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Por Verónica Abdala La ganadora del Premio Planeta 1998 está sentada en una pequeña oficina de la editorial, rodeada de innumerables vasos de plástico vacíos. Hace dos noches que no duermo, confiesa Liliana Díaz Mindurry mientras ingiere el enésimo café de la tarde. Estoy en plena mudanza y en plena separación, así que, ante la sorpresa del premio, decidí tomarme todo con calma. Su novela, a la que hasta ahora sólo tuvo acceso el jurado, será publicada la semana que viene. Su sueño no se desvaneció, como el de Cenicienta, después de medianoche, sino que apenas está comenzando. Paradójicamente, tiene mucho sueño. La autora de Eine Kleione Nachtmusik (Pequeña serenata nocturna), que publicó 12 libros en los últimos 16 años, cuenta que en realidad empezó a no poder dormir pensando en el Planeta gracias a, o por culpa de, este diario, un fin de semana del mes pasado. Estaba en un colectivo, viendo con impotencia cómo un tipo le robaba a una señora la billetera, cuando una de mis alumnas me llamó al celular para decirme que había leído en Página/12 que mi libro estaba preseleccionado. Bajé corriendo del colectivo y me compré el diario. Me costó unos minutos creer lo que estaba viendo: mi nombre, entre los que conformaban la pequeña lista de diez finalistas. ¿Cuándo se enteró de que recibiría el lunes el Premio Planeta por su novela y cuál fue su reacción en ese momento? El lunes a la tarde se empezó a rumorear que yo era la ganadora, y la verdad es que la primera incrédula fui yo. Estaba absolutamente emocionada y sorprendida. Tenía esperanza, pero una esperanza flaca, remota. Sin embargo, su currículum pare demostrar que usted es una especialista en ganar premios ... Sí, es cierto. Tenía una sensación contradictoria, en realidad. No lo podía creer, pero a su vez me decía vos sabías que esto te iba a pasar. ¿Cómo es eso? Y sí, porque soy una persona muy paciente. ¿Puede sintetizar su historia en relación con la literatura? Soy abogada, pero desde 1982 decidí dedicarme a escribir. Desde entonces publiqué 12 libros, que eran leídos en la mayor parte de los casos por familiares y amigos. Yo quería crecer en ese sentido: ningún escritor trabaja para que lo lea un círculo tan reducido. En fin, me presenté en cuanto concurso se me apareció y, en vista de los resultados, se puede decir que me fue bien. Antes de ganar estos premios, ¿se sintió alguna vez desalentada ante las dificultades de ingresar al circuito editorial? No, porque entiendo que las editoriales y los medios están demasiado ocupados como para andar atendiendo a lo que escriben inéditos y poetas que andan sueltos. Hasta hace dos días yo era una de ellos, al punto de que pagaba de mi propio bolsillo la publicación de mis libros. La novela ganadora está inspirada en un cuadro de la norteamericana Dorothea Tanning. ¿Puede especificar de qué manera la contemplación de esa pintura desencadenó el proceso creativo? A mí me obsesiona esa pintora. Los suyos son cuadros absolutamente surrealistas, cuyas temáticas suelen girar en torno de la manera en que viven el sexo los adolescentes. En el cuadro que me inspiró se ve a dos chicas simbólicamente desfloradas por las hojas de un inmenso girasol. Creo que esa imagen habla de los miedos que nos asaltan en la pubertad, de lo prohibido, el erotismo, la angustia y el deseo. En este sentido, ¿la escritura le permitió enfrentarse a sus propios fantasmas? Sí, absolutamente, me permitió desnudar y enfrentar los fantasmas de la pubertad, aunque mi libro no es en absoluto autobiográfico en lo relativo a la historia: la de una mujer de cuarenta y pico de años perturbada por un episodio sexual de su adolescencia. ¿Siente que este premio la condiciona en algún sentido? No, es obvio que me estimula. Imaginate que en el año 82, la publicación de mi primer libro ... ¡la pagué yo!. ¿Alguna vez dudó de la transparencia de este tipo de concursos? Sí, yo por naturaleza dudo siempre. Y más en esta época en que hay corrupción en todos los ámbitos. A eso se agrega, además, el hecho de que la elección de una obra literaria es siempre azarosa, porque no hay parámetros objetivos como para calificar matemáticamente la calidad de un producto literario. Por eso no me la creo: el éxito es producto del trabajo, pero también es resultado del misterio del azar. Los aplausos ahora recayeron sobre mí, pero mañana le puede tocar a otro.
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