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Por V. A. Ya estamos hartos de ver siempre los mismos escritores de geriátrico, los mismos tipos de mediana edad resentidos que no perdonan a los que venden libros. Hacen falta chicos jóvenes que renueven el aire, que nos den un respiro y que refresquen las ofertas de libros. La escritora María Esther de Miguel, ganadora del Premio Planeta 1996 por El general, el pintor y la dama, y miembro del jurado que eligió la novela de Liliana Díaz Mindurry, cree que al fin ha llegado la hora de la renovación en la literatura argentina. Estoy tremendamente feliz de que tres personas casi desconocidas en el ambiente hayan ganado los concursos de Clarín, La Nación y Editorial Planeta, insiste. Lo único que falta en este país de frivolidad, cholulismo y exhibición es que quienes podemos abrirles un lugar a los nuevos fuéramos egoístas. No, por Dios. Yo soy hija de un concurso, así que ni sueñen con que me van a ver obstaculizando el ingreso de gente nueva a una supuesta casta que en realidad no existe, se despacha en diálogo con Página/12. A los nuevos, describe, en general les falta experiencia, pero en contraposición tienen la audacia y la polenta que los mayores ya no tenemos. ¿Podría sintetizar los motivos por los que el jurado eligió a la novela de Díaz Mindurry entre las 268 en concurso? Nos interesó de entrada. Está muy bien escrita, con un vuelo poético interesante y tiene un tono erótico avanzado pero medido. Técnicamente el libro es casi vanguardista, y digo casi porque a esta altura de mi vida y de mi carrera muy pocas cosas me sorprenden. Tiene una estructura muy novedosa: hay, entre otros elementos, notas al pie que se intercalan en el relato y que componen algo así como una segunda novela, una segunda historia. ¿Conocía de antes a Liliana Díaz Mindurry? Sí, había leído textos suyos en el marco de otros concursos, como el del Fondo de las Artes, y estoy convencida de que es una chica muy talentosa. La reconoció cuando estaba leyendo el libro o después, al leer su nombre dentro del sobre? No, no. Cuando estaba leyendo no la reconocí. Sin embargo, cuando supe su nombre lo asocié inmediatamente con otra novela suya que yo había premiado en una oportunidad. El año pasado, en cambio, sí reconoció al autor de la novela ganadora, Ricardo Piglia, cuando leía Plata Quemada... Sí, eso lo reconocí desde el primer momento, al punto que les dije a los de la editorial Miren que este libro es de Piglia, eh.... Pero en este caso no fue así, no sabía de quién era el libro que estaba leyendo y me alegro de que se lo haya ganado esta chica. El año pasado, el premio fue cuestionado porque el mecanismo de selección de los libros no parecía transparente... Quienes piensan eso están equivocados. Para nosotros implica un arduo trabajo seleccionar al ganador, un esfuerzo de lectura y de discusión posterior que es desde todo punto de vista incuestionable. Hasta el lunes al mediodía, por darle un ejemplo, los miembros del jurado no nos habíamos puesto de acuerdo acerca de cuál sería el libro ganador. Lo decidimos a primeras horas de la tarde, en un restaurante, y después redactamos los informes. Si nos hubieran visto debatiendo no se atreverían a decir que hay algo arreglado de antemano o que el mecanismo no es transparente. Además, yo tengo muchos amigos que presentan libros, de Entre Ríos, de Santa Fe, y eso no influye en nada en mi decisión. Después de leer el libro de Díaz Mindurry fui a una reunión y dije señores, a mí la novela que más me gustó fue ésta. Tanto en el caso de ella como en el de los otros dos ganadores de la semana se trata de jóvenes talentosos. Sonpersonas que trabajan en talleres de escritura y, al parecer, ese es un camino alternativo y válido para integrarse al mundo de los escritores consagrados. Yo ya estoy en una edad en la que, lejos de resentirme, me alegra poder pasar la antorcha. Y estos chicos se la merecen.
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