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El fiscal cree que la declaracion del testigo fortalece la investigacion
Bajo la sombra del homicidio

El nuevo testimonio de Rodríguez fue escuchado por el fiscal, el juez y un psiquiatra. Todos coincidieron en que no parece un fabulador. Su relato apuntala una sospecha: un posible suicidio inducido. El fiscal analiza la posibilidad de citar a Juan Carlos Cattáneo, quien ayer fue procesado por coima en la causa IBM-Nación.

El fiscal Ricardo Sáenz sigue adelante la investigación que ya pasó por las manos de cuatro jueces.
Una de las fallas de la investigación es la poca voluntad que puso la policía para buscar rastros y testigos .

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Por Laura Vales

t.gif (67 bytes) Tras escucharlo por cuatro horas el fiscal Ricardo Sáenz aseguró que Pedro Rodríguez, el testigo que asegura haber hablado con Marcelo Cattáneo antes de su muerte, no le parece un fabulador. Su relato fortaleció una hipótesis que los funcionarios judiciales siguen cada vez con mayor atención: que Marcelo Cattáneo haya sido amenazado y vigilado a distancia como un método de instigación al suicidio. La clave está en lo que el cartonero dice haber visto personalmente: la presencia de dos hombres que habrían estado siguiendo de cerca los pasos de Cattáneo. “¿Con este testigo toma cuerpo la hipótesis del homicidio?”, le preguntaron a Sáenz al retirarse de Tribunales. “En principio, sí”, respondió el fiscal que advirtió que los datos aportados por Rodríguez deberán corroborarse con otras pruebas. Entre ellas, la citación del hermano del muerto Juan Carlos Cattáneo que el fiscal “no descarta”.
Como reveló ayer Página/12, el cartonero asegura que estuvo con Marcelo Cattáneo el día anterior a su muerte. Según su versión, Cattáneo le dijo que se había metido “en un kilombo por plata y ahora me hacen cargo a mí”, en una clara alusión al pago de coimas por el contrato entre IBM y el Banco de la Nación. También le habría dicho que lo seguían dos hombres y que su hermano Juan Carlos “andaba en la zona”. A primera hora de la mañana de ayer, Rodríguez repitió sus palabras punto por punto ante Sáenz y el perito psiquiátrico Roberto Godoy. Hubo un interrogatorio informal de cuatro horas. El perito dijo al fiscal algo que Sáenz repetiría después, que Rodríguez no le parecía un fabulador.
Fuentes judiciales explicaron que la hipótesis de que Cattáneo fue obligado a matarse implica necesariamente la existencia de amenazas previas y de alguna forma de privación ilegítima de la libertad. La idea es que si se trata de un suicidio inducido o instigado, Cattáneo debió haber sido vigilado en las horas previas a su muerte.
Como primer efecto, la declaración de Pedro Rodríguez dejó al descubierto una de las fallas más graves de la pesquisa: el flaco trabajo de calle realizado hasta ahora por la policía. Los funcionarios judiciales coinciden en que nunca se hizo un rastrillaje a fondo de Ciudad Universitaria. El cartonero contó que el lugar donde Cattáneo apareció ahorcado es una zona concurrida los sábados a la noche, cuando es frecuente que, además de pescadores, haya autos estacionados con parejas. “Hay que dar vuelta la zona en busca de testigos, porque no es posible que nadie más haya visto nada”, coincidieron ayer las fuentes consultadas.
Cerca del mediodía se decidió que Rodríguez declarara directamente ante Roberto Oscar Ponce, el magistrado a cargo de la causa. Rodríguez, que vivió en la Aldea Gay hasta que fue erradicada de Ciudad Universitaria, reiteró ante el juez que durante la charla Cattáneo le confesó: “Mi hermano es el peor enemigo que tengo. Me siento perseguido. Me están obligando a hacer algo que no quiero hacer. Es mi familia o yo”.
Los funcionarios se quedaron con la impresión de que la declaración no tuvo contradicciones, aunque fue recibida con cautela. El latero fue quien hace un mes encontró la ropa de Cattáneo dentro de un tacho de basura y la entregó a la Justicia, pero entonces no dijo una sola palabra sobre su encuentro con el empresario. Y esto genera desconfianza.
El fiscal de Cámara Norberto Quantín, que le tomó declaración en aquella oportunidad, relativizó la veracidad de los nuevos dichos de Rodríguez. “Cuando trajo la ropa tuvo toda la libertad para declarar, y sin embargo no dijo haber estado con Cattáneo. Es extraño que recién ahora lo mencione”, señaló Quantín, quien de todas maneras no descartó que entonces “Rodríguez haya tenido mucho miedo”. La abogada Angela Vani, que intermedió en la entrega de la ropa a la Justicia, tampoco se mostró segura sobre los dichos de su cliente.
En su defensa, Rodríguez insiste en que no habló antes porque tenía miedo. Las amenazas comenzaron apenas entregó la ropa: “Entonces un autose paró frente al hotel y un tipo nos advirtió que nos fuéramos. El jueves siguiente llamaron y me dijeron “Pedrito, cerrá la boquita, si no vas a terminar como Marcelito”.
El fiscal analiza la declaración de Rodríguez. Preguntado por Página/12 acerca de si piensa citar a Juan Carlos Cattáneo, respondió: “No lo descarto”.

 

Claves

* Pedro Rodríguez declaró ayer ante el fiscal Ricardo Sáenz y el juez Roberto Ponce.
* En ambos testimonios ratificó los dichos que adelantó ayer en exclusiva
Página/12.
* Rodríguez relató su encuentro con Marcelo Cattáneo pocas horas antes de la muerte del ex presidente de CCR.
* Según su versión, Cattáneo le dijo que se había “metido en un kilombo por plata y ahora me hacen cargo a mí. Mi hermano es mi peor enemigo”.
* “Me siento perseguido. Me están obligando a hacer algo que no quiero hacer. Es mi familia o yo”, le dijo Cattáneo a Rodríguez, según contó éste ante el fiscal y el juez.
* El fiscal Sáenz considera que a partir de los dichos de este testigo cobra cuerpo la hipótesis del homicidio o la del suicidio
inducido.


“Jamás por su voluntad”

na03fo03.jpg (12957 bytes)“Conociéndolo a Marcelo estoy segura de que jamás se hubiera ido de casa por su propia voluntad. El adoraba a sus dos hijos, era un papá increíble. Además, hablé con él a las dos de la tarde del día que desapareció, y estaba perfectamente bien”, dijo Silvina de la Rúa después de leer las declaraciones de Pedro Rodríguez. Así lo relató a este diario un amigo de la viuda. Es que una de sus presunciones es que Cattáneo pudo haber sido presionado; en su declaración ante la Justicia, De la Rúa contó que el sábado 3 de octubre, es decir la tarde anterior a la muerte de su marido, alguien filmó a su hija mientras jugaba al hockey en el club San Carlos. Se lo contó el entrenador del equipo, que fue el encargado de echar a los intrusos.
Desde la muerte de Cattáneo, su obsesión es que sus chicos tengan una vida normal. Por eso, asegura, no aceptó ningún tipo de custodia. Pero la última vez que entró al despacho del juez dejó en el expediente una frase que lo dice todo: “Mi marido se estaba defendiendo de las imputaciones de Aldaco y Contartese, y ya me había referido que estas personas estaban mintiendo en la causa IBM–Banco Nación. Tengo miedo de enfrentarme a ellos”.
El mismo día en que Cattáneo fue encontrado ahorcado, alrededor de las nueve de la noche, su hija atendió un llamado telefónico. Preguntaron por Marcelo y soltaron una carcajada. El 5 de octubre la escena se repitió. Y el 15, cuando la familia se disponía a dirigirse a la morgue para retirar el cadáver, una voz femenina dijo en el teléfono “Así que están de velorio”.
A pesar de que muchas de las cosas que sostiene Pedro Rodríguez le parecieron verosímiles, a Silvina de la Rúa le pareció extraño que no lo haya contado en su primera declaración, cuando el latero entregó el traje de Cattáneo al fiscal Norberto Quantín. La mujer nunca habló con el cartonero. Cuando Rodríguez se presentó por primera vez a la Justicia, la viuda concurrió a la fiscalía para reconocer la ropa, pero nunca llegaron a cruzarse.

“No puedo darle importancia”

Juan Carlos Cattáneo dice que no quiere dar una sola entrevista más, que la muerte de su hermano “no es un tema político”, y que su dolor es una cuestión privada. Después del entierro de Marcelo cambió el número de su línea telefónica y el de su celular. Se encerró en su casa, dicen los vecinos. “No va a atender a nadie”, repiten su mujer y la empleada de la casa. Pero ayer, a la mañana, terminó cediendo y el lugar de colgar preguntó: “¿Quién es ese testigo?”
–Pedro Rodríguez, la misma persona que encontró el traje de su hermano en Ciudad Universitaria. Sostiene que habló con Marcelo poco antes de su muerte, y que él le dijo que dos hombres lo vigilaban y usted estaba en la zona.
–Qué quiere que le diga... ¿Usted cree que se lo puede tomar en serio? Es un tipo de que nadie conoce, qué valor puede tener.
–Su hermano también habría dicho que usted era su peor enemigo.
–Son estupideces que dice alguien que nadie sabe quién es. Si esto mismo me lo hubiera dicho su abogado, que tenía un contacto estrecho con él, yo podría creerlo. Pero sale de una persona que sólo encontró la ropa de Marcelo, que no era su amigo, que no lo conoció. No puedo darle importancia.
–También sus abogados fueron cuestionados, según la versión de Pedro.
–Realmente no quiero hablar de este tema. Lo único que quiero es salir de todo esto. Nuestra familia está soportando un gran dolor.
–Hay versiones de que están enfrentados por la muerte de Marcelo.
–No sé de dónde salió eso.
–En principio, llamó la atención que en el entierro usted y la mujer de su hermano evitaran cruzarse.
–Eso es un invento. Está haciendo un enfoque que no es correcto.
–Es lo que se vio.
–Porque pasó lo previsible en un lugar con tanta gente... Yo estaba con mi mamá, la iglesia estaba llena, no pudimos ubicarnos cerca, nada más, eso es todo. Ayer (por el jueves) estuvimos todos juntos en una misa por Marcelo.
–¿Marcelo no estaba siquiera molesto con usted por el caso IBM?
–Después de lo de IBM la relación no fue igual, claro. Pero no estábamos peleados. Qué quiere que haga con lo que dice este Pedro... Yo no puedo llevarle el apunte sólo porque encontró la ropa de mi hermano.

 


 

SIETE HORAS DE DECLARACION
Todo lo que contó el testigo ante el juez y el fiscal

Pedro Rodríguez confirmó en Tribunales la revelación que había hecho a Página/12. Lo que habló con Cattáneo antes de su muerte.

Pedro Rodríguez, saliendo de Tribunales. Durmió dos horas. Declaró durante siete. Le preguntaron hasta de su vida privada.

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Por Alejandra Dandan

t.gif (862 bytes) Pedro Rodríguez durmió sólo dos horas. Se levantó a las seis. Durante las siete horas siguientes repitió ante el juez Alberto Posse, el fiscal Ricardo Sáenz y dos peritos la historia que ayer publicó en exclusiva Página/12: su encuentro de cuarenta y cinco minutos con Marcelo Cattáneo antes de su muerte. Fue el sábado 13 de octubre. Ambos estaban en Ciudad Universitaria. Rodríguez cirujeaba –como lo hacía habitualmente– latas de gaseosas de un tacho. Cattáneo se acercó y en la conversación le aseguró que “dos tipos me quieren matar. Estoy metido en un kilombo”. También dijo: “Tengo que elegir entre mi familia y yo, y voy a dar la vida por mis hijos”. Ante Página/12, Rodríguez pasó luego revista a esas siete horas en las que contó su historia.
Apenas después de las nueve se enfrentó al fiscal Sáenz. “Quería un relato sintético del encuentro con Cattáneo”, explica ahora el hombre. Durante la entrevista repitió cada momento del encuentro con el empresario. Los sábados pasa habitualmente a recoger latas de los cestos de Ciudad Universitaria porque es día de limpieza, aclaró. Ese sábado estaba allí cuando “vi aparecer a ese señor que venía caminando desde el lado de los colectivos”. Rodríguez contó que escarbaba el tacho en el lateral del pabellón de Exactas. El fiscal pidió detalles del encuentro con el “supuesto Cattáneo”. “Le dije –indica Pedro– que se acercó y después de saludarme me preguntó qué hacía”. A partir de allí repitió la historia que más tarde volvería a puntear con detalle frente al juez.
“Me dejaron tranquilo. Me dijeron que íbamos a ir con el juez porque la declaración era muy importante.” De todos modos Rodríguez quedó inquieto. A la zaga del fiscal, el interrogatorio del perito psiquiátrico le pareció fuera de contexto. “No entiendo por qué me preguntaron sobre mi pareja, si yo lo traicionaba, si nos paleábamos.”
Desde hace cerca de ocho años, Rodríguez vive con su pareja, también de nombre Pedro. Habitaron hasta junio el sector trasero de Ciudad Universitaria en la denominada Aldea Gay. Un desalojo los expulsó y desde entonces viven en un hotel subsidiados por el gobierno porteño. El cirujeo de chatarra y comida fue siempre su modo de subsistencia y la zona universitaria uno de los sectores de recolección más seguros. Las preguntas del perito profundizaron en esta relación. Ahora Rodríguez intenta comprender por qué “para saber si soy loco o no me tienen que preguntar si yo era activo o pasivo en la pareja”. La estadía de tres horas en la fiscalía concluyó con una huida rajante y semiclandestina hacia Tribunales.
Todavía quedaban otras cuatro horas de indagatoria que Rodríguez debía campear. Eran las 12.30. “Me ametrallaron a preguntas. Eran como siete tipos. Estaba el fiscal, el juez, el perito y un montón de otra gente.” Los flancos de indagación se multiplicaban. Después de hablar sobre el punto de encuentro con Cattáneo, Pedro admitió que cuando aquel hombre se acercó “yo me perseguía”. Cuando Posse preguntó “por qué tenía miedo una persona que como él se dedica hace tanto a ese trabajo”, él apostó por una respuesta irónica: “Una persona que nace con miedo siempre tiene miedo. Yo hasta hoy, aunque me siento familiar de los tachos, tengo pudor todavía”. Desde el estrado preguntaron color de ropa, edad, hora. Pedro habló del pantalón de traje, camisa blanca arremangada y saco al hombro con el que andaba Cattáneo. Dijo que era fornido y de unos cuarenta años.
Dice que no quiso hacer más silencios. Hasta ayer sólo había revelado parte de la trama. La vinculada al traje encontrado por su compañero Pedro en un tacho del Pabellón II de Ciudad. Llegó el turno en que el tribunal instituido para la indagatoria quiso averiguar por qué Cattáneo lo eligió a Rodríguez para hablar: “No sé, supongo que habría querido hablar con alguien”.
Paso a paso, volvió a contar que él también preguntó por su familia. “Sí tengo –le dijo el empresario– sí, tengo mi mujer y mis hijos.” Hubo más en aquel momento y también ayer frente a la Justicia: “Estoy en un kilombo y me van a hacer cargo a mí”. En su declaración, Rodríguez repitió: “Me dijo que el hermano lo hacía responsable a él de eso, de ese embrollo o sea que se había lavado las manos y lo hacía responsable a él”. La artillería de preguntas se endureció ante cada generalización. “Me pedían que detalle, que dé más detalles.” Algunos de esas explicaciones volvían a fracasar. “Una, dos y tres veces tenía que repetir las cosas”, dice Pedro después, algo más tranquilo.
“¡Traigan un mapa, un mapa!” Al mando del batallón de administrativos judiciales, Posse exigió un mapa para la reconstrucción –a distancia– de cada uno de los pasos en el terreno. “Pero ese mapa ni servía –se jacta Rodríguez, viejo conocedor de la zona–, si ni siquiera tenía el zanjón.” Ese zanjón se transforma en pieza clave del relato. El diálogo con Cattáneo fue interrumpido por la aparición de dos sujetos sobre una loma a espaldas de un arroyo. Ante la Justicia, Rodríguez repitió ayer que cuando el empresario los vio “quedó como paralizado. Como yo los tenía de espaldas no los veía. Me volteé y los vi”. Vio dos hombres agachados, uno “de campera de jean y con bigotes”. Le dijo al empresario “parece que te esperan” y Cattáneo respondió “ha de ser mi hermano y un amigo”. Después de ese trabajo de sondeo sobre el mapa el magistrado pidió al hombre “que lo ayude porque me dijo que no conoce el terreno”. Todavía Pedro se pregunta “¿cómo puede hacer para entenderme si nunca estuvo en el lugar?”.
“¿Usted llamó a la mujer de Ca-ttáneo por teléfono?” Esa fue la pregunta que causó más sorpresa en Rodríguez. “No doctor –dijo– ni conozco a esa mujer”. Pero no fueron las únicas sorpresas. En la sala de audiencias pusieron “un montón de fotos –cuenta el hombre– para que yo identifique el lugar dónde había aparecido la ropa”. Ninguna imagen coincidía con la del cesto: “Pero yo no sé cómo puede ser. Eran todas fotos de los tachos que están en la vereda de enfrente, en la parte de la estación y justo del lado del Pabellón ni una foto había. Ni una”. Pedro menea la cabeza en busca de alguna explicación.
Transpirado consiguió responder todavía sobre seis amenazas. Desde el hallazgo del traje hubo tres llamados telefónicos al hotel en donde vive. Pedro atendió dos veces y el tercero fue mediado a través de los dueños del lugar. “Dijeron decile a Pedrito que cierre la boquita si no va a terminar como Marcelito.” Siguieron otros dos avisos que Rodríguez llama “intimidaciones”. Dos hombres de civil en un coche lo sorprendieron en Ciudad y le recomendaron no volver. “Si no mi cabeza terminaría en el río”, dice ahora Pedro sobre este dato que olvidó mencionar en el Juzgado. Hubo un auto verde oscuro que también lo siguió. “Le dije al juez que bajaron el vidrio y me señalaron, después se fueron.”
Terminada la declaración Pedro busca espantar amenazas y esa especie de vigías permanentes que encuentra en todo sitio. Está cansado. Fuma. “Qué, qué quiero –increpa–...irme a dormir.”

 


 

BAGNASCO PROCESO POR COHECHO A JUAN CARLOS CATTANEO
“Era Juan Carlos y no Marcelo”

El juez consideró que el mayor de los Cattáneo “manejaba los hilos de la compleja trama delictual” en el affaire IBM-Nación. También procesó a Aldaco, Contartese, De  Lellis y Alladio. Cómo sigue la causa en EE.UU.

Juan Carlos Cattáneo fue procesado nuevamente por cohecho por el juez Adolfo Bagnasco.
“Era Juan Carlos quien manejaba los hilos de esta complicada trama que configuró el cohecho activo.”

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Por Adriana Meyer

t.gif (862 bytes) Marcelo Cattáneo fue “un mero intermediario o mensajero de los principales autores de la maniobra”, mientras que “Juan Carlos manejaba los hilos de esta complicada trama de conductas delictuales”. Lo aseguró el juez federal Adolfo Bagnasco en la resolución por la cual volvió a procesar al ex subsecretario General de la Presidencia, Juan Carlos Cattáneo, y al ex presidente de la empresa CCR, Alejandro De Lellis, por cohecho activo, a los ex directivos del Banco Nación Alfredo Aldaco y Genaro Contartese por cohecho pasivo, y al ex vicepresidente del BICE, Jorge Alladio, por encubrimiento, en la causa que investiga las millonarias coimas que habría pagado la empresa IBM por haber obtenido el contrato del Proyecto Centenario por 250 millones de dólares.
A las esposas de Aldaco, Contartese y Alladio cuyos nombres aparecían en las cuentas por donde pasó el soborno les dictó la falta de mérito, como también a los representantes de la Banque Privée Edmond de Rothschild, Ernst Strickler Hansli, Rodrigo Sosa Pintos y Gustavo Coll Pisani y al oficial de cuentas del Banco General de Negocios, Vicente Fernández Ocampo. Pero todos ellos continúan siendo investigados. A los procesados les duplicó el embargo de 1 millón de pesos que ya les había trabado.
En su extensa resolución, Bagnasco analizó la situación del empresario Marcelo Cattáneo, miembro de la firma CCR, quien apareció ahorcado el 4 de octubre cerca de la Ciudad Universitaria. “Sin merituar acerca del grado de responsabilidad que pudo haber tenido el reciente y desgraciadamente fallecido Cattáneo, resulta también ilustrativo del papel secundario que desempeñó en el ‘teatro’ de los hechos, el que haya tomado extensas vacaciones justamente en el momento en que la adjudicación de la licitación estaba en su punto culminante. Esto refuerza el convencimiento de que era Juan Carlos y no Marcelo, quien manejaba los hilos de esta complicada trama de conductas delictuales que configuraron el cohecho activo y acabaron por perjudicar al Estado”, sostuvo Bagnasco.
Los hermanos Cattáneo fueron fundadores y directivos de Consad y CCR, subcontratadas por IBM para el diseño de un sistema informático alternativo, por un monto de 37 millones de dólares. Los investigadores sospechan que esa suma –de la cual se cobraron 21 millones– estaba destinada al pago de coimas.
Aldaco fue procesado por cohecho activo porque “aceptó una promesa de una suma de dinero para realizar un acto relativo a su función”. Ya estaba procesado por defraudación a la administración pública. La situación de Contartese es similar. A través de la cuenta bancaria de De Lellis, se efectuaron las distintas transferencias que terminaron engrosando el patrimonio de los directores del Banco Nación. Tenía estrecha vinculación con Consad. Jorge Antonio Alladio, procesado por encubrimiento, prestó su cuenta en el exterior.
El magistrado consideró que el cohecho se consumó cuando el pliego de la licitación del Proyecto Centenario estaba en elaboración. Para Bagnasco se observa con claridad la cantidad de transferencias que se efectuaron en nueve días, a partir de las dos primeras ordenadas por Alejandro De Lellis, al día siguiente del ingreso de los 10 millones 600 mil dólares en su cuenta del Banco General de Negocios, hasta su acreditación en las cuentas Putter, Flexi y Duquesa. “El pago efectuado por IBM a CCR –dice el juez– fue producto de un acuerdo anterior entre sus destinatarios finales –hasta el momento Aldaco y Contartese– y quienes podrían resultar beneficiados con su conducta, esto es IBM Argentina y sus socios solidarios. Ello a cambio del direccionamiento de la licitación que terminara excluyendo a cualquier otra empresa interesada.”
Una vez recibida la documentación requerida a la Justicia del Cantón de Ginebra, se ampliaron las declaraciones indagatorias de las personas que aparecen como titulares de las cuentas. Contartese reconoció latitularidad de la cuenta “Flexi” abierta en el Banque Privée Edmond de Rothschild, y señaló que hacia fines de abril de 1994 –una vez que la licitación 60/93 había sido adjudicada a IBM– Marcelo Cattáneo se entrevistó con él y le dijo que la empresa informática estaba interesada en hacer un reconocimiento a algunos directores del banco que habían actuado en el contrato, sugiriéndole que le informara el número de alguna cuenta en el exterior para efectuar el depósito de la suma ofrecida. Por su parte, Alfredo Aldaco manifestó algo similar.
Al momento de ser escuchado por Bagnasco, Marcelo Cattáneo negó en todos sus términos las reuniones relatadas por Aldaco y Contartese y dijo desconocerlos. Durante los careos entre los tres, cada uno se mantuvo en sus respectivos dichos. Sin embargo, las secretarias de los ex directivos del Nación manifestaron que Marcelo Cattáneo había llamado por teléfono y también había concurrido a sus despachos “en alguna oportunidad”.
El 16 de julio de 1997, la sala I de la Cámara Federal le había prohibido al juez que investigue el delito de cohecho, por lo cual ahora podría cumplir con la amenaza pronunciada entonces de quitarle la causa. Pero Bagnasco ha colectado nuevas pruebas y testimonios, y consideró que ahora tiene más elementos para volver a intentarlo. Si la Justicia argentina avanza en la comprobación de que existió soborno en este caso, se podrían activar las investigaciones en Estados Unidos sobre las responsabilidades de los directivos de la casa matriz de IBM, en virtud de la Ley de Prácticas Corruptas en el Extranjero. En caso de confirmarse las medidas dictadas por Bagnasco, los procesados podrían ser condenados a prisión en un juicio oral que se concretaría el año próximo.

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