Por Pedro Lipcovich
Para la sociedad,
la compu en la escuela es como los cambios corporales en la pubertad: algo que empieza a
estar ahí, que ya no se va a ir, pero no se sabe bien qué hacer con eso que es tan
placentero como angustiante. Debatir si la compu en la escuela es buena o mala ya sería
anacrónico: si está en el trabajo, en la casa, en todas partes, ¿cómo no va a estar en
la escuela? Lo que todavía no saben con certeza los especialistas en educación, en
ningún lugar del mundo, es cómo usarlas bien, ni qué consecuencias traerán. Sin
embargo, algunos de los principales expertos de la Argentina plantearon para Página/12
los trazos esenciales del debate; al hacerlo, sugirieron qué criterios pueden servirle a
un padre para saber si en un colegio las compu funcionan de veras o simplemente están
ahí.
No se sabe qué hacer con la computación en la escuela confiesa Mariano
Narodowsky, profesor en el área Educación de la Universidad de Quilmes: toda la
literatura internacional especializada en educación se está ocupando de esto, todo el
mundo está discutiendo esto; no es sólo un problema argentino, no es sólo un problema
económico.
¿Por qué es tan difícil?: Lo que agrega Internet, y es muy difícil de manejar,
son la interactividad y el hipertexto: eso produce una revolución educativa, que se
plantea incluso en la disposición de las aulas: Si cada alumno tuviera en su
pupitre una computadora en red, se disolvería la situación del docente como lugar
exclusivo del saber, la configuración actual de la escuela se perdería y hoy por hoy no
existen herramientas teóricas que permitieran reorganizarla, afirma Narodowsky.
También Antonio Battro, uno de los introductores de la informática en la enseñanza
argentina y coautor de La educación digital. Una nueva era del conocimiento, admite que
en todo el mundo falta mucho para que las nuevas tecnologías se usen bien en la
educación, y da ejemplos: Los softwares educativos suelen
presentar un problema con un solo camino de solución: su visión es empobrecedora porque
el conocimiento humano no funciona así, no va por una escalera construida sino que,
cuando de veras intenta resolver un problema, avanza, se atranca, retrocede, inventa
caminos distintos. Es que esos softwares aplican a la tecnología del siglo
XXI una psicología del siglo XIX, limitada a la noción de estímulo-respuesta.
¿Por qué? Porque es la psicología que más se arraigó en Estados Unidos: si las
nuevas tecnologías hubieran surgido en otra cultura, quizá muchas cosas serían
diferentes, sospecha Battro.
Fuera del ghetto
Otro problema continúa Battro consiste en desaprovechar los recursos
tecnológicos y limitarse a imitar lo que ya existe, y cita el reemplazo del
viejo mapa de hule por el mapa digitalizado en la compu: es cierto que en el de hule, que
tarda más en renovarse, pueden figurar países ya desaparecidos como la Unión
Soviética, y en el mapa digital los cambios se hacen enseguida, pero no es lo
esencial. Lo esencial sería utilizar recursos como los mapas on line, los
mismos que usan los meteorólogos, que con una pequeña antena satelital se pueden bajar
gratis y muestran directamente la deforestación en los bosques, las densidades de
población, todo actualizado al segundo; una geografía más dinámica, más
interesante. No hay que apurarse a suponer que el caso del mapa de hule se
resolvería simplemente con la antenita satelital. Porque, ¿en qué anda el profe de
geografía? El uso de las tecnologías requiere una capacitación distinta en los
docentes, que en general no están entrenados para aprovecharlas, dice Battro, dicen
todos. Cada escuela debe saber que la inversión más importante no consiste en
comprar equipos sino en formar a sus docentes.
Aunque nadie sepa cómo será la escuela del futuro, hay acuerdo de que la mejor escuela
del presente no es la que tiene más computadoras sino la que las tiene bien puestas:
Hay que sacarlas del ghetto de computación grafica Jorge Rey Valzacchi, autor
del libro Internet y educación: esa sala especial a la que los chicos van cada
tanto y después queda cerrada y el resto de los profesores no saben muy bien qué se hace
ahí.
No es tanto cuestión de cantidad de compu sino de distribución y buen uso: Aunque
la escuela no tenga mucho equipamiento, si la comunidad educativa está bien equipada, si
muchos docentes y alumnos tienen computadoras en sus casas, es posible articular esos
recursos, y distribuir los de la escuela en forma más solidaria, dice Battro.
¿Cómo concretar esa distribución solidaria?: Las computadoras debieran estar en
los pasillos del colegio. Accesibles. Debieran estar también fuera del colegio, en las
plazas, como los teléfonos públicos. ¿Que las van a romper, que las van a robar?: no
importa; ¿habría que suprimir las flores en las plazas porque hay gente que las corta?
Con la Universidad de Florianópolis, en Brasil recuerda Battro, llegamos a
poner computadoras en red en las plazas públicas, y los chicos iban con los profesores, y
no hubo problemas. El siglo XXI será el de la conectividad, y no tenemos derecho a dejar
a ningún chico afuera.
Hábitos digitales
Mal o bien, en la escuela o en su casa, muchos chicos se están formando en una cultura
digital: ¿cuál será el resultado? Sus modos de pensar, ¿serán distintos a los de sus
padres? Los chicos con hábitos digitales son diferentes, sin duda sostiene el
experto en educación Antonio Battro: ya se incorporaron a un mundo interconectado,
y esto será esencial para su educación permanente a distancia y para su inserción
laboral. Es más, así como el cerebro de la persona alfabetizada utiliza otro
tipo de conexiones que el de un analfabeto, el cerebro de las personas que leen
hipertextos va a ser diferente de los que leen textos: leer un diario en papel es distinto
a leerlo en Internet, se usan formas diferentes de procesar la información.
También Narodowsky supone que serán distintos, porque la cultura hipertextual es
distinta a la del libro.
Otro es el criterio del especialista Jorge Rey Valzacchi: Hace 15 años que trabajo
en informática aplicada a la educación, y no veo que se esté potenciando la
inteligencia. En todo caso, la computadora es una gran motivadora, en una época en que
los chicos están escasos de motivaciones que los atraigan al estudio. Proponerles a los
chicos trabajar con Internet: ¿qué otra cosa puede motivarlos más que eso hoy en
día?.
En todo caso, el verdadero cambio sigue residiendo en el futuro, aunque sea un futuro
próximo. Cuesta mucho porque si bien la educación está cambiando, no es por obra
de los educadores: la computadora no la descubrieron los educadores, el gran cambio en la
educación de este fin de siglo no salió de ellos, observa Battro, y hace preguntas
como: ¿De qué vale tener Internet en un colegio si no usa para hacer programas en
común con otros colegios de otras regiones, otros países? El verdadero cambio será
cuando el impacto de la tecnología en la educación sea global, no local.
Mientras tanto, Mariano Narodowsky prefiere esperar un tiempo para que las
respuestas no las demos nosotros, que somos sujetos híbridos, mezcla de una cultura y la
otra, y las empiecen a dar quienes se procesaron en la cultura digital.
LA OPINION DE LOS PROFESORES Y LOS CHICOS
A veces el alumno supera al maestro
Por P.L.
Mientras los expertos
debaten y los docentes transpiran, los chicos no tienen dudas en usar las tecnologías de
hoy. La visita a algunos colegios permitió vislumbrar, como quien dice en tiempo real,
cómo y por qué las compu cuestionan la enseñanza tradicional, y posibilitó un
hallazgo: la educación pública argentina sigue viva y, a veces, feliz.
El gabinete de informática del Colegio Nacional de Buenos Aires cuenta con 12 máquinas
en un aula para clases de computación, y otras tantas en una sala a disposición de los
alumnos durante toda la jornada. En las horas pico están siempre ocupadas, vienen
unos cien alumnos por día, refiere Xavier Quesada Allué, ayudante de clases
prácticas. La materia Computación se dicta en primer año pero, después, los alumnos
recurren al gabinete para preparar trabajos en procesadores de texto, buscar información
en Internet o hacer cursos extracurriculares. El colegio tiene su página web
www.cnba.uba.ar y cada alumno tiene su propia dirección de correo
electrónico.
Pero la capacitación de los docentes es una asignatura que el colegio todavía está
cursando: Por ahora, contamos con el esfuerzo individual de algunos profesores, pero
el proyecto es que cada materia tenga su página web: el profesor debiera definir el
esquema de la página, incluir bibliografía, trabajos de alumnos y prácticas de
evaluación, pide Quesada Allué.
En algún punto, el uso de las nuevas tecnologías suele chocar con los límites de la
institución educativa. Juan Ignacio, alumno de primer año, a los 13 años hizo su propia
página web: Tiene temas de astronomía y de mis series de televisión
preferidas. El colegio le sirvió a Juan Ignacio para aprender a hacer su página,
pero su página no forma parte de la red del colegio: Porque requieren que el
contenido básico de la página sea educativo y lo primero que se me había ocurrido era
lo de las series de tele, con el sonido de Expedientes X. Después me
interesó lo de la astronomía, pero ya tenía la página en otro lugar.
En la sala hay un cartelito: No se puede chatear, No se puede
jugar.
Es que perdíamos el tiempo chateando ... Bah, ellos creen que es una pérdida de
tiempo dice María Gagliano, alumna de sexto año: yo llegué a chatear con
gente de otros países, aprendía idiomas, cultura general. Todo depende de con qué canal
se conecte uno.
En la vereda del Colegio Industrial Ingeniero Huergo, escuela pública porteña, un grupo
de chicos de tercer año hablan de compus y programas como del pan cotidiano: La
mayoría de los profesores traen las pruebas preparadas en computadora, Con
los profesores aprovechamos donaciones de partes de computadoras, como monitores o placas
de video, para armar máquinas completas, En Taller, en vez de darnos apuntes
fotocopiados nos dieron el archivo en diskette. Se llaman Andrés Pujalte, Pablo
Arce y Adrián Heras; todos tienen computadora en la casa: La mayoría de los
alumnos tienen, aunque sea de baja potencia. Y está claro que los profes tienen la
informática incorporada a su actividad habitual.
En contrapartida, estos alumnos ni siquiera saben la dirección de correo electrónico de
su escuela, a diferencia de los del Buenos Aires, más habituados al intercambio de textos
escritos propio de las humanidades.
En el gabinete de informática del Huergo, un grupo de alumnos del último año, junto a
dos profesores, recibe a Página/12. Ellos administran la página web del colegio
(http://members.xoom.com/etilah), que también tiene su propio canal de
chat(http://.members.xoom.com/genesis_es). Pasamos más tiempo chateando que
navegando, cuenta Ezequiel Carson. Son seis o siete ante una sola computadora pero
trabajan todos: se reemplazan ante el teclado, se corrigen unos a otros, bromean.
Los profesores están discretamente a un costado. Uno de ellos, Fabián Anderson, comenta:
En computación, antes que en otras actividades, el alumno supera al maestro.
Pero observa uno de los chicos, la base me la dio el profe: cuando tuve
una computadora y quise empezar solo, se me quemó. La jefa del laboratorio de
informática, Silvia De Marco, confiesa que enseñar informática me enseñó a mí
a bajarme del caballo, porque los alumnos llegan a enseñarle a uno: tienen más capacidad
de aprender, tienen más tiempo, no tienen el temor adulto a equivocarse.
El Huergo tiene una línea exclusiva para acceso a Internet, cuyo abono paga la
Cooperadora: Tenemos esa suerte: muchas escuelas no pueden entrar a Internet porque
quedarían incomunicadas, dice De Marco. Ella trabaja también con los demás
profesores: Agrupamos a los docentes por áreas, para enseñarle a cada uno cómo
enseñar su materia con la máquina.
Uno de los usos que los alumnos dieron a sus conocimientos de programación fue reformular
un juego, de esos donde hay que matar monstruos en un laberinto: sustituyeron el laberinto
convencional por una reproducción tridimensional del colegio que ellos mismos
empezaron por videofilmar, y reemplazaron las caras de los monstruos por las de sus
profesores: Cuando aparece, lo matás: es el sueño de todo pibe ....
Debieran hacer juegos como éste en Estados Unidos, para controlar tanta violencia
en las escuelas sugiere Fernando Maneglia, uno de los chicos.
Tiene razón.
MONIQUE LINARD, ESPECIALISTA EN NUEVAS
TECNOLOGIAS
Lo básico sigue siendo la relación
Por Eduardo Febbro desde París
Profesora universitaria y
especialista de las nuevas tecnologías, autora de estudios y libros sobre el tema,
Monique Linard desmenuza con Página/12 los mitos y las realidades de la máquina de
enseñanza.
El primer mito que conduce a la compra de una computadora es el del placer. Los
padres creen con un CD los niños aprenderán mucho más, y con más placer.
La computadora puede procurar un placer enorme e inducir al aprendizaje al alumno
más rebelde. La computadora tiene, además de una gran capacidad cognoscitiva, el mérito
de reflejar una imagen real de la actividad que el alumno está aprendiendo. Pero cuidado
con la ilusión. La enseñanza clásica puede aparecer árida si es asumida por gente
árida. No obstante, una computadora sólo será placentera si las personas que la usan
tienen la misma actitud. Hay un hecho innegable: las computadoras son un útil de
interrelación entre lo que hacemos, vemos y pensamos. Los juegos, las observaciones
científicas, las simulaciones y las búsquedas acrecientan el interés de los
estudiantes, incluso es capaz de incitar al aprendizaje a los estudiantes más reacios y,
contrariamente a lo que se dijo en un principio, hasta favorece las relaciones sociales.
Las encuestas francesas muestran que la computadora acelera el aprendizaje de la
lectura y la escritura.
Es obvio. En vez de cansar a un niño poniéndolo a repetir sin fin las letra se lo
pone ante un teclado. Así explora las teclas a través de un mundo lúdico. Pero bien, se
trata sólo de un útil. Y nunca hay que olvidar que los útiles pedagógicos no tienen la
dimensión de un método.
Usted dijo hace poco que había cometido un error al evaluar la importancia de las
computadoras.
Sí, efectivamente. Por fascinación me equivoqué cuando intenté demostrar la
superioridad de las nuevas tecnologías en lo que atañe al aprendizaje. Doy un ejemplo.
Durante dos años seguí de cerca a dos grupos de alumnos: el que utilizaba la televisión
en los cursos y el que no recurría a ella. A final me di cuenta de que la relación que
cada grupo establecía con el profesor era tan determinante como la televisión. Con la
computadora ocurre lo mismo. Es un útil de una gran riqueza pero su eficacia depende de
muchas cosas. Los trabajos que se han realizado son elocuentes. Si usted pone a un alumno
que sabe de informática delante de una computadora con un buen programa éste sabrá
encontrar los secretos y el funcionamiento del programa. Sin embargo, si se repite la
misma experiencia con un mal alumno, es decir si se lo deja sólo delante de la máquina,
será inútil.
Para usted es entonces un error creer que la computadora fabrica genios y que su
empleo puede suplir las fallas de un alumno.
Desde luego. La máquina no opera sola. Un mal alumno delante de una máquina se
hundirá un poco más. Lo esencial sigue estando siempre en la relación con los
profesores. Le podría citar decenas de ejemplos sobre esto. Todos los investigadores
saben que ese útil excepcional que es la computadora tendrá efectos significativos
siempre y cuando esté rodeada de una relación humana comprensiva y estructurada.
Usted niega entonces una oposición muy de moda: la computadora contra la enseñanza
clásica.
La computadora nunca suplantará la utilidad de un curso ... digamos magistral que
aclara las ideas. No debemos oponer enseñanza clásica y computadoras. La máquina sólo
ofrece otra forma de abordar los conocimientos. Pero a la larga produce efectos negativos
si se la emplea mucho tiempo en solitario: cansancio, imágenes volátiles, comprensión
superficial, mala jerarquización de las informaciones, falta de profundidad ... y hasta
confusión intelectual. Reconozco que la presión del mercado es fenomenal y me pregunto
si los políticos van a entender que no basta con introducir millones de computadoras en
las escuelas sin regulación.
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