que se manejan en el ambiente del blues, ¿no tiene miedo de que esa militancia en contra de las drogas lo convierta en una especie de “pastor blusero”?
–No, porque yo no soy un santurrón, sino más bien un turrón. No me hago el pastor. Todos mis errores y debilidades están a la vista. En España estuve mal, perdí muchos amigos, entre ellos a Antonio Flores. Para muchos bluseros es más comercial hablar de minas y alcohol, allá ellos. Yo estoy en otra, prefiero tratar de cambiar el espíritu, mirar hacia adentro ... y no soy new age ni nada de eso, aunque me guste leer a escritores espiritualistas. Y tampoco soy un vigilante, porque nunca acuso al adicto, que para mí es un ángel de gran sensibilidad, y justamente por esa sensibilidad es más permeable a las drogas. Pero tampoco creo esa que tiran algunos músicos, que la droga inspira para componer. Charly, Spinetta, Pappo no son mejores artistas por las drogas, sino por lo locos que están. Y la locura no tiene que ver con los excesos. Cuando digo excesos también me refiero al alcoholismo, el tabaquismo, la alimentación, etcétera.
–Esa “limpieza” se nota también en su música, que no tiene la aspereza de un, por ejemplo, John Lee Hooker ...
–Yo no lo emparento, e inclusive me gustaría ser más sucio. La limpieza no tiene que ver con el virtuosismo. El error también es parte del asunto. No soy Pat Metheny.
–El blues es parte esencial del folklore estadounidense, pero también parece haberse incorporado al folklore urbano de la Argentina. La música que usted hace, sin embargo, no parece pertenecer a ningún lugar.
–Pero yo siento que mi manera de tocar es argentina. La influencia de Pappo se me nota, y estoy contento de que se me note. Quizá mi manera de escribir no tenga una especificación geográfica determinada.
–¿Le falta esa cosa medio “tanguera” que tenía Manal y que tuvo en algún momento Memphis?
–Claro. A mí no me sale la poesía urbana. Ya lo hizo Manal y lo hizo muy bien. Yo me desespero por tratar de comunicar las cosas que me pasan y muchas veces no sé cómo hacerlo. Más que explorar por el lado urbano, me gustaría hacer algo más comprometido políticamente. Hubiese querido hacer algo como “Sr. Cobranza” de la Bersuit. Escribí un blues, “No puede ser”, pero quedó afuera del disco porque era muy largo, duraba once minutos. Pero quisiera expresar de algún modo el asco que me da la insensibilidad de los gobernantes ante los padecimientos de la gente.

 

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