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Por Luis Bruschtein Eric Toussaint es presidente del Comité para la anulación de la deuda del Tercer Mundo. En Bélgica, su país, trabaja como profesor para los cursos que da el Ministerio de Cooperación Exterior y publicó un libro que en francés se tituló La bolsa o la vida, y que en castellano fue rebautizado como Deuda externa en el Tercer Mundo, las finanzas contra los pueblos. Toussaint afirma que la crisis del sistema financiero internacional obliga a los gobiernos a buscar medidas radicales y propone una estrategia común de los países deudores para no pagar: "La deuda es un reto que será necesario afrontar de manera distinta a la crisis de 1982". --El no pago de la deuda externa está muy relacionado con el discurso de la izquierda de los '70... --Pienso que estamos entrando en una nueva crisis de endeudamiento sin haber superado la del '82: se multiplicó la deuda en general por cuatro y lo que se pagó fue entre tres y cuatro veces lo que era el stock de la deuda en 1982. Ahora, a los países del Tercer Mundo se suman los del ex bloque falsamente llamado socialista, donde el stock de la deuda aumentó de manera muy fuerte y el servicio de la deuda externa respecto de sus ingresos por exportaciones representa una parte muy importante. Se añadió también una deuda interna que no existía en el '82. En esta nueva crisis la tasa de interés de los nuevos préstamos concedidos a los países del Sur está en alza y los precios de exportación de estos países están en baja. Y esta vez todo el sudeste asiático y los países del Este europeo están incluidos en la crisis. --El no pago de la deuda depende también de una relación de fuerzas. En un mundo donde los mercados son tan interdependientes parecería muy difícil tomar una resolución unilateral. --Tengo una opinión diferente. Yo diría que tuvimos dos crisis de la deuda en América Latina en el siglo XX. En los años '30, 14 gobiernos decidieron no pagar y tuvieron una fuerte tasa de crecimiento y, aunque eran de índole política diferente, fijaron estrategias orientadas al mercado interno con procesos de sustitución de importaciones. Con esa acción en común lograron imponer una situación donde el Norte no pudo tomar grandes represalias. En el '82, en cambio, Estados Unidos, apoyando la banca privada norteamericana y, en general los países del G7, se organizaron para negociar país por país. Los gobiernos negociaron por separado con la idea de que si no lo hacían se secaría el flujo de capitales. Negociaron el plan Baker y el plan Brady, y sin embargo durante la década del '80 se secó el flujo de capitales. O sea que decidieron pagar para no enfrentar una situación que se dio de todas maneras. Hubo una transferencia neta de capitales de los países de América Latina hacia los países del Norte, sobre todo a Estados Unidos, del orden de los 200 mil millones de dólares, según un cálculo de la Cepal. El pago de los servicios de la deuda externa del '82 hasta ahora representó unos 750 mil millones de dólares. Así llegamos a la situación actual. Estamos en una crisis en la que hay una salida masiva de capital de Brasil, de México y en parte de Argentina hacia los mercados financieros del Norte. La crisis va a afectar directamente a la Argentina porque no encontrará las mismas posibilidades de vender sus mercancías a su socio brasileño, y el Mercosur también se verá afectado. --En la Cumbre Iberoamericana se habló de la crisis y de la deuda y se habló de la creación de un fondo para la crisis. --Eso parece un salvavidas para el sistema financiero internacional. No es una medida estructural y estamos ante una crisis sistémica. Me refiero a sistemas con una financiación tremenda de la actividad económica. Lo que se está invirtiendo en la producción industrial o agropecuaria es mucho menos que antes. Esto creó una burbuja financiera que se está desinflando por la crisis bursátil, lo que provocará una huida de capital. Capitalistas argentinos, brasileños, mexicanos y de los países del Norte buscan comprar títulos de la deuda pública del Norte. Cuando Alan Greenspan, de la Reserva Federal, dijo que bajaría la tasa de interés en EE.UU., y cuando hizo lo mismo Gran Bretaña, es porque no les cuesta nada, ya que hay una sobreoferta de capital que quiere comprar títulos de la deuda norteamericana, británica, belga o alemana. La tasa de interés de los títulos de la deuda pública de estos países está a la baja y, al revés, cuando Argentina tenga que emitir nuevas obligaciones sobre el mercado financiero internacional va a pagar una tasa de interés del tipo de 15 por ciento, cuando la tasa de la deuda pública norteamericana es del 5 por ciento, una diferencia tremenda. Entonces volvemos a una situación de crisis sistémica del tipo de los años '30. Como historiador sé bien que la historia no se repite, pero hay circunstancias que pueden tener un grado de similitud. Las mismas organizaciones financieras internacionales empiezan a hablar de controlar flujos de capital. Hay recesión en Japón, baja la tasa de crecimiento en EE.UU. y, aunque Europa la mantiene, tendrá problemas dentro de un año porque los mercados de Asia, América Latina, incluso de Japón, van a reducirse. Si los que decidieron desregular los flujos de capital se preguntan ahora si no habría que tomar medidas, me pregunto si los gobiernos del Sur no tendrían que preocuparse y empezar una discusión Sur-Sur para enfrentar la crisis. --En su libro dice que la globalidad no es un fenómeno inevitable... --El nivel de globalización de los intercambios comerciales en los años previos a la Primera Guerra Mundial y en los '20 era más alto que en la actualidad. Hoy el comercio mundial, respecto del comercio al interior del mercado de América del Norte, de la Unión Europea y de Japón, es mucho menor que en épocas anteriores. Hace un año nadie del FMI o del Banco Mundial hablaba de modificar el grado de control. Los informes del '98 del Banco Mundial y del Banco de Pagos Internacionales, de Basilea, que es el banco de los bancos centrales de los principales países industrializados, dicen que, a diferencia de la crisis de la deuda del '80, esta vez los deudores son principalmente entidades privadas. Ellos mismos dicen que ahora el problema no son las políticas de los gobiernos sino los actores de los mercados financieros, que tienen direcciones, consejos de administración, directivos, dueños. Entonces se pueden tomar medidas. --¿Medidas de qué tipo? --La Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo de 1995 planteó la
necesidad de un impuesto a las fortunas, sobre el patrimonio, no sobre la renta. Un
impuesto excepcional sobre la fortuna. En el Informe del PNUD del '97 dice que 348
personas, los más ricos del planeta, tenían una fortuna equivalente al ingreso anual del
47 por ciento de la población mundial. En el informe del 98 dicen que ahora son 225. En
un año pasaron de 348 a 225 y el PNUD dice que para satisfacer las necesidades básicas
humanas, nivel de educación, salud, alimentación, de programas de agua potable, etc,
bastaría con un impuesto a la fortuna de esa gente, de esos 225. Segunda medida:
controlar los flujos de capital. Malasia, que tenía un nivel de crecimiento muy alto
tomó este tipo de medidas hace dos meses y parece que no funcionan mal para su economía.
Tercera: una estrategia continental para el no pago de la deuda externa. Los acreedores
son los mismos, ya sean de Brasil, Argentina, Venezuela o México. No es el FMI ni el
Banco Mundial, sino firmas privadas, fondos de pensiones, seguros internacionales, etc.
Cuarta: el ex consejero de Kennedy, James Tobin, premio Nobel de Economía, dijo que,
tomando en cuenta que más de un billón y medio de dólares circulan cada día, hay que
aplicar a nivel mundial un impuesto a las transferencias de capital para desestimular las
transferencias especulativas. Según el Banco de Pagos Internacionales, la mayor parte de
ese billón y medio corresponde a actividades especulativas. Un impuesto, dice Tobin, del
0,5 por ciento recaudaría en un año 1,8 billones de dólares, lo que equivale a la deuda
externa del Tercer Mundo. Pienso que a fines de este siglo tenemos que volver a pensar en
medidas radicales. Eso puede hacer recordar los sueños de la vieja izquierda que
reclamaba medidas radicales sin tener la capacidad de sostenerlas, pero pienso que la
misma crisis sistémica obliga a los gobiernos a buscar medidas de este tipo. La deuda es
un reto que hay que enfrentar de otra manera a como ocurrió en el '82. |