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ENTREVISTA A LORENZO QUINTEROS

Un siglo de ladrones

El actor dirige a un grupo de once jóvenes intérpretes en "Los scrushantes", un sainete de 1911 de Alberto Vacarezza, que narra una historia de violentas rivalidades entre ladrones marginales.

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Por Cecilia Hopkins

t.gif (67 bytes)  Prolífico como pocos saineteros, Alberto Vacarezza llegó a estrenar más de cien obras, convirtiéndose, en la década del 20, en uno de los autores más exitosos del género. Propenso a subrayar el costado más teatralista y popular del sainete, además de alentar sus aspectos más festivos, el autor de El conventillo de la Paloma encontró resistencia en algunos sectores intelectuales que lo criticaron duramente, acusándolo de componer sus obras aplicando en forma mecánica un mismo esquema de situaciones. De hecho, Vacarezza formuló en verso la "receta básica" del sainete poniéndola en boca de Serpentina, personaje de una de sus obras: "Un patio de conventillo/ un italiano encargao/ un yoyega retobao/ una percanta, un vivillo/ dos malevos, un cuchillo/ un chamuyo, una pasión/ choque, celos, discusión/ desafío, puñalada/ espamento, disparada/ auxilio, cana ... telón".

Buscando establecer los paralelismos posibles entre los primeros y los últimos años de este siglo, el actor y director Lorenzo Quinteros estrena mañana en su sala El Doble, de Villa Crespo, y conduciendo a un grupo de 11 jóvenes actores, una de las primeras piezas de Vacarezza. Se trata de Los escrushantes, escrita en 1911, ganadora del concurso organizado por el Teatro Nacional, el primer éxito en la carrera del autor, iniciada seis años antes. A Quinteros le interesan tanto el sainete como el grotesco, géneros que define en una entrevista con Página/12 como "duros, conectados al cuerpo del actor, que desarrollan una poética no naturalista, no ligados al lenguaje cotidiano". Sin embargo, no eligió la pieza por su género. "Buscaba una obra para hacer con gente joven --explica-- y apareció este sainete atípico de Vacarezza, raro por lo violento." Lo que le llamó inmediatamente la atención fue que el autor pidiera específicamente que la obra fuese representada por gente joven. Y al leerla, encontró una llamativa correspondencia con temas que hoy tienen enorme actualidad. "El escrushe es el robo violento es cuando el ladrón roba rompiendo, violentando. La obra desarrolla una historia de bandas de ladrones que incluso se roban entre ellos mismos y que hasta llegan a robarse a sus propias mujeres. Habla de la marginalidad de la juventud, de la ausencia de valores y de la necesidad que estos jóvenes tienen de detentar una hegemonía de liderazgo en los grupos."

Para Quinteros, el robo como forma de vida aparece en la obra en conexión con el tema del poder y el éxito. Según su punto de vista, la historia de amor que surge en la trama es un elemento anecdótico. "La historia de amor está muy cruzada por la violencia pero a mí me interesó desarrollar el tema de la rivalidad entre bandas. El resultado no es un sainete: en mi versión se intensifica la violencia hasta el límite, hasta llegar, incluso, a la muerte." Vacarezza fue famoso por el uso que hizo del lunfardo en sus obras, así como por la creación de giros que luego pasaron al habla popular. En ese aspecto, su estilo se perfiló desde un comienzo. Así, cuando Los escrushantes ganó aquel concurso orientado a descubrir nuevos autores, un integrante del jurado se declaró incompetente al no comprender su jerga arrabalera. A los actores de Quinteros les pasó lo mismo: "la primera vez que la leyeron no entendieron, por lo menos, la mitad de la obra", asegura. Por eso es que del discurso original de los personajes conservó las voces que considera comprensibles mientras que aggiornó el léxico más arcaico y menos utilizado en la actualidad. Y fiel a la propuesta de enlazar dos épocas lejanas en el tiempo, buscó lograr con la música (siempre tan presente en la obra de Vacarezza) el mismo efecto.

Para esto Quinteros convocó a Nicolás Varchausky, quien compuso la música original, tomando al tango y al rock como referentes. "La juventud de principios de siglo --reflexiona Quinteros-- encontraba su forma de expresión en el tango, por entonces una música marginal que bailaban los varones entre sí. Yo encuentro que esto hoy se repite en el pogo, esa forma de baile que por violencia excluye a la mujer." En cuanto a la escenografía, obra de Carlos Di Pasquo, el conventillo original fue convertido en un galpón destartalado de un barrio empobrecido. El bulín del segundo cuadro, en cambio, lleva el sello kitsch "que caracteriza al nuevo rico, al ladrón que le va bien", un personaje que en esta versión cambió su nombre de Inglesito a Turco. "No fue en alusión a Menem, pero tal vez, como nada es casual, en algún lugar lo busqué expresamente", dice.

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