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Por Carlos Polimeni |
![]() La situación de hoy del cine argentino puede pensarse lúdicamente otorgando a Julio Mahárbiz el papel del dentista sin anestesia, y a los hacedores el del militar que depende de su enemigo. Mahárbiz ha sido durante el menemismo un soldado eficiente y ha estado al frente de cajas recaudadoras importantes. Fue director de Radio Nacional, interventor de ATC y director del Instituto Nacional de Cine mientras continuaba con una labor empresaria que aumentó en serio su patrimonio personal e incluye producción de programas --como el insondable Argentinísima-- y de eventos, como buena parte de los Festivales de Cosquín. En los tres últimos años, organizó gastando diez millones de dólares el Festival de Cine de Mar del Plata y el medio tiene la convicción de que su visión --que parece atrasar 20 años-- se lee detrás de la delirante decisión de que sea la mediocre Tango la candidata argentina al Oscar a la mejor película extranjera. Los hacedores que están luchando para torcer una decisión de Economía que reduce el presupuesto del cine, el 90 por ciento de los cuales detesta a Maharbiz --el diez por ciento restante incluye a Alejandro Agresti, que si no es se hace-- sufre la paradoja de pelear para que el soldado de Menem agrande su caja, que es agrandar su poder. Es que para ellos, el dinero del Instituto y Mahárbiz no son la misma vaina: aquel dura un ejercicio, éste puede irse en cualquier momento, tal vez rindiendo cuentas. Para Mahárbiz, Menem, cine, emprendimientos personales, poder, folklore, tango y cargos han sido y serán, siempre la misma vaina.
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