Por Pablo Rodríguez
El pedido de
extradición contra Augusto Pinochet que el gobierno español ya cursó a Londres está
calentando los ánimos en Santiago. Mientras la derecha pide a gritos que se interrumpan
las relaciones diplomáticas con España, el gobierno chileno llamó a su embajador en
Madrid, Sergio Pizarro Mackay, para realizar consultas urgentes, aunque negó
que se tratara de una ruptura con España. Es una señal de profundo malestar,
señaló el canciller chileno José Miguel Insulza. Los comandantes de las Fuerzas Armadas
chilenas se reunieron ayer para solicitarle al presidente Eduardo Frei que convocara al
Consejo de Seguridad Nacional para estudiar la situación. La próxima semana la Cámara
de los Lores británica decidirá si ratifica o no la inmunidad del ex dictador otorgada
por la Alta Corte de Justicia de Londres.
La cancillería chilena envió ayer a Madrid una nota formal de protesta, a la que
adjuntó documentación sobre Pinochet. Según Insulza, el pedido de extradición de la
Justicia española, que hoy llegará al Ministerio del Interior británico, ha
confirmado nuestra peor expectativa, en el sentido de que el Consejo de Ministros de
España es solamente un buzón de las peticiones del juez Garzón. El canciller se
preguntó de qué vale la firma del rey de España o la del presidente del gobierno
español y acusó al gobierno de José María Aznar de no asumir las
responsabilidades políticas del caso.
En respuesta a la medida tomada por la Cancillería chilena, el gobierno español
reitera una vez más que el Consejo de Ministros está obligado, por el ordenamiento
jurídico español, a dar curso a esta como a las demás peticiones de extradición
emanadas de un órgano judicial competente, según difundió la Cancillería
española a través de un comunicado. El gobierno español quiere seguir obrando con
la mayor prudencia y delicadeza para preservar las excelentes relaciones que España
mantiene y espera seguir manteniendo con la República de Chile, dice el documento.
En todo momento hay situaciones que le crean dificultades a uno y probablemente
éste sea uno de los casos, declaró el canciller español, Abel Matutes.
No somos un país bananero y nadie nos puede manejar con control remoto,
respondió ayer desde Londres Alberto Espina, del Partido derechista Renovación Nacional
(RN). Desde la detención de Pinochet, la derecha adoptó posturas insólitas en señal de
protesta (además de varias manifestaciones, los intendentes derechistas se negaron a
recoger la basura en la vereda de varios centros españoles y británicos, y una senadora
llegó a decir que había que dejar de tomar whisky), y el gobierno la acusó de provocar
incidentes en una actitud antidemocrática.
Pero tanto RN como la Unión Demócrata Independiente (UDI) apoyaron la gestión del
gobierno en favor de Pinochet. Ahora quieren una reacción más enérgica al
pedido de extradición contra su líder, según dijo el senador de RN Sergio Romero.
El gobierno de Chile debe ordenar el retiro de su embajador en Madrid
sentenció Romero, a quien se sumó en la propuesta el diputado de su partido, Alberto
Cardemil. Desde la UDI, sus diputados calificaron la situación como de la máxima
cobardía, por cuanto lo que está aplicando España a Chile jamás se lo van a aplicar a
ninguna potencia, lo aplican sólo porque nuestro país es un país más débil.
En el gobierno la defensa de Pinochet sigue acarreando problemas. Por cuestiones de
seguridad, el Ministerio del Interior retiró ayer la autorización para un acto
masivo de los partidos oficialistas que se iba a realizar en el Parque Forestal de
Santiago con el lema por la paz, la democracia y la justicia. El acto fue
convocado originalmente para apoyar la posición oficialista, pero se temía que cambiara
de signo rápidamente y la Democracia Cristiana, el partido del presidente Eduardo Frei,
se retiró de la organización de la manifestación. Dentro de la coalición gobernante,
muchos de los integrantes del Partido Socialista aplaudieron el proceso que lleva adelante
el juez español Baltasar Garzón.
Los diputados socialistas Isabel Allende y Juan Pablo Letelier están en Londres luego de
prestar testimonio en la Cámara de los Lores que estudia la apelación del fallo de la
Alta Corte británica. Algunos dirigentes incluso han hablado de la derogación de la Ley
de Amnistía dictada por Pinochet en 1978. Aunque se descarta cualquier tipo de ruptura
dentro de la oficialista Concertación por la Democracia, las discrepancias entre
socialistas y democristianos crecen.
La situación también se está tensando entre los militares. Horas antes del encuentro de
los jefes de las Fuerzas Armadas, los que se reunieron fueron los generales de la
guarnición del Ejército en Santiago, lo que despertó algunas sospechas sobre una
eventual movilización de tropas en protesta por la medida del gobierno español. El
subsecretario del Interior chileno, Belisario Velasco, negó estas versiones. En los 90,
los militares ya realizaron dos ejercicios militares de amedrentamiento, conocidos como
el boinazo y el enlace, realizados por los juicios que se seguían
contra algunos militares por crímenes de la dictadura y por el proceso a uno de los hijos
de Pinochet, acusado de malversación de fondos. Pero Velasco dijo ayer que no hay
ningún movimiento inusual de tropas.
A la salida de la reunión entre los oficiales del Ejército, el jefe de información del
cuerpo, coronel Alfredo Ewing, dijo que la cita estaba convocada de antemano para discutir
los ascensos que se producirán dentro del Ejército a principios de 1999. Pero esto no
significa que el asunto sea ajeno a la situación del ex dictador. Los oficiales que
serán dados de baja para permitir estos ascensos son los últimos que quedan en actividad
del grupo de los colaboradores más estrechos de Pinochet durante su dictadura
(1973-1990).
Ahora sí, sin escalas Además
de las reacciones diplomáticas, el gobierno del presidente Eduardo Frei tomó medidas
concretas para enmendar errores pasados. Una semana después de la detención de Augusto
Pinochet, un avión Gulfstream III de la Fuerza Aérea Chilena había aterrizado en una
base militar de Oxfordshire a la espera de cualquier novedad que permita a Pinochet volver
a su país. Se decía que este transporte podría llegar a Santiago en 15 horas de vuelo
ininterrumpidas, pero no es así: debe realizar al menos una escala. Como los recursos
contra Pinochet se multiplicaron, ningún lugar parece seguro para aterrizar sin que el
actual senador vitalicio corra peligro de ser detenido nuevamente; salvo la británica
isla Ascensión, en el Océano Atlántico, el único lugar en el que seguiría vigente la
inmunidad en caso de que sea ratificada en Londres por la Cámara de los Lores. Pero en
Chile no quieren problemas. Según un portavoz de la base militar británica, desde hace
tres días está estacionado allí un avión Boeing 707 de la Presidencia de Chile que sí
puede volar directo a Santiago. Este avión es uno de los cuatro que compró en la década
del 60 el presidente Eduardo Frei Montalva, padre del actual mandatario. |
ARIEL DORFMAN HABLA DEL FUTURO DEL EX DICTADOR
Lo principal es que se vaya
Por P.R.
Pinochet me importa
un pito. Lo que me interesa es el pueblo chileno, dice Ariel Dorfman, una de las
víctimas ilustres de la dictadura de quien ahora está detenido en Londres. Para el autor
de Mirando el sur, deseando el norte, lo que la Justicia británica decida sobre Pinochet
es secundario respecto del problema principal que se plantea para la llamada
transición chilena a la democracia. Profesor de la Universidad de Duke en
Carolina del Norte, Estados Unidos, Dorfman pasó por su país natal para asistir a un
Encuentro de Escritores del Sur que reúne a sudafricanos, australianos chilenos.
Conversó con Página/12 sobre una situación acerca de la cual los 14 millones de
chilenos deben tomar una decisión.
¿Cuál será el futuro de Pinochet?
No estoy preocupado de pronosticar lo que en definitiva no está ni en mis manos ni
en la del pueblo chileno. Sí puedo hablar de lo que está en nuestras manos. La gran
pregunta que hay que hacerse es: ¿cómo va a enfrentar el pueblo chileno los dilemas que
Pinochet está planteando respecto de esta transición política e institucional? Es
evidente que a Pinochet hay que sacarlo ya de la política. Si esto no ocurre, va a haber
otra crisis de aquí a un año. Lo que pasó ya no se puede sofocar. El monstruo ya salió
del closet y ahora no hay manera de esconderlo nuevamente. Y esto, a mí, me parece
terriblemente saludable.
¿Pero usted considera probable que Pinochet se retire luego de este incidente, si
es que vuelve a Chile?
Sí, es probable que se retire. En realidad, no lo puedo saber y sabemos que
Pinochet es bastante impredecible. Pero la idea de que se puede retirar es algo que viene
repitiendo la derecha. La derecha ya dijo basta. Hasta el candidato de la
Unión Demócrata Independiente (UDI), Joaquín Lavín, lo ha dicho. Pinochet se ha
transformado en un problema para la derecha porque se ven obligados a defenderlo y esto
perjudica la imagen de Chile y sobre todo la de ellos mismos. Es cierto que en la derecha
hay muchos nostálgicos pinochetistas, pero hay otros que están dispuestos a negociar.
¿Esta negociación podrá incluir a la Constitución de 1980, que es la que regula
la transición con nueve senadores designados a dedo y un sistema electoral que favorece
claramente a las minorías electorales?
Chile es un país de negociaciones. Siempre lo fue y cuando se apartó de ese
camino, tuvimos una dictadura de 17 años. Y la derecha en este país siempre estuvo
condenada a ser una minoría. Si no lo hubiera estado, no se podrían haber refugiado en
este sistema que la protege. La derecha puede optar por mantenerse en la misma posición,
pero no va a obtener resultados a largo plazo. Tienen que darse cuenta de la realidad y
comenzar a negociar una salida a esta situación, que así como está no tiene salida.
¿Cómo se imagina un futuro sin Pinochet, o con un Pinochet debilitado por todo lo
que está ocurriendo?
La verdad, yo prefiero que lo juzguen, pero no es algo que me desvele. El señor
Pinochet me importa un pito. Lo que me importa es el pueblo chileno y la manera en la que
resuelva una cuestión que a esta altura ya trasciende a Pinochet. El señor Pinochet
algún día morirá y no podemos estar todo el tiempo hablando sobre él, sobre lo que
hace y sobre lo que deja de hacer. De una vez por todas, tiene que aparecer información
sobre los desaparecidos, para después mirar hacia adelante y dejar atrás a este
personaje. No puede ser que un solo hombre sea el centro de un problema que concierne a 14
millones de personas.
¿La transición chilena podrá respirar tranquila una vez que Pinochet abandone ese
centro de atención?
Somos los chilenos los que debemos hacer que Pinochet abandone ese centro. No hay
que esperar nada de él, hay que forzarlo a retirarse de la historia, en la que por
desgracia ya tiene un lugar asegurado. Pinochet nopuede ser un pretexto para que no nos
veamos las caras todos los chilenos. Pinochet no puede ser el pretexto para que 14
millones de personas desconozcan un problema que es a ellas a quienes les toca resolver.
DE LA IZQUIERDA A LA DERECHA, PIDEN QUE DEJE
LA ESCENA
Ya manejan el retiro de Pinochet
Por Francesc Relea desde Santiago de
Chile
Ante el posible regreso a
Chile del general retirado Augusto Pinochet, dirigentes de todo el espectro político
buscan una vía que permita la retirada de la vida pública del hoy senador vitalicio. Una
de las alternativas que se barajan es un proyecto de reforma constitucional, presentado
por el presidente del Senado, Andrés Zaldívar (democristiano), que permita la dimisión
de los parlamentarios y, por consiguiente, la del senador vitalicio. La Carta Magna no
contempla hasta ahora esta posibilidad. El problema para los que buscan deshacerse de
Pinochet es llevarlo a cabo de manera honrosa.
Desde el ministro de Relaciones Exteriores José Miguel Insulza (socialista), que ha
afirmado categóricamente que Pinochet debió haber resuelto su retiro allá por
1989, hasta Joaquín Lavín, candidato presidencial de la derecha pinochetista, que
ha pedido un gesto de grandeza al ex dictador, la opinión mayoritaria en
Chile es que el hombre más poderoso de los últimos 25 años no tiene cabida en el futuro
político del país. La única contribución positiva que podría hacer Pinochet es
retirarse totalmente de la vida activa. Limpiaría bastante el aire, sostiene el
senador Edgardo Boeninger, democratacristiano, antiguo rector de la Universidad de Chile,
ex ministro y uno de los principales negociadores de la transición.
La dimisión a su escaño de senador vitalicio, tras una eventual reforma constitucional,
es altamente improbable. Pinochet perdería la inmunidad parlamentaria y allanaría el
camino de una ofensiva judicial en su contra. Con la cantidad de querellas
presentadas y las que caerán en el futuro, no veo cómo, en su sano juicio, podría
renunciar al fuero, dice el senador Boeninger. Lo más factible es una
retirada más simbólica, apareciendo de vez en cuando en el hemiciclo, pero sin hablar.
Que se quede callado y lo podamos ignorar.
Boeninger recuerda que desde que asumió su nuevo cargo, Pinochet ha asistido a una de
cada dos sesiones del Senado, como promedio, y sus intervenciones han sido escasas. Es
miembro, por imperativo parlamentario, de la Comisión de Defensa, pero tampoco allí ha
dejado su impronta. El otro eje de la estrategia del gobierno chileno y de sectores de la
oposición de derecha es dar una salida, también honrosa y probablemente de contenido
simbólico, a la cuestión de los derechos humanos. En concreto, el paradero de los más
de 3000 casos de detenidos desaparecidos.
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