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El músico, el periodista, el ministro y su amante

La edición '98 del Booker Prize, el más prestigioso de los premios de la literatura inglesa, desató una agria polémica en derredor de la novela ganadora, "Amsterdam", del ya consagrado Ian McEwan.

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Por Juan Carlos Gumucio
Desde Londres


t.gif (67 bytes)  El notable escritor Ian McEwan, ganador del Booker Prize --el premio más prestigioso de las letras inglesas--, fue el primer sorprendido, pero no el único. Su novela, Amsterdam es de por sí poderosamente llamativa: narra

las escandalosas andanzas de un periodista y un músico, que comparten tranquilamente una amante, hasta que un día ésta es fotografiada en posiciones más que comprometedoras con el ministro de Exteriores británico. Aunque con una temática tan familiar para los ingleses, el triunfo de Amsterdam provocó revuelo. La decisión levantó instantáneamente la polémica entre quienes celebran el sostenido progreso profesional de McEwan y un fuerte contingente de admiradores de la escritora de Liverpool Beryl Bainbridge, que era la favorita de muchos. "Esta decisión apesta", declaró furioso el controvertido escritor y crítico Will Self.

"Siento que estoy en un sueño", dijo McEwan después de que el jurado (presidido, increíblemente, por el ex ministro de Exteriores Douglas Hurd) diera a conocer su veredicto en la gala literaria más importante del Reino Unido. Amsterdam está considerado como el trabajo más liviano del prolífico y generalmente profundo McEwan, que vio sus ambiciones coronadas al tercer intento consecutivo. Su novela gira entre círculos concéntricos de la clandestinidad cómica: el compositor Clive Linley y el director de un periódico respetable llamado Vernon Halliday se ven arrastrados a un escándalo cuando la amante de ambos, Molly Lane, es sorprendida retozando con el ministro de Exteriores. El testigo de tan comprometedoras escenas es nada menos que un fotógrafo, en un panorama que está claramente inspirado en los frecuentes escándalos sexuales en la alta política inglesa.

Pero para muchas de las luminarias literarias londinenses, el premio --dotado con 20.000 libras, unos 33.000 dólares, pero cuyo valor es infinitamente superior si se tiene en cuenta que es un trampolín a la fama internacional en su dimensión más amplia-- debió haber sido para la novela de Bainbridge Master Georgie. El nombre de Bainbridge, una intensa sesentona, fumadora empedernida y muy amiga de las copas, se venía mencionando como ganadora segura del Booker desde 1994. Además de Hurd, el jurado estuvo compuesto por la profesora de inglés de Oxford Valentine Cunningham; la novelista y ex ganadora del Booker Penelope Fitzgerald; la directora del suplemento literario del Sunday Telegraph, Miriam Gross, y la periodista y escritora Nigella Lawson.

 

Master Georgie, por cuyo triunfo se había inclinado abiertamente The Observer, es una elaborada novela que transcurre por escenarios de la guerra de Crimea y oscila entre la tragedia y el heroísmo, el humor y la simplicidad de la vida (y las mentiras) de sus dispares protagonistas: Master Georgie es un cirujano y fotógrafo amateur cuyas andanzas son examinadas a través de la mirada de un geólogo, el Dr. Potter, su asistente Pompey Jones y su hermana adoptiva Myrtle. Publicada por Duckworth, Master... es una colección original de personajes que parten al campo de batalla. El resultado es una narración a base de pinceladas oscuras y extravagantes, pero sobre todo rica en sorpresas.

Los otros finalistas del Booker fueron Julian Barnes, cuya obra England, England es una sátira plena de agudas observaciones sobre el comportamiento y las costumbres inglesas; Martin Booth, que brinda otra visión de la vida desde un ángulo más opresivo pero real en La industria de almas; Patrick McCabe, el autor de The butcher boy, que Neil Jordan llevó al cine hace un año; y Magnus Mills, un conductor de ómnibus de Londres que escribió La compostura de las bestias. Mills confesó que se sentía halagado con el hecho de llegar a las finales, pero no dejó de expresar cierta amargura porque comienza a sospechar que la crítica considera a su trabajo, más que literatura, una pincelada folklórica. La repercusión periodística que tuvo su nominación le otorgó, sin embargo, un éxito instantáneo de ventas.

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