Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


Tiza, borrador y mouse

¿Qué hay que hacer con las computadoras en las escuelas? ¿Los chicos formados en la era digital piensan de modo diferente? Las preguntas desvelan a los especialistas que coinciden en que, más que la cantidad de computadoras, lo importante es el uso y que la mayoría de los docentes no está capacitado para sacarles el jugo.

na24fo03.jpg (9347 bytes)

“No se sabe qué hacer con la computación en la escuela: no es un problema argentino, toda la literatura está discutiendo esto.”

Por Pedro Lipcovich

t.gif (67 bytes) Para la sociedad, la compu en la escuela es como los cambios corporales en la pubertad: algo que empieza a estar ahí, que ya no se va a ir, pero no se sabe bien qué hacer con eso que es tan placentero como angustiante. Debatir si la compu en la escuela es buena o mala ya sería anacrónico: si está en el trabajo, en la casa, en todas partes, ¿cómo no va a estar en la escuela? Lo que todavía no saben con certeza los especialistas en educación, en ningún lugar del mundo, es cómo usarlas bien, ni qué consecuencias traerán. Sin embargo, algunos de los principales expertos de la Argentina plantearon para Página/12 los trazos esenciales del debate; al hacerlo, sugirieron qué criterios pueden servirle a un padre para saber si en un colegio las compu funcionan de veras o simplemente están ahí.
“No se sabe qué hacer con la computación en la escuela –confiesa Mariano Narodowsky, profesor en el área Educación de la Universidad de Quilmes–: toda la literatura internacional especializada en educación se está ocupando de esto, todo el mundo está discutiendo esto; no es sólo un problema argentino, no es sólo un problema económico.”
¿Por qué es tan difícil?: “Lo que agrega Internet, y es muy difícil de manejar, son la interactividad y el hipertexto: eso produce una revolución educativa”, que se plantea incluso en la disposición de las aulas: “Si cada alumno tuviera en su pupitre una computadora en red, se disolvería la situación del docente como lugar exclusivo del saber, la configuración actual de la escuela se perdería y hoy por hoy no existen herramientas teóricas que permitieran reorganizarla”, afirma Narodowsky.
También Antonio Battro, uno de los introductores de la informática en la enseñanza argentina y coautor de La educación digital. Una nueva era del conocimiento, admite que “en todo el mundo falta mucho para que las nuevas tecnologías se usen bien en la educación”, y da ejemplos: “Los ‘softwares educativos’ suelen presentar un problema con un solo camino de solución: su visión es empobrecedora porque el conocimiento humano no funciona así, no va por una escalera construida sino que, cuando de veras intenta resolver un problema, avanza, se atranca, retrocede, inventa caminos distintos”. Es que esos softwares “aplican a la tecnología del siglo XXI una psicología del siglo XIX, limitada a la noción de estímulo-respuesta”. ¿Por qué? “Porque es la psicología que más se arraigó en Estados Unidos: si las nuevas tecnologías hubieran surgido en otra cultura, quizá muchas cosas serían diferentes”, sospecha Battro.
Fuera del ghetto
Otro problema –continúa Battro– consiste en “desaprovechar los recursos tecnológicos y limitarse a imitar lo que ya existe”, y cita “el reemplazo del viejo mapa de hule por el mapa digitalizado en la compu: es cierto que en el de hule, que tarda más en renovarse, pueden figurar países ya desaparecidos como la Unión Soviética, y en el mapa digital los cambios se hacen enseguida, pero no es lo esencial”. Lo esencial sería “utilizar recursos como los mapas on line, los mismos que usan los meteorólogos, que con una pequeña antena satelital se pueden bajar gratis y muestran directamente la deforestación en los bosques, las densidades de población, todo actualizado al segundo; una geografía más dinámica, más interesante”. No hay que apurarse a suponer que el caso del mapa de hule se resolvería simplemente con la antenita satelital. Porque, ¿en qué anda el profe de geografía? “El uso de las tecnologías requiere una capacitación distinta en los docentes, que en general no están entrenados para aprovecharlas”, dice Battro, dicen todos. “Cada escuela debe saber que la inversión más importante no consiste en comprar equipos sino en formar a sus docentes.”
Aunque nadie sepa cómo será la escuela del futuro, hay acuerdo de que la mejor escuela del presente no es la que tiene más computadoras sino la que las tiene bien puestas: “Hay que sacarlas del ghetto de computación –grafica Jorge Rey Valzacchi, autor del libro Internet y educación–: esa sala especial a la que los chicos van cada tanto y después queda cerrada y el resto de los profesores no saben muy bien qué se hace ahí”.
No es tanto cuestión de cantidad de compu sino de distribución y buen uso: “Aunque la escuela no tenga mucho equipamiento, si la comunidad educativa está bien equipada, si muchos docentes y alumnos tienen computadoras en sus casas, es posible articular esos recursos, y distribuir los de la escuela en forma más solidaria”, dice Battro.
¿Cómo concretar esa distribución solidaria?: “Las computadoras debieran estar en los pasillos del colegio. Accesibles. Debieran estar también fuera del colegio, en las plazas, como los teléfonos públicos. ¿Que las van a romper, que las van a robar?: no importa; ¿habría que suprimir las flores en las plazas porque hay gente que las corta? Con la Universidad de Florianópolis, en Brasil –recuerda Battro–, llegamos a poner computadoras en red en las plazas públicas, y los chicos iban con los profesores, y no hubo problemas. El siglo XXI será el de la conectividad, y no tenemos derecho a dejar a ningún chico afuera”.
Hábitos digitales
Mal o bien, en la escuela o en su casa, muchos chicos se están formando en una cultura digital: ¿cuál será el resultado? Sus modos de pensar, ¿serán distintos a los de sus padres? “Los chicos con hábitos digitales son diferentes, sin duda –sostiene el experto en educación Antonio Battro–: ya se incorporaron a un mundo interconectado, y esto será esencial para su educación permanente a distancia y para su inserción laboral.” Es más, “así como el cerebro de la persona alfabetizada utiliza otro tipo de conexiones que el de un analfabeto, el cerebro de las personas que leen hipertextos va a ser diferente de los que leen textos: leer un diario en papel es distinto a leerlo en Internet, se usan formas diferentes de procesar la información”. También Narodowsky supone que “serán distintos, porque la cultura hipertextual es distinta a la del libro”.
Otro es el criterio del especialista Jorge Rey Valzacchi: “Hace 15 años que trabajo en informática aplicada a la educación, y no veo que se esté potenciando la inteligencia. En todo caso, la computadora es una gran motivadora, en una época en que los chicos están escasos de motivaciones que los atraigan al estudio. Proponerles a los chicos trabajar con Internet: ¿qué otra cosa puede motivarlos más que eso hoy en día?”.
En todo caso, el verdadero cambio sigue residiendo en el futuro, aunque sea un futuro próximo. Cuesta mucho porque “si bien la educación está cambiando, no es por obra de los educadores: la computadora no la descubrieron los educadores, el gran cambio en la educación de este fin de siglo no salió de ellos”, observa Battro, y hace preguntas como: “¿De qué vale tener Internet en un colegio si no usa para hacer programas en común con otros colegios de otras regiones, otros países? El verdadero cambio será cuando el impacto de la tecnología en la educación sea global, no local”.
Mientras tanto, Mariano Narodowsky prefiere “esperar un tiempo para que las respuestas no las demos nosotros, que somos sujetos híbridos, mezcla de una cultura y la otra, y las empiecen a dar quienes se procesaron en la cultura digital”.

 


 

LA OPINION DE LOS PROFESORES Y LOS CHICOS
“A veces el alumno supera al maestro”

Por P.L.
na24fo01.jpg (3720 bytes)
t.gif (862 bytes) Mientras los expertos debaten y los docentes transpiran, los chicos no tienen dudas en usar las tecnologías de hoy. La visita a algunos colegios permitió vislumbrar, como quien dice en tiempo real, cómo y por qué las compu cuestionan la enseñanza tradicional, y posibilitó un hallazgo: la educación pública argentina sigue viva y, a veces, feliz.
El gabinete de informática del Colegio Nacional de Buenos Aires cuenta con 12 máquinas en un aula para clases de computación, y otras tantas en una sala a disposición de los alumnos durante toda la jornada. “En las horas pico están siempre ocupadas, vienen unos cien alumnos por día”, refiere Xavier Quesada Allué, ayudante de clases prácticas. La materia Computación se dicta en primer año pero, después, los alumnos recurren al gabinete para preparar trabajos en procesadores de texto, buscar información en Internet o hacer cursos extracurriculares. El colegio tiene su página web –www.cnba.uba.ar– y cada alumno tiene su propia dirección de correo electrónico.
Pero la capacitación de los docentes es una asignatura que el colegio todavía está cursando: “Por ahora, contamos con el esfuerzo individual de algunos profesores, pero el proyecto es que cada materia tenga su página web: el profesor debiera definir el esquema de la página, incluir bibliografía, trabajos de alumnos y prácticas de evaluación”, pide Quesada Allué.
En algún punto, el uso de las nuevas tecnologías suele chocar con los límites de la institución educativa. Juan Ignacio, alumno de primer año, a los 13 años hizo su propia página web: “Tiene temas de astronomía y de mis series de televisión preferidas”. El colegio le sirvió a Juan Ignacio para aprender a hacer su página, pero su página no forma parte de la red del colegio: “Porque requieren que el contenido básico de la página sea educativo y lo primero que se me había ocurrido era lo de las series de tele, con el sonido de ‘Expedientes X’. Después me interesó lo de la astronomía, pero ya tenía la página en otro lugar”.
En la sala hay un cartelito: “No se puede chatear”, “No se puede jugar”.
“Es que perdíamos el tiempo chateando ... Bah, ellos creen que es una pérdida de tiempo –dice María Gagliano, alumna de sexto año–: yo llegué a chatear con gente de otros países, aprendía idiomas, cultura general. Todo depende de con qué canal se conecte uno.”
En la vereda del Colegio Industrial Ingeniero Huergo, escuela pública porteña, un grupo de chicos de tercer año hablan de compus y programas como del pan cotidiano: “La mayoría de los profesores traen las pruebas preparadas en computadora”, “Con los profesores aprovechamos donaciones de partes de computadoras, como monitores o placas de video, para armar máquinas completas”, “En Taller, en vez de darnos apuntes fotocopiados nos dieron el archivo en diskette”. Se llaman Andrés Pujalte, Pablo Arce y Adrián Heras; todos tienen computadora en la casa: “La mayoría de los alumnos tienen, aunque sea de baja potencia”. Y está claro que los profes tienen la informática incorporada a su actividad habitual.
En contrapartida, estos alumnos ni siquiera saben la dirección de correo electrónico de su escuela, a diferencia de los del Buenos Aires, más habituados al intercambio de textos escritos propio de las humanidades.
En el gabinete de informática del Huergo, un grupo de alumnos del último año, junto a dos profesores, recibe a Página/12. Ellos administran la página web del colegio (http://members.xoom.com/etilah), que también tiene su propio canal de chat(http://.members.xoom.com/genesis_es). “Pasamos más tiempo chateando que navegando”, cuenta Ezequiel Carson. Son seis o siete ante una sola computadora pero trabajan todos: se reemplazan ante el teclado, se corrigen unos a otros, bromean.
Los profesores están discretamente a un costado. Uno de ellos, Fabián Anderson, comenta: “En computación, antes que en otras actividades, el alumno supera al maestro”. “Pero –observa uno de los chicos–, la base me la dio el profe: cuando tuve una computadora y quise empezar solo, se me quemó.” La jefa del laboratorio de informática, Silvia De Marco, confiesa que “enseñar informática me enseñó a mí a bajarme del caballo, porque los alumnos llegan a enseñarle a uno: tienen más capacidad de aprender, tienen más tiempo, no tienen el temor adulto a equivocarse”.
El Huergo tiene una línea exclusiva para acceso a Internet, cuyo abono paga la Cooperadora: “Tenemos esa suerte: muchas escuelas no pueden entrar a Internet porque quedarían incomunicadas”, dice De Marco. Ella trabaja también con los demás profesores: “Agrupamos a los docentes por áreas, para enseñarle a cada uno cómo enseñar su materia con la máquina”.
Uno de los usos que los alumnos dieron a sus conocimientos de programación fue reformular un juego, de esos donde hay que matar monstruos en un laberinto: sustituyeron el laberinto convencional por una reproducción tridimensional del colegio –que ellos mismos empezaron por videofilmar–, y reemplazaron las caras de los monstruos por las de sus profesores: “Cuando aparece, lo matás: es el sueño de todo pibe ...”.
–Debieran hacer juegos como éste en Estados Unidos, para controlar tanta violencia en las escuelas –sugiere Fernando Maneglia, uno de los chicos.
Tiene razón.

 


 

MONIQUE LINARD, ESPECIALISTA EN NUEVAS TECNOLOGIAS
“Lo básico sigue siendo la relación”

Por Eduardo Febbro  desde París

t.gif (862 bytes) Profesora universitaria y especialista de las nuevas tecnologías, autora de estudios y libros sobre el tema, Monique Linard desmenuza con Página/12 los mitos y las realidades de “la máquina de enseñanza”.
–El primer mito que conduce a la compra de una computadora es el del placer. Los padres creen con un CD los niños aprenderán mucho más, y con más placer.
–La computadora puede procurar un placer enorme e inducir al aprendizaje al alumno más rebelde. La computadora tiene, además de una gran capacidad cognoscitiva, el mérito de reflejar una imagen real de la actividad que el alumno está aprendiendo. Pero cuidado con la ilusión. La enseñanza clásica puede aparecer árida si es asumida por gente árida. No obstante, una computadora sólo será placentera si las personas que la usan tienen la misma actitud. Hay un hecho innegable: las computadoras son un útil de interrelación entre lo que hacemos, vemos y pensamos. Los juegos, las observaciones científicas, las simulaciones y las búsquedas acrecientan el interés de los estudiantes, incluso es capaz de incitar al aprendizaje a los estudiantes más reacios y, contrariamente a lo que se dijo en un principio, hasta favorece las relaciones sociales.
–Las encuestas francesas muestran que la computadora acelera el aprendizaje de la lectura y la escritura.
–Es obvio. En vez de cansar a un niño poniéndolo a repetir sin fin las letra se lo pone ante un teclado. Así explora las teclas a través de un mundo lúdico. Pero bien, se trata sólo de un útil. Y nunca hay que olvidar que los útiles pedagógicos no tienen la dimensión de un método.
–Usted dijo hace poco que había cometido un error al evaluar la importancia de las computadoras.
–Sí, efectivamente. Por fascinación me equivoqué cuando intenté demostrar la superioridad de las nuevas tecnologías en lo que atañe al aprendizaje. Doy un ejemplo. Durante dos años seguí de cerca a dos grupos de alumnos: el que utilizaba la televisión en los cursos y el que no recurría a ella. A final me di cuenta de que la relación que cada grupo establecía con el profesor era tan determinante como la televisión. Con la computadora ocurre lo mismo. Es un útil de una gran riqueza pero su eficacia depende de muchas cosas. Los trabajos que se han realizado son elocuentes. Si usted pone a un alumno que sabe de informática delante de una computadora con un buen programa éste sabrá encontrar los secretos y el funcionamiento del programa. Sin embargo, si se repite la misma experiencia con un mal alumno, es decir si se lo deja sólo delante de la máquina, será inútil.
–Para usted es entonces un error creer que la computadora fabrica genios y que su empleo puede suplir las fallas de un alumno.
–Desde luego. La máquina no opera sola. Un mal alumno delante de una máquina se hundirá un poco más. Lo esencial sigue estando siempre en la relación con los profesores. Le podría citar decenas de ejemplos sobre esto. Todos los investigadores saben que ese útil excepcional que es la computadora tendrá efectos significativos siempre y cuando esté rodeada de una relación humana comprensiva y estructurada.
–Usted niega entonces una oposición muy de moda: la computadora contra la enseñanza clásica.
–La computadora nunca suplantará la utilidad de un curso ... digamos magistral que aclara las ideas. No debemos oponer enseñanza clásica y computadoras. La máquina sólo ofrece otra forma de abordar los conocimientos. Pero a la larga produce efectos negativos si se la emplea mucho tiempo en solitario: cansancio, imágenes volátiles, comprensión superficial, mala jerarquización de las informaciones, falta de profundidad ... y hasta confusión intelectual. Reconozco que la presión del mercado es fenomenal y me pregunto si los políticos van a entender que no basta con introducir millones de computadoras en las escuelas sin regulación.

 

PRINCIPAL