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La ayuda del Fondo Monetario y el paquete de ajuste fiscal anunciado por el presidente Cardoso no le alcanzarán a Brasil, si además no pone en juego como carta de negociación un programa de privatizaciones, que le permitiría recaudar hasta fines de 1999 unos 100 mil millones de dólares. También, y a medida que se sucedan los vencimientos de la deuda, deberían ir reemplazando la contraída en reales por otra nueva tomada en dólares. Esta es, sintéticamente, la opinión de la Fundación Capital, cuyo mentor es Martín Redrado, ex titular de la Comisión Nacional de Valores. Según analiza el noneto de economistas de este instituto, con apoyo del FMI y torniquete fiscal Brasil contaría con reservas por unos 72 mil millones de dólares, que implicarían una cobertura de sólo el 24 por ciento de su deuda pública. Además, los redradistas no creen que la tasa de interés descienda desde su 42 por ciento actual porque internacionalmente continúa la aversión al riesgo. Por tanto, no hay que esperar ingreso de capitales a Brasil. De esta manera, la cuenta cierra mal, porque aunque se logre el propuesto superávit primario (sin computar servicios financieros) de 2,5 por ciento del PBI, los intereses de la deuda costarán el equivalente a 10 puntos del Producto. Resultado: 7,5 puntos abajo. En base a esto, la FC asegura que para achatar las tasas de interés es necesario sacar a la venta las empresas públicas. El producido podría utilizarse para cancelar deuda, pero mientras tanto sería posible garantizar nueva deuda con las potenciales privatizaciones, que servirían así de garantía para conseguir préstamos a tasas más módicas. Adicionalmente, si Brasilia tiene verdadera convicción de no devaluar, podría extender los plazos de su deuda y dolarizarla, al costo --eso sí-- de sacrificar grados de libertad cambiaria. Si los brasileños abrazasen esta fórmula, la FC cree que las tasas internas (en reales) caerían a alrededor del 20 por ciento, situándose los intereses para la colocación de deuda en dólares por debajo del 15 por ciento. Con estos supuestos, el déficit fiscal total, incluyendo los servicios financieros de la deuda, rondaría el 3 por ciento. Esto no constituiría una situación óptima, pero sí un punto de partida más que aceptable para poder diferenciar a Brasil. Un hecho que destaca la Fundación es que, a pesar del virtual estancamiento económico brasileño, persiste la dependencia del ahorro externo. Así, el déficit de la cuenta corriente del balance de pagos equivale a 4,4 por ciento del PBI. Se destaca entre las causas de este marcado desequilibrio la presión de las remesas de ganancias al exterior, que en los primeros nueve meses sumaron 5200 millones de dólares. Aunque el documento de la FC no lo diga, es obvio que este drenaje de divisas será mucho más intenso aún si Brasil cumple el programa de privatizaciones que se le recomienda. Puesta en números, la situación presupuestaria actual es, según el estudio bajo comentario, la siguiente: 300 mil millones de deuda pública, reservas internacionales de 42 mil millones (14 por ciento de aquella), equilibrio fiscal primario y déficit fiscal total (incluyendo el pago de intereses) igual a 7 puntos del Producto. Un detalle bastante dramático es que, incluso cumpliendo con el paquete de ajuste recientemente anunciado (y que depende en gran medida de la aprobación del parlamento y de los estados), el déficit total subiría medio punto si la tasa de interés no baja. Esta paradoja tiene una explicación simple, porque todavía hay buena parte de la deuda tomada a tasas viejas, más bajas. Pero a medida que esos documentos vayan venciendo, la tasa de interés promedio irá subiendo. De modo que de la hipótesis que cada analista teja sobre el impacto del reciente pacote sobre los tipos de interés dependerán sus conclusiones.
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